Este año nos proponemos indagar en relación a la cuestión del «deseo del psicoanalista», tomaremos para ello distintas referencias bibliográficas, comenzando por, desde luego, las de S. Freud y Jacques Lacan.
La temática del «deseo del psicoanalista» nos interroga en el punto en el cual se introduce como una de las originalidades más subversivas de la lectura crítica - denominada "retorno a Freud" - del analista francés. Es nuestra apuesta poner a prueba dicho carácter polémico y original, tratando de articular el concepto con otras nociones del discurso psicoanalítico como lo son, por ejemplo, la transferencia, el objeto a, la dirección de la cura, la interpretación.
Dice Lacan en 1964: "No hay en el asunto solamente lo que el analista quiere hacer de su paciente. También hay lo que el analista quiere que su paciente haga de él". El vínculo analítico se presenta como un campo permanente de interrogación donde el orden de lo no-sabido afecta también al analista. A esto se refiere Lacan cuando plantea que el analista debe pagar con su "juicio" (por ejemplo, en su Seminario del 22 de Junio de 1960); a saber, que el analista "no puede saber qué hace en psicoanálisis"; "una parte de esa acción permanece velada para él mismo".
Algo se circunscribe como foráneo al terreno de la conciencia, comunicación "de inconsciente a inconsciente" - decía Freud. Exacto, a condición de no suponer que el inconsciente es algo que sería independiente de la estructura definida por «la palabra».
Hablar del concepto de «deseo del psicoanalista» nos llevará a realizar un recorrido por diversos senderos en donde nuestra lectura personal tendrá que jugarse necesariamente para poder arribar a fórmulas que excedan lo trillado, lo ya sabido. No nos anima un afán investigativo ingenuo, universitario, academicista, inconsecuente. No. Nos convoca nuestro lugar como psicoanalistas, nuestro deseo clínico - para llamarlo de algún modo. Es por esta razón que trataremos de situar lo admitido, lo consagrado pero para cuestionarlo. Cuestionar, principalmente, lo admitido por nosotros mismos y no tanto lo que otros dan por admitido, por consagrado. Allí se haya la veracidad de un «espíritu libre»; a saber, que se atrave a polemizar consigo mismo más que con algún Otro fantasmático que le sería hostil. Polemizar consigo mismo implica apuntar a derribar esos ideales que nos obturan los caminos del pensar no-calculador.
La herramienta: la lectura y la charla palabrera. Conversar es darle lugar al no-saber y a cierto margen de indeterminación. Nos pondremos así de cara a lo desconocido, a lo ignorado no tanto del otro, sino fundamentalmente de nosotros mismos. Estimamos que este posicionamiento de trabajo no es ajeno a la lógica implícita en la propuesta lacaniana que habla de un «deseo del psicoanalista». Este posicionamiento a «mar abierto» que nos convoca en cuanto que marineros dispuestos a soportar el viento y la marea del sin-sentido. Pues bien, naveguemos.
Buenos Aires, Febrero 2012.
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