Eje:
Los usos del diagnóstico
Sub-eje: Diagnósticos
de la subjetividad contemporánea
Resumen
No son pocas las veces en que nos
confrontamos con presentaciones clínicas donde la dimensión misma de la demanda
(en el sentido de un síntoma que, al poner en juego un mecanismo psíquico, se volvería interpretable) aparece problematizada.
Hablaríamos con Freud de eso que él llamaba “neurosis actuales” o, junto a Fernando
Ulloa, de las consecuencias de una Cultura
de la mortificación (el malestar hecho
cultura) y del Síndrome de padecimiento que
le es correlativo (pérdida de coraje,
de lucidez, de contentamiento del cuerpo). Cuerpos cansinos, des-erotizados, tóxicamente
angustiados, pensamiento empobrecido, carencia de palabra pero, también, impulsiones y caracteropatías en donde la vertiente subjetiva aparece mermada, quedando
en primer plano una captura pasiva y alienada al significante (al goce de lalengua, podríamos decir), y que, vale
aclarar, no necesariamente es la psicosis. Me propongo realizar brevemente una
articulación entre estas presentaciones
clínicas epocales con la “Respuesta a una pregunta de Marcel Ritter” (1975)
de J. Lacan y con cierta puntuación del analista francés sobre el grafo del deseo en “Subversión del
sujeto...” (1960).
Dos
reales en Lacan
En el primero de los artículos
mencionados, Lacan se propone distinguir entre dos reales, a partir de la pregunta de M. Ritter acerca del término
freudiano Unerkannte [lo no-reconocido]. Lacan asevera que
no se trata allí, al contrario de la suposición de M. Ritter, del real pulsional, sino que eso nos pone de
cara a un real otro que él define
como el real de lo simbólico: “… Unerkannt, no reconocido, creo que de lo
que se trata es de lo que él [Freud] denomina, designa expresamente, por otra
parte, lo Urverdrängt, lo reprimido primordial…” ¿Cómo explica Lacan la noción
freudiana de ombligo del sueño articulada
a este Unerkannte? Él señala: “… un parlêtre [hablanteser] se encuentra excluido de su propio origen, y la
audacia de Freud en esta ocasión es simplemente decir que se tiene en alguna
parte la marca en el sueño mismo.” Podríamos preguntarnos: ¿La marca del exilio
del real natural, la traza de la forclusión [Verwerfung] de ser del Hombre (su esencia, su identidad) en tanto animal
apresado – “capturado y torturado” - por el lenguaje? A partir de este
interrogante, creo que podemos pensar esta marca como el estigma de la castración real, esto es, como signo - o
traza - del ingreso de nuestro ser de vivientes al campo del lenguaje. Dice
Colette Soler: “La tesis de Lacan es que el lenguaje es un operador. (…) Es
decir, algo que transforma el pequeño viviente, que lo transforma. Podemos
decir que lo desnaturaliza. (…) Operación lenguaje: transforma las necesidades
naturales en pulsiones. Y en la operación algo se pierde.” (SOLER, 2002). La operación castración sustrae nuestra
esencia viviente (biológica, natural). Así, pues, podemos afirmar que nuestro ser
de vivientes queda forcluido (Verwerfung).
Pero no-todo es pérdida: un resto de esa “naturalidad” queda, pues, en el
interior del cuerpo simbólico que se ha constituido (Bejahung), como si algo (¿tal vez el objeto a minúscula?) fuera al lugar de la falta real en lo simbólico. ¿Será
que hay una suplencia de un real por
otro? En su respuesta, de todos modos, Lacan no habla de suplencia sino más bien de analogía.
Hay analogía entre el real de lo pulsional y el real de lo simbólico. Retomo
esta analogía un poco más adelante. Con respecto al plus que el significante deja en su atravesamiento del viviente, dice
J. C. Cosentino: “Lo que hay en nuestro
ser de “necesidad natural” es el masoquismo erógeno en sentido estricto. Un
componente de la libido que sigue teniendo como objeto al propio ser. Un testigo y resto (Überrest)
de aquella fase de formación en la que tuvo lugar la aleación (Legierung) entre pulsión de muerte y
Eros.” (COSENTINO, 2005). Es decir, la forclusión del ser natural es
lógicamente correlativa de un tiempo de afirmación del - y alienación a un - pseudoser real. Pseudoser de goce en donde se juega una identificación a la mónada
primitiva del goce en lalengua. Queda
abierta la pregunta por si esa primitiva fijación es, acaso, subjetivante.
De
la analogía a la homología en Subversión
del sujeto
En “Subversión del sujeto…” Lacan
afirmaba lo siguiente: “El grafo escribe que el deseo se regula sobre el
fantasma así establecido, homólogo a lo
que sucede con el yo con respecto a la imagen del cuerpo.” Si retomamos la
analogía de la que Lacan habla en su “Respuesta…”, resulta, pues, más que interesante pensar dicha analogía
en referencia a la homología del grafo del deseo. ¿Por qué? Porque puede
establecerse la siguiente relación: hay homología
entre el yo y el fantasma así como hay analogía
entre el real de lo pulsional y el real de lo simbólico. Veamos cuál sería una
de las consecuencias más productivas de esta vinculación. Sabemos que Freud, al
hablar del sentido psíquico del síntoma,
plantea, por un lado, fantasías y,
por el otro, identificaciones. En términos de Lacan, diríamos que el sentido psíquico es aquello con lo cual
se anuda lo real de la estructura. Entonces, la vinculación antedicha nos
permite pensar que, si el yo y las identificaciones recubren el real de lo pulsional, aquello que velará
la castración real - el real de lo simbólico, lo Unerkannte -, ¿no es precisamente el fantasma: ($ ◊ a)?
Si hay dos reales diferentes, entonces: el
real pulsional (nuestro pseudoser de goce) se suelda al sentido psíquico
como identificaciones (el narcisismo) y, en cambio, el real de lo simbólico (a fin de cuentas, ese infierno que es el deseo del Otro en tanto tal, como
hiancia, agujero, vacío, y a la vez traza de un exilio, estigma de un origen, pregunta
en sí mismo en tanto “ni me reconoce ni me desconoce” sino que me “cuestiona,
me interroga en la raíz misma de mi propio deseo como a, como causa de dicho deseo”), se soporta en el fantasma, función
que hace las veces de un lindo
cuentito que le dará un cierto grado consistencia a eso que “somos” como ex-sistencia, como inesencia, como falta
de sustancia. El delirio psicótico, por su parte, brinda una certeza
inquebrantable a eso que nadie sabe: Schreber no tiene la intuición o el anhelo
de ser una linda mina, ni tampoco se hace la pregunta de si acaso Dios (el
Otro) podría querer eso. No. Schreber es
LA mujer, y no se discute. Como tampoco se conversa su saber sobre el deseo del Otro: Dios exige la
voluptuosidad, sólo queda acatar o extinguirse.
Clínica
de lo real de lo simbólico
Si nuestro ser primitivo es un pseudoser de goce, posición objetal y masoquista-erógena
trans-estructural, entonces la histeria y
la obsesión serán sus elaboraciones particulares (vía el recurso al Padre, al semblant fálico). La histérica se
identifica al significante de la falta (Ф) tomando a este deseo del Otro como un
objeto, para hacer emblema de la incompletitud
y de la insatisfacción estructurales, a diferencia del obsesivo que, defendiéndose
de esa insatisfacción traumática – desarmónica – primera, se aboca a sostener
un goce fálico – armónico - absoluto, que lo deja tan muerto como al Padre
ideal. Si la histérica se exhibe en su ser de falo deseado, mas para no
entregarse como ser-de-falta, el obsesivo dará lo que tiene, para no ofrecer su
castración simbólica, el misterio de su ex-sistencia
– (que no soporta, porque lo angustia su precio). Ahora bien, en tanto
interviene la lógica del significante de la falta y esa escena que es el
fantasma como un modo de guarecerse del infernal deseo del Otro, a mi entender, constituyen una clínica de lo real de lo simbólico.
Palabras
finales: ¿clínica del real de lo pulsional?
Yendo a las presentaciones
contemporáneas de las que me propuse hablar, son casos en donde la subjetividad,
tomada por el mutismo pulsional, aparece fijada a una posición objetal rígida,
maquínica, objetivada. Casi no hay chiste, juego, síntoma, sueños, ternura, amor
o, todo esto, está altamente empobrecido. Mas esa rigidez del ego responde a una intensa fijación
pulsional subrepticia. Si bien Lacan ubica al pasaje al acto en relación al “Yo
no pienso” [Je pense pas] del ello
hablando de la constitución subjetiva,
de todos modos, clínicamente esta vinculación nos resulta muy útil porque en el
pasaje al acto se trata efectivamente de una
alienación no subjetivante a un lugar objetal que queda rápidamente al
descubierto ante a la caída de las identificaciones auxiliares (imaginarias). Pero,
entonces, el pasaje al acto (como ligado a estas presentaciones actuales) y el acting out corresponden a dos niveles
diferentes. Yo creo que el acting out
es más bien de la clínica de lo real de
lo simbólico, puesto que en tanto “Yo no soy” [Je ne suis pas] habla de un intento resolutivo-curativo de
asimilación y simbolización de ese punto de imposible, de infranqueable
opacidad, en cuanto a nuestro origen y exilio. Y esa, ¿no es la función del
fantasma? De lo que se trataría, entonces, en nuestras entrevistas preliminares, es de intentar desplazar esa alienación no subjetivante del “Yo no
pienso” (pseudoser real) a esa otra
alienación a la que estimo subjetivante del acting
out y que, al ser coincidente con la alienación
lacaniana del Seminario XI - en la que juegan al menos dos significantes -, es solidaria del movimiento clínico
de separación (la separación como
algo temporal, que se va dando en un análisis discontinuadamente, nunca de una
sola vez y para siempre). La clínica psicoanalítica propiamente dicha – la de
las neurosis transferenciales o fantasmáticas –, tal como yo la entiendo, es
una clínica que apunta más bien a lo real
de lo simbólico – no hay Otro del Otro - en tanto, como dice Lacan en el Seminario
XIII: “… el psicoanálisis es la interpretación de las raíces significantes de
aquello que hace a la verdad del destino del hombre”, pero en vías de
desmistificar esa signación oracular por los significantes-amo para que emerja
la inexistencia de un garante último, la
verdad del deseo del Otro, agujero y límite del análisis. Es la regla
fundamental, la asociación libre, en la medida en que abre a ese otro escenario en donde las
sobredeterminaciones inconscientes comienzan a ponerse en movimiento, lo que puede
provocar un cuestionamiento del pseudoser
de goce de las presentaciones epocales, referidas a lo que podríamos llamar
una clínica del real pulsional, para
abrir así a un análisis propiamente dicho. La responsabilidad analítica, por su
parte, no será otra sino la de provocar – poniendo en juego su cuerpo, su deseo
y, no van a creerlo sus orejas, su amor – la posibilidad de esa transferencia
necesaria para que la palabra se despliegue.
(*) Trabajo presentado como Ponencia en las Jornadas de la Cátedra II de Psicopatología (UBA). 14 y 15 de Noviembre de 2014. Facultad de Ciencias Económicas.
BIBLIOGRAFÍA:
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Cosentino, J.
C.; “El inconsciente no-todo reprimido” en Cosentino, J. C. y Escars C. (comp.)
El problema económico. Yo- ello - superyó
- síntoma. Imago Mundi, Buenos Aires, 2006.
-
Lacan, Respuesta a una pregunta de Marcel Ritter. 26 de enero de 1975, Strasbourg.
-
Lacan, “Subversión del sujeto y
dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” en Escritos 2, Paidós, Buenos Aires, 2008.
-
Soler, C.; “La angustia en las
psicosis”. Conferencia dictada en el Hospital Álvarez en el año 2002 en G.
Bertrán (comp.) Hospital de día. Particularidades de la clínica, temas y dilemas.
Minerva, Buenos Aires, 2004.
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