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"Grupo de los Martes", 26-7-2011. Diálogo teórico-clínico.

Necesidad - Demanda - deseo. Dora. Sobredeterminación - causa. Movimiento desde el Otro como objeto total a su conversión total en objeto.  La historia - la angustia - el síntoma. Pasaje al acto, acting out, acto.

Luis F. Langelotti: Bueno,  Mariela ha sido signada con una tarea en relación a la presentación de un tema. Asi que el objetivo sería un poco que vayamos hacia ahí. Pero antes de que vayamos directamente hacia ahí, conversemos un poco sobre lo que trabajamos la semana pasada. A ver: ¿Qué trabajamos la semana pasada? ¿Sobre qué dialogamos? Yo acá tengo un par de cosas anotadas pero quiero cederles la palabra. Recuerdo que yo traje el Seminario V, estuvimos tomando varias cuestiones de allí.

Juan Sist: Estuvimos hablando mucho sobre la Demanda, sobre la posición que viene siendo un tema que viene surgiendo bastante, creo que ella había hecho la pregunta sobre el delirio…

Mariela Morrison: Se habló bastante del deseo también.

Luis F. Langelotti: ¿Qué cuestiones se plantearon en relación al deseo, a ver?

Mariela Morrison: Que no hay deseo sin Demanda de amor. El Otro se convierte en objeto.

Luis F. Langelotti: “El Otro se convierte en objeto”. ¿Cómo entendieron esa cuestión?

Mariela Morrison: En objeto del deseo del Otro. ¿Puede ser?

Luis F. Langelotti: Me estás contestando con una pregunta. ¿El Otro se convierte en objeto del deseo del Otro? Lo primero que vos dijiste es que el Otro se convierte en objeto, que algo así Lacan decía en el Seminario V: a nivel del deseo – estábamos hablando de esta cuestión de la condición absoluta, de la incondicionalidad de la Demanda y otras cuestiones –, a nivel del deseo pasa algo con el Otro.

Juan Sist: Sí, me parece que eso hacía referencia al pasar de la Demanda de un objeto a la Demanda del Otro, o sea, la Demanda de la presencia del Otro. “Don de Amor”: ya no importaba tanto el objeto sino que esté la presencia del Otro.   

Luis F. Langelotti: Bien. Eso tiene que ver con la incondicionalidad de la Demanda. Y a nivel del deseo ¿qué pasaba? ¿Por qué el Otro se transformaba en un objeto? Él decía [Lacan]: no se trata del objeto total sino que el Otro se transforma totalmente en un objeto. ¿Cómo entendieron esa cuestión?

Juan Sist: Me acuerdo de la condición absoluta. A nivel de la necesidad era condición particular, que había un objeto en particular. La Demanda era incondicional y a nivel del deseo, como que tomaba de uno, de la incondicionalidad, bueno era “condición” y de lo particular era “lo absoluto”.

Luis F. Langelotti: Claro ahí se planteaba cierta cuestión en relación a una instrumentalización del Otro, dice Lacan. Cuando el sujeto está más allá del deseo, inclusive más allá del deseo sostenido en el fantasma, ahí hay algo del atravesamiento del fantasma y del deseo puesto en relación a ese objeto parcial que lo causa. La idea era, justamente, articularlo hoy con el Seminario X.

Juan Sist: ¿Eso era la instrumentalización del Otro?

Luis F. Langelotti: Podríamos pensarlo en ese sentido. Claro, que hay algo de lo absoluto del Otro, de ese Otro de la Demanda, del amor, necesario -  porque justamente para que haya amor tiene que estar el Otro -, que acá se trasforma en un médium de goce, podríamos decir. Que es algo que después Lacan va a empezar a trabajar en relación a la pulsión, más bien. El Otro interesa nada más que como objeto a nivel de la pulsión. Hay una vinculación en relación a eso, me parece que sería interesante vincularlo con algo del objeto real. Bueno, a nivel del deseo del Otro, podríamos decir, que lo que se plantea fundamentalmente es la ausencia de garantía. Esto suena a frase hecha pero hay que poder plantearlo. Lo importante es que la deshagamos esa frase. ¿Qué quiere decir que “hay ausencia de garantía”, o sea que a nivel del deseo del Otro – cuando el sujeto se confronta con ese punto – no hay garantía? A ver, ¿cómo lo piensan? Porque además decimos que es hacia dónde orientamos al sujeto en la dirección de la cura. Tratamos de llevar hacia allí la cura, no al sujeto. El horizonte deshabitado del ser – dice Lacan. ¿Cómo piensan esta cuestión del significante de la falta del Otro?  
Deborah Guerrero: El Otro tampoco puede nombrar su deseo.

Luis F. Langelotti: El Otro no puede nombrar su deseo. ¿Qué quiere decir? Suena interesante.

Deborah Guerrero: El deseo no se puede nombrar, y uno busca que el Otro nombre su deseo. Y el Otro no tiene el significante para nombrarlo.

Luis F. Langelotti: Claro, porque cuando se nombra el deseo, en realidad ¿de qué se trata? Digamos, ¿qué es lo que hace Freud con Dora sino justamente nombrar su deseo? Así como, digamos, la llave es para la cerradura, el muchacho es para la muchacha. O sea: “A usted le gusta el Sr. K…”, eso es lo que hace Freud con Dora. “Ud. está enamorada del Sr. K…”. Freud nombra el deseo de Dora. ¿Y eso qué produce?

Mariela Morrison: ¿Angustia?

Juan Sist: La salida. Sale Dora del análisis.

Luis F. Langelotti: Claro, la expulsa, porque justamente confunde el objeto de identificación con el objeto del amor. Ella no estaba enamorada del Sr. K…, ella estaba identificada al Sr. K… Porque justamente lo tomaba como este Otro, Amo del deseo, que sabe lo que quiere: a la Sra. K… Pero ahí justamente aparece esta cuestión: el desconocimiento por parte del analista de que el deseo es innombrable, no es anónimo, sino innombrable. Porque lo anónimo y lo innombrable, ahí me parece que habría que hacer una diferencia. Lo anónimo, digamos, es aquello que no se sabe qué nombre tiene pero muy probablemente tenga un nombre. Podríamos decir, es el par opositivo lo nominado/ lo anónimo. En cambio, lo innombrable es algo que excede ese “par”, esa lógica binaria blanco/ negro. Es algo que está más allá, es una terceridad. Es un suplemento respecto de ese par antinómico. Bien.

Estamos haciendo una recapitulación de la semana pasada. Se planteaban ciertas cuestiones en relación al deseo, la Demanda y la necesidad, y la cuestión era poder ubicar cómo entendimos esta cuestión referida a: que, a nivel del deseo, no se trata tanto del acceso  - a nivel de la “fase genital” – al objeto total sino que el Otro se convierte totalmente en un objeto. Y preguntábamos cómo podríamos entender esta cuestión. ¿Cómo la entendieron ustedes? ¿Cómo la pensarían?

Juan Sist: Si los significantes, si la pulsión es cómo la Demanda del Otro impacta, la Demanda del sujeto, ¿no? Si esto va a estar determinando el fantasma y estamos hablando de la instrumentalización del Otro como un atravesamiento del fantasma, me parece que el saber-hacer, en vez de que estén determinando, de tomar por objeto esos significantes.

Luis F. Langelotti: ¿A nivel del fantasma, decís vos?

Juan Sist: No, no. Si a nivel del fantasma me están determinando, sin saberlo - saber no sabido -, me parece que al “saberlos”, al “agarrarlos” en un análisis uno puede llegar a hacer algún uso con esos significantes. Me parece que es ese cambio de determinación a uso.

Luis F. Langelotti: Y ahí, ¿cómo aparece el objeto? Porque ahí vos hablás de significantes. ¿Cómo introducirían ahí la cuestión del objeto?

En relación a la pulsión, en el Seminario IV, Lacan dice: “Yo digo, por el contrario, que cada vez que la pulsión aparece en el análisis o fuera de él, debemos concebirla en cuanto a su función económica en relación con el desarrollo de una relación simbólicamente definida.” O sea, en relación a la pulsión para Lacan se trata de la relación del sujeto con su propia Demanda, habíamos dicho. Esos significantes, ese conjunto de significantes englobantes a los que se reduce el sujeto más allá del fantasma. O sea, más allá del fantasma somos puro significante. Y decíamos, se plantea la dimensión angustiante de esta cuestión; de decir, bueno, más allá de la consistencia de ser que nos da el fantasma, somos puro significante. Como sujetos, somos significantes. Somos un par de sobredeterminaciones, un conjunto, un puñado de sobredeterminaciones simbólicas. En función de eso, podríamos decir, de allí se deriva la fascinación a la imagen, porque la imagen es un anclaje que brinda cierta consistencia de decir “Bueno, soy mi cuerpo, no soy palabra.” O sea, cuando emerge la angustia en el análisis, emerge la confrontación del sujeto con los significantes que lo determinan. Con verse sujetado a puro significantes. Y que más allá de lo que se plantea en el sentido de su imagen - bella, impotente, desgraciada o majestuosa -, se plantean significantes. A nivel, digamos, de lo que podríamos llamar la alteridad verdadera, es la relación del sujeto con el Otro, con mayúscula. Pero si ese es, digamos, un momento del análisis – y, de hecho, Lacan plantea algo en ese sentido en cierto momento de su enseñanza, “Función y campo de la palabra…”, esos textos en los cuales plantea la realización simbólica del sujeto como meta del análisis, para despegotearla de esa cuestión más imaginaria -, a partir del Seminario V en adelante, se plantea algo en relación a lo real y ahí me parece que empieza, justamente, a aparecer la cuestión del objeto. Podríamos decir que a nivel de la relación verdadera, de lo que yo recién llamaba alteridad verdadera, hay sobredeterminación, el sujeto está sobredeterminado. Pero hay una diferencia entre determinación y causa.  ¿Cuál es? ¿Cómo la piensan? ¿Son lo mismo determinación y causa? ¿Azar o destino? ¿Cómo piensan esta relación, los amantes de Woody Allen, esta vinculación?

Mariela Morrison:- El deseo está sobredeterminado por los significantes del Otro.

Luis F. Langelotti:- ¿En qué sentido, a ver?

Mariela Morrison:- Y en que los significantes del Otro aluden al sujeto y si el deseo es del sujeto también va a estar atravesado por los significantes del Otro.

Luis F. Langelotti:- Ahí se plantea una pregunta en relación a eso: el deseo, ¿es del sujeto o está atravesado el sujeto por el deseo? Porque vos lo decís muy bien: la sobredeterminación es del sujeto. Entonces, parecería ser que la causa corresponde a otro nivel, en función de lo que vos planteás. Uno podría decir: bueno, la sobredeterminación es del sujeto. ¿Y la causa? ¿Causa de qué?

Juan Sist:- Lo pienso con una imagen, con un embudo. La sobredeterminación vendría cerrándose y la causa expandiéndose. La determinación la pienso más del nivel del significante; la causa, por ahí, a nivel del objeto.

Mariela Morrison:- A nivel de lo real.

Luis F. Langelotti:- Bueno, son distintas maneras de aludir a lo mismo. A ver, ¿qué piensan de la sobredeterminación? ¿A qué registro corresponde? ¿Qué es lo sobredeterminado? ¿Cómo piensan la sobredeterminación? Por ejemplo, el esquema Lambda.

Mariela Morrison:- A nivel simbólico. Justamente, sobredeterminación, estar sobredeterminado por los significantes del Otro, sujetado a su discurso,

Juan Sist:- La historia.

Mariela Morrison:- Como esta elección forzada de la neurosis. La “elección de neurosis” es una “elección forzada” porque está sobredeterminada.

Luis F. Langelotti:- Hay una sobredeterminación. Bien. ¿Y entonces, a nivel de la causa?

Mariela Morrison:- Y yo lo pensaría más desde lo real, de lo que viene de lo real y que hay que tolerar.  

Luis F. Langelotti:- ¿Y qué es lo real?

Juan Sist:- Lo que esa determinación no puede decir. Lo que escapa a esa determinación. Estábamos hablando del deseo como lo que no puede ser nombrado. Bueno, eso escapa a esa determinación.

Luis F. Langelotti:- ¿Y cómo articularían estos dos términos en el sentido de la dirección de la cura: causa y sobredeterminación? ¿Cómo se les ocurre?

Juan Sist:- Ideales: sobredeterminación.

Luis F. Langelotti:- Lo ideales del lado de la sobredeterminación. ¿Y el analista operaría a favor de esos ideales, por ejemplo, colocándose en el lugar del Ideal?

Juan Sist:- No. Porque estaría nombrando el deseo.

Mariela Morrison:- Se estaría identificando con el analista directamente, el sujeto.

Luis F. Langelotti:- A ver, ¿por qué el analista no tiene que nombrar el deseo? ¿Por qué se les ocurre? Cuestionémoslo, ¿no?, para no tomarlo como algo que vaya de suyo.  

Juan Sist:- Y porque si no ¿por qué hablaría más? Tantas veces dijimos que el análisis es una experiencia dialéctica, en la que se habla. Si estaría el analista que te contestaría lo que querés escuchar, en algún punto…

Luis F. Langelotti:- Bueno, si el analista contesta lo que el sujeto quiere escuchar, no es analista. Porque analista no es algo que “sea”, analista es un acto, una operatoria. El analista es analista, justamente, cuando opera como analista: siempre es a posteriori.  

Mariela Morrison:- Por ahí el deseo es aquello que el sujeto, en realidad, no quiere escuchar.

Luis F. Langelotti:- Pero, a ver, mantengámonos dentro de los límites de esa pregunta: ¿Por qué no sería lo conveniente, como esa frase de Lacan, “la psicoterapia lleva a lo peor”…? ¿Por qué el psicoanálisis y no una psicoterapia? Digo, para tomar las cosas desde lo más fundamental ¿Por qué el psicoanálisis y no una psicoterapia? ¿Por qué no decirle al paciente lo que tiene que hacer, ordenarle la vida…?

Deborah Guerrero:- Sería el deseo del analista, no del sujeto. Si el que lo nombra es el analista, ¿dónde está el sujeto?

Luis F. Langelotti:- A ver si te entiendo. Sería el deseo del sujeto de aquel que se dice analista. Porque el deseo del analista es otra cosa. Es más interesante. Para diferenciarlo, por esto que decía antes. El analista, no sustancializarlo, no hay ser del analista, no es “alguien” analista sino es un acto analítico. Me parece sumamente interesante lo que planteabas vos porque, justamente, ahí interfiere el deseo del sujeto de aquel que se supone tiene que “ser” analista. O sea que se plantea una diferencia entre el deseo del analista y el deseo del sujeto del analista. En sentido estricto, podríamos decir que Freud, la resistencia de Freud, es justamente no vaciarse de su deseo como sujeto. Querer que el Sr. K… y Dora estén juntos. Que Dora “confiese” su deseo, podríamos decir. Y Lacan va a definir el deseo del analista – me parecía muy interesante esto que se planteaba en relación a los ideales como la vertiente de la determinación -, porque justamente el deseo del analista lo define así Lacan: como aquel que busca la máxima diferencia entre el Ideal y el objeto a. O sea, entre la sobredeterminación y la causa. O sea, la disyunción que planteábamos recién entre lo que es sobredeterminación - de un sujeto - y, por otro lado, lo que es la causa - la causa del deseo. Podríamos decir que está la determinación del sujeto y la causa es la causa del deseo. O sea, justamente aquello que le posibilitaría a un sujeto, des-alienarse o separarse, como lo va a decir Lacan, de los significantes que lo sujetan como sujeto. Si hay una apuesta del psicoanálisis al deseo es porque justamente el deseo, va a decir Lacan, es lo que permite asir a un sujeto a un destino singular. Lo que permite singularizar a un sujeto.  

Juan Sist:- Por eso, el analista como causa del deseo. La apuesta al deseo. Si busca el deseo para singularizar al sujeto es para escapar a toda la vertiente de ideales y determinaciones, justamente lo que no tiene que ver con lo singular, que tiene que ver con la familia…

Luis F. Langelotti:- Claro, exactamente. Que el analista pueda ser la causa del deseo - “semblante de objeto a”, va a decir Lacan – es que el analista tiene que preservarse, más allá de lo que se juegue en el orden de la transferencia, desde su deseo de analista, tiene que preservarse de quedar justamente entrampado en esa gran escenificación que es, digamos, la realidad neurótica. Tiene que poder correrse de esa puesta en escena de los ideales que es la realidad neurótica. O sea, la función del analista es, en algún punto, una operatoria destinada a cierta sustracción del sujeto de una escena que se repite. Y a partir de ahí comienza la Historia. Como me decía una paciente que “no quería hablar de su historia”, “¿hasta cuándo la historia?”… Pero todavía no empezó su historia. Todavía no hay historia de la que hablar. Al menos no, en el sentido de un sujeto historizado. Utilizo esta expresión en el sentido de poder diferenciar al sujeto, digamos, capturado en una trama en calidad de objeto – no sé si era aquí donde hablamos en relación a la consistencia desgraciada. ¿Acá lo hablamos? Esto de que, a nivel del fantasma, no hay más que consistencia desgraciada del sujeto.    

Mariela Morrison:- Hoy leía justamente con respecto a la dirección de la cura y a la posición del analista, esto de que el analista se tiene que ubicar como objeto a. Pero vaciar al objeto a de goce y encaminarlo como causa de deseo, mostrarle al sujeto que este objeto a falta y ya mostrarle que falta lo hace convertirse en causa de deseo. El objeto a en el fantasma se encuentra en un estado de goce fantasmático. Es algo recuperado en el fantasma. Y es el analista el que tiene que ocupar el lugar, temporalmente, del objeto a para vaciarlo de goce.

Luis F. Langelotti:- Bueno justamente se plantea, no sé si llamarle “competencia” pero como un desafío entre el analista y el fantasma. A ver a dónde va a parar la pulsión, podríamos decir, o el deseo. Esto en realidad lo plantea G. Lombardi como una “competencia” entre el analista y la alucinación, en el caso de la psicosis, por el lugar del objeto a. Cuanto más causa el deseo el analista, digamos, más se sustrae el lugar de objeto perturbador de lo que tiene que ver con la alucinación psicótica. Pero lo podríamos pensar como algo válido, una fórmula válida para la neurosis. En el sentido de que en la medida en que el analista logre sustraer algo de esa libido que está ahí, digamos, fijada - a nivel del fantasma, del síntoma -, bueno ahí algo se puede mover. Lacan en el Seminario X plantea algo así como que “el amor es lo que permite condescender el goce al deseo”. ¿Cómo la entendieron?

Deborah Guerrero:- Que lo encausa, que el amor es lo único que puede “unir” la vertiente del goce con la vertiente del deseo.

Luis F. Langelotti:- Y en relación a la transferencia y la dirección de la cura, ¿qué puede querer significar? Vieron que Freud habla de un “amor de transferencia”.

Mariela Morrison:- Lacan va a decir que en la transferencia existe un amor real.      

Luis F. Langelotti:- Es amor. Que no es algo ilusorio, que no es más ilusorio que un amor cualquiera. Bien. ¿Y qué quiere decir esto, esta frase, lo de “condescender el goce al deseo”? ¿Cómo la pensarían?

Juan Sist:- “Condescender”, ¿cómo? ¿En qué sentido?

Luis F. Langelotti:- ¿Qué quiere decir “condescender”?  

Deborah Guerrero:- A mi me sonaba a eso: encausar.

Luis F. Langelotti:- Bueno, podríamos decir: arreglarse. Le permite al goce arreglarse al deseo. Orientarse en relación al deseo. Por lo menos es la lectura que hago yo. Bueno, quizá, vincúlenlo con lo que planteaba Mariela del analista ubicándose en el lugar del objeto a. Este vaciamiento del goce.

Deborah Guerrero:- ¿Es lo que puede transformar a un sujeto de goce en un sujeto deseante? ¿Sería decir lo mismo?

Luis F. Langelotti:- Bueno, es una lectura. Es una lectura interesante. ¿Y como sería eso, a ver? Si lo abrimos un poco más, ¿qué quiere decir? En términos clínicos, más “palpables”, no tan teóricos. ¿Cómo lo piensan? Esto de transformar un sujeto de goce en un sujeto del deseo.

Juan Sist:- Ya el “sujeto de goce” ya no lo entiendo, asi que…

Luis F. Langelotti:- Bueno, un sujeto que goza, en relación a lo que planteaba Mariela, a nivel del fantasma. O sea que goza sintomáticamente, que tiene un síntoma. Pensémoslo en ese sentido. Un sujeto afectado por un síntoma. En ese sentido.

Mariela Morrison:- Y empezar a encontrar un poco la verdad de su síntoma. La verdad en el síntoma. O sea, empezar a correrlo de esa posición de goce para que empiece a través del discurso a aparecer algo del deseo. Porque lo que plantea Lacan es que sólo a través del discurso y de la asociación libre es cuando empieza a aparecer algo del deseo en juego.

Luis F. Langelotti:- Algo del deseo del sujeto. Bien. O sea, ese más allá de la Demanda.  

Mariela Morrison:- Claro, porque en realidad se presenta de manera, digamos, disfrazada de lo que realmente es. El deseo se perfila en el discurso de una manera en que lo muestra pero no lo muestra. Es como que hay que saber captar ahí, en el discurso del sujeto, lo que se está poniendo en juego a nivel del deseo.

Luis F. Langelotti:- Sobre todo, lo que tiene que ver con poder puntuar lo que son las rupturas de un discurso que se presenta como absolutamente homogéneo. “Soy así, soy así, soy así y soy así.”    

Deborah Guerrero:- Y no puedo.

Luis F. Langelotti:- “No puedo, siempre me pasa esto…”, la impotencia como del lado del sujeto. Entonces, se me ocurría plantear una frase: hablar es sustraerle algo al Saber. O sea, vinculado con esta cuestión: “Yo soy así, no puedo…”, estas cuestiones, ¿no? Esta certeza neurótica. Que no es la certeza psicótica. Esta certidumbre, podríamos decir, esta creencia.

Bien, entonces, volviendo un poco más atrás, se planteaba esta cuestión del analista en lugar de semblante de objeto a, o sea, semblante de la causa del deseo.

Mariela Morrison:- ¿Qué es “semblante”?

Luis F. Langelotti:- “Como si”. Semblante sería algo así como: aparenta la causa del deseo, haces-las-veces-de… la causa del deseo. Más allá de la transferencia imaginaria y de la transferencia simbólica, lo que se plantea en el sentido de una transferencia real. Bien. Y habíamos planteado este deseo del analista, este deseo del psicoanalista, como algo diferente del deseo del sujeto de aquel que estaría en el lugar del analista. Como algo que, justamente Lacan va a decir que no es un deseo puro, porque justamente es un deseo que busca algo. Y lo que busca es esta diferencia, esta máxima diferencia  - esta diferencia absoluta, podríamos decir -, entre lo que es del orden de la causa, real, y lo que es del orden de la sobredeterminación significante, simbólica. Lo que tiene que ver con el Ideal y lo que tiene que ver con el objeto a causa del deseo. En la medida en que el analista se pueda sustraer del lugar del Ideal, bueno, ahí algo del orden del objeto del deseo puede ponerse a jugar. Esta frase que me parece sumamente interesante del Seminario IV, que siempre que tengo la oportunidad la traigo. Lacan dice, en la Clase II del Seminario IV: “Nunca, en nuestro ejercicio concreto de la teoría analítica podemos prescindir de una noción de la falta del objeto con carácter central. No es negativa sino el propio motor de la relación del sujeto con el mundo.”  O sea, no es algo que ponga al sujeto en déficit la falta de objeto, sino es lo que le posibilita vincularse…

Deborah Guerrero:- La búsqueda…

Luis F. Langelotti:- La búsqueda, exactamente. Y utiliza la palabra “motor”. Una de las definiciones de la palabra “motor”, según el Diccionario de la Real Academia Española – y como es real, suponemos que no engaña -, es: “que mueve”. O sea, motor es: “que mueve”. O sea, la falta de objeto, mueve al sujeto. De lo cual se deduce que si se plantea el deseo en inhibición – este deseo sujetador o fijador – hay algo del orden del objeto que, justamente, no está perdido. Podríamos decir, o está construido de manera tal que la falta del objeto está tapada, velada. Está atrancado el deseo. Bien. Muy probablemente se trate del sujeto mismo, a nivel de la trama, identifijándose, identificándose con ese objeto que falta en el campo del Otro en la medida en que el sujeto se hace, para decirlo freudianamente, el falo de la madre, ¿no?, aparece como objeto en la trama. Y ahí es la Historia del Otro. O sea, de lo que se trata es de la versión del Otro. De la versión más o menos desgraciada, más o menos feliz que el Otro forjó, que el Otro pensó para mí y que yo actúo. El sujeto, para plantearse como sujeto en el sentido de una singularidad, tiene que pagar el precio por su Historia. Eso es lo que plantea el psicoanálisis: que la castración no va de suyo, sino que el sujeto tiene que pagar un precio, tiene que hacer un duelo, como lo plantea, justamente, Hamlet, ¿no? Que se “bate a duelo” con Laertes. Tiene que hacer un duelo, tiene que emanciparse, digamos, de ese objeto que no quiere abandonar.

Mariela Morrison:- Este objeto que no quiere abandonar, ¿tiene que ver con el Ideal?

Luis F. Langelotti:- ¿Por qué? A ver.

Mariela Morrison:- Como ideales del Otro y no del sujeto. Como significantes por los cuales está sujetado, con los cuales, digamos, se construye el yo – para decirlo de alguna manera.  

Luis F. Langelotti:- Bueno, son justamente esos significantes que garantizan la propia ontología, que le dan una consistencia el sujeto. Lo interesante sería reducirlos a ese estatuto de significantes, porque el sujeto los toma como objetos. Y justamente en función de eso genera sus relaciones imaginarias. Bien. El objeto a, ¿de qué se trata?

Mariela Morrison:- Bueno, Lacan va a empezar a hablar del objeto a, en el Seminario X que se titula La angustia, no lo hace sin motivo en ese Seminario sino va a decir que justamente la angustia es la traducción subjetiva, la única posible, del objeto a. La angustia es la traducción subjetiva del objeto a. Va a decir que el objeto a es aquel objeto que encontramos en la fórmula del fantasma, que se encuentra “a la derecha”. En esa fórmula del fantasma como “soporte del deseo”. Entonces, en la Clase VIII, que justamente se titula “La causa del deseo”, Lacan va a partir del deseo y va a preguntarse, en relación al objeto del deseo, si el objeto está por delante o está por detrás.  

Luis F. Langelotti:- ¿Por delante o por detrás de qué?

Mariela Morrison:- Del sujeto, digamos. Del deseo, mejor dicho. Si el objeto se encuentra adelante en el sentido de una intención - de algo hacia lo cual el sujeto tiene una intención de ir a tomar  -, o si el objeto se encuentra en realidad por detrás del deseo, como causándolo. Ahí es cuando toma la noción de causa y va a decir que el objeto en realidad se encuentra por detrás. El objeto del que habla es el objeto a. Va a decir que el objeto a como causa del deseo se encuentra por detrás del deseo.

Luis F. Langelotti:- Causa-del-deseo.

Mariela Morrison:- La primera vez que nombra en esta lectura al objeto a, lo nombra como objeto causa del deseo. Después quiere averiguar dónde se ubica el objeto a. Entonces, Lacan va a decir que es importante hablar de una exteriorización antes de cualquier interiorización, de que hay un exterior. Y que en ese exterior está el objeto a. Ese exterior dice que es anterior a la constitución del yo y que, justamente, el yo en su constitución se recorta y lo que queda por fuera, ese resto vendría a ser el a.

Luis F. Langelotti:- Lo que queda por fuera de lo especular.

Mariela Morrison:- Exactamente. Digamos que esa es la segunda denominación que marca con respecto al objeto a. Después va a tomar, en la Clase IX, va a tomar el Esquema de la división subjetiva, en el sujeto, para explicar también el objeto a. Y va a decir que el objeto a surge justamente de la relación entre el sujeto y el Otro. Que de esa relación entre el sujeto y el Otro, surge un resto. Ese resto es el objeto a. O sea, como resto de una operación en la cual el Otro, que es el que tendría que tener las garantías, no las tiene, se encuentra con un Otro barrado y de eso, digamos, de esa operación surge este resto.

Luis F. Langelotti:- La libra de carne.

Mariela Morrison:- La libra de carne. Bien. En relación al objeto a, después Lacan va a hablar de lo que es pasaje al acto y acting out. Va a decir que la forma en que el sujeto se relaciona con a, tiene como característica fundamental el hecho del dejar caer, en el sentido del pasaje al acto. La relación del sujeto con a, es un dejar caer que se puede justamente asimilar al pasaje al acto. Cuando Lacan explica el pasaje al acto va a decir que el sujeto - que se encuentra en una escena, que es lo que le permite mantenerse en el estatuto de sujeto, el encontrarse en una escena -, se precipita de esa escena y se arroja de esta escena hacia el mundo. El mundo en tanto que real. Por lo tanto es una identificación del sujeto con el objeto a, el pasaje al acto.  

Luis F. Langelotti:- ¿El objeto a como causa del deseo o como este desecho, este resto?

Mariela Morrison:- Como el desecho. Yo lo trataba de pensar así: en la fórmula del fantasma que es así [($a)], lo que sucede en el pasaje al acto es que esto [◊] se elimina y el sujeto se identifica directo con a. Si justamente está hablando de que el objeto a que tanto nombra es el de la fórmula del fantasma y habla de la relación del sujeto con el objeto a, entiendo que el pasaje al acto es justamente el salir de la escena imaginaria, simbólica, y dar un paso al mundo en tanto real. O sea, identificarse directamente con el objeto a, con lo real. Que se produzca un borramiento de esto [◊].

Juan Sist:- ¿El objeto del fantasma es un objeto real, es el objeto causa del deseo? ¿El objeto del fantasma sería el objeto causa del deseo?

Mariela Morrison:- El objeto del fantasma es el objeto causa del deseo.

Luis F. Langelotti:- Bueno, es el objeto a. Sólo que ahí no está como causa del deseo, justamente, porque está “por delante”, es la zanahoria que busca el burrito.
Bueno. Es una manera de pensarlo. Como esta identificación del sujeto con el objeto y la estructura del pasaje al acto, esta caída del losange. Porque de hecho, tomemos un ejemplo del pasaje al acto: Dora, cuando le da el cachetazo al Sr. K…, nosotros planteábamos la posibilidad de pensar el fantasma de Dora, en realidad, la frase que le dice el Sr. K… a Dora, ¿cuál era? ¿Qué frase?

Mariela Morrison:- “Mi mujer no es nada para mí”

Luis F. Langelotti:- Claro, y nosotros habíamos dicho: “Mi mujer me chupa un huevo”, como algo en el sentido de lo oral y de lo gozable oralmente que aparece la mujer en el fantasma de Dora. En ese sentido, se podría pensar en esta caída del losange cuando hay algo del discurso del otro que autentifica “en lo real” el fantasma inconsciente del sujeto. Y esta identificación del sujeto al objeto que posibilita que se sustraiga de la escena, de esa escena a la cual no quiere verse reducida, Dora. Otra manera de pensarlo que se me ocurre también, es decir, bueno, en primera instancia, el sujeto se arma una escena en la cual está él mismo en relación al objeto para distanciarse de la completud del Otro. El sujeto no está en el fantasma, sino que en el fantasma aparece el sujeto identificado con un objeto. Ahí hay una consistencia imaginaria del sujeto, pero el sujeto no está en el fantasma. El sujeto no está en ningún lado. O sea, el sujeto es, justamente, algo evanescente.

Mariela Morrison:- Pero aún así, por más de que está identificado, justamente, con el losange el sujeto está separado, no está pegoteado.  

Luis F. Langelotti:- Exactamente. Esa es una lectura que está bastante ligada a la que hace Lacan. Justamente, el losange, aparece diferenciando al sujeto y al objeto. Pero podríamos decir también que el fantasma es aquella estructura que posibilita que el sujeto no quede pegoteado al Otro con mayúsculas. Si bien el fantasma es algo que vela la castración en el Otro, como solemos decir, ojo porque el fantasma es un recurso del sujeto para no quedar sometido a esta, digamos, completud del Otro. O sea, el fantasma es el modo en cual el sujeto toma la palabra, podríamos decir, como cuando Juanito se inventa una fobia para no quedar pegoteado a esa omnipotencia radical del Otro. En la página 171 del Seminario IV, Lacan dice: “Aquí se sitúa finalmente la famosa magia que la teoría analítica atribuye siempre de forma tan confusa a la idea de omnipotencia. Como ya les he dicho, la estructura de la omnipotencia no está, contrariamente a lo que se cree, en el sujeto, sino en la madre, es decir, en el Otro primitivo. Quien es omnipotente es el Otro.” Bien, o sea, para poder sustraerse de esa vertiente de omnipotencia, en la cual el Otro es la Ley misma – el Otro impone la Ley, el Otro es la Ley -, para poder sustraerse de vertiente de la Ley, está el fantasma. El fantasma es el recurso neurótico en el cual el neurótico sostiene este deseo que le permite defenderse de este Otro, que podemos llamarlo Otro del goce.   

Mariela Morrison:- Por eso en el pasaje al acto queda algo del deseo aplastado, ¿no?

Luis F. Langelotti:-  En el pasaje al acto podríamos decir que, en efecto, que hay algo del fantasma que ahí no le sirve al sujeto para defenderse, y justamente, el último recurso que le queda es sustraerse radicalmente del Otro como ese objeto mismo. O sea que el pasaje al acto pone en juego algo de un empuje-a-lo-real. Empuje a lo real en el sentido de que va más allá de lo simbólico-imaginario que se plantea a nivel de la identificación en el fantasma. A mí siempre me parece interesante vincular el pasaje al acto con esta tendencia que le atribuía Freud a la pulsión de muerte. No sé si acuerdan. Como esta tendencia al retorno a un estado anterior, o sea, algo más allá de la vida, lo inorgánico. Bueno, para Lacan, “la vida” tiene que ver con el Otro simbólico, esa es la vida, o sea, el Otro con mayúsculas. En ese sentido, hay como una tendencia, a nivel del pasaje al acto, que se vincula con esta idea de la pulsión de muerte en Freud, en el sentido de un empuje, cuando decimos “a-lo-real”, un empuje a un estado, que podríamos llamar, “pre-lingüístico”, o sea, previo al significante. A nivel del pasaje al acto, el sujeto se quiere salir del Otro, a como dé lugar. Es el último recurso que le queda para sustraerse. Corta el lazo con el Otro.   

Deborah Guerrero:- Hay un ejemplo que pone (…) que es el ejemplo del caso de la “Joven Homosexual”. El padre la ve con la pareja y ella decide tirarse de un puente.

Luis F. Langelotti:- Ese lo trabaja Lacan, en el Seminario X, justamente en esta Clase número IX. Lo que plantea Lacan es eso, que ese es un pasaje al acto.

Mariela Morrison:- Dice que es el momento de mayor embarazo del sujeto…

Luis F. Langelotti:- Plantea dos condiciones, no sólo el embarazo.

Mariela Morrison:- Y a eso se le tiene que adicionar un comportamiento emocional desordenado.

Luis F. Langelotti:- La emoción, exactamente. Embarazo y emoción.

Mariela Morrison:- Igual me quedé pensando lo siguiente. Vos decís que el pasaje al acto es un poco, por parte del sujeto, cuida algo de su deseo, ¿dijiste?

Luis F. Langelotti:- ¿Por parte del sujeto?

Mariela Morrison:- ¿Cuida algo de su deseo, puede ser que hayas dicho? Como último recurso del sujeto cuando tambalea el fantasma.

Luis F. Langelotti:- Exactamente. Podríamos pensarlo como preservarse de esta “fagocitación” amenazante y temida por parte del Otro.

Mariela Morrison:- Pero el acting out, también podría ser pensado como un recurso del sujeto para, digamos, cuando tambalea el fantasma.

Luis F. Langelotti:- Absolutamente. Pero es un recurso muy diferente del pasaje al acto. Es otra cosa.

Mariela Morrison:- Es entrar en la escena, no salir.

Luis F. Langelotti:- Es convocar al Otro. Exactamente. Así lo plantea Lacan.

Mariela Morrison:- Se puede pensar justamente la diferencia como entrar… Yo lo que entendí del acting out, que es una conducta que se muestra, que se muestra todo el tiempo, siempre va dirigida a Otro, en este caso al analista, llama a la interpretación pero que en realidad lo que se está mostrando es el objeto a, velado, se está mostrando algo del deseo del sujeto.   

Juan Sist:- ¿Eso en el acting out?

Mariela Morrison:- Sí.

Luis F. Langelotti:- El acting out es transferencia. Sólo que es transferencia “salvaje”, o sea, “hay que hacer entrar al caballo”, dice Lacan. El caballo está girando por ahí hay que meterlo en el establo. Para que se ponga loco pero acá adentro, en las cuatro paredes del consultorio. O sea, justamente a nivel acting out, va haciendo transferencia con cualquiera por cualquier lado. Algo de este sesgo adquiere la transferencia en la psicosis. Sigue la vía del acting out, por lo general, hay transferencia pero es una transferencia desbocada. Es una transferencia que no plantea la particularidad que se plantea en una estructura neurótica, justamente. Pero es muy diferente del pasaje al acto, son dos cosas muy diferentes. El pasaje al acto ya es el corte con el Otro. De lo cual se deduce que hay una alienación radical al Otro, por eso la magnitud del corte.

Juan Sist:- O sea, ¿uno es el corte y otro es un llamado al Otro?

Luis F. Langelotti:- Exactamente. Si Lacan lo plantea de distintas maneras el acting out. Lo piensa en relación a que el analista se “corrija” un poco, que se está equivocando y también lo piensa como algo positivo en el análisis, no siempre tiene la misma idea. A nivel del Seminario X y del Seminario III, ya lo vamos a leer, cuando plantea el caso de Kris de los “sesos frescos”, plantea esto, como que el analista la está “pifiando”. En cambio, en Seminarios posteriores va a decir que el acting out, en la medida en que plantea algo del orden de… ahora recuerdo, creo que es el Seminario XV, diferencia lo que es… él dice, por un lado, “yo no soy” y por otro lado dice “yo no pienso”. El “yo no soy” es interesante, va a decir Lacan, porque el “yo no soy” tiene que ver con, bueno, justamente, con cierta destitución subjetiva, cierta ontología del sujeto en la cual, digamos, sede goce cuando el sujeto dice “yo no soy”. O sea cuando el sujeto dice “yo no soy”, que se empieza a jugar la vertiente del acting out, eso hay que ligarlo con el deseo y con el inconsciente, y con la transferencia en el sentido de la asociación libre, “bueno, no soy, habló”. Vieron que hoy yo les decía “hablar es sustraerle algo al Saber”. Bueno, hablar es decir: “no soy”. En principio, porque no sé lo que el otro me puede responder y cómo dejarme parado. Me puede dar vuelta la cara y ya está, me transformó en otra cosa. “No soy”. En cambio, a nivel del pasaje al acto, en el Seminario XV, Lacan va a plantear que se juega algo del orden del “yo no pienso”. Hay una afirmación, pero impersonal, no de alguien que diga “yo”, sino que Eso se afirma. Se afirma el goce, se afirma una modalidad de goce del sujeto. El pasaje al acto de las toxicomanías, psicótico, hay algo de una afirmación de goce que va absolutamente en contra de lo que se plantea en el sentido del análisis. O sea, justamente, hay que poder sacar al sujeto del “yo no soy”. Esta consistencia de ser en la cual se plantea el pasaje al acto, en relación al pasaje al acto el sujeto no asocia: “Fue esto y me pasó esto” y ya está. Y como terceridad, que es lo más interesante para el psicoanálisis, está el acto. O sea, justamente como algo que no es ni el pasaje al acto ni el acting out.   

Juan Sist:- ¿Y qué es?

Mariela Morrison:- Tomar la palabra. Un acto, vos habías dicho el otro día, desde el punto simbólico, no un acto tanto desde la acción. Como cambiar de posición respecto al goce y encausarse hacia el deseo.

Luis F. Langelotti:- Claro fundamentalmente lo que se plantea a nivel del acto es, justamente, hacia lo que está orientado el análisis. A que el sujeto pueda llevar adelante un acto. Que pueda hacer una acción que exceda los parámetros de sentido, la sobredeterminación, tiene que ver con lo que estamos hablando. El acto es lo que va más allá de una conducta sobredeterminada, eso es el acto.   

Juan Sist:- Claro, va del mismo lado de la movilidad. (…) Las definiciones que dio del objeto a como causa del deseo. Entonces, yo pensaba, bueno, falta de objeto, motor de la relación del sujeto con el mundo ¿no?, y bueno, motor, “mueve”, es totalmente distinto a ser, lo pienso del lado del objeto. Se podría poner ahí lo que sería un sujeto y lo que sería un objeto. Objeto del discurso del Otro y esto de las determinaciones.  

Mariela Morrison:- En relación al fantasma, ¿no tendría justamente como que el objeto pasar de este lado, como causa?

Luis F. Langelotti:- Absolutamente. Una paciente plantea en relación a su ex pareja, que después de un tiempo sin verla, justamente, empezó a hacer cosas. Y dijo una frase muy interesante, dijo: “Ah, entonces es verdad que nos separamos”. La paciente misma ubica como referente cotidiano… es muy interesante lo que plantea, porque es así: el referente real de que la separación es real, es que empezó a hacer cosas, la otra persona. Esto es planteado, lo cual posibilita al analista intervenir en relación a lo que ella le pasa con su Otro que es de lo que está hablando en realidad, no a nivel imaginario sino a nivel simbólico. Porque esa sesión justamente termina así. “¿Vos estás diciendo que realmente no nos separamos?”, no pero no ella en relación a su ex pareja sino ella en relación a su madre, que tiene una relación como bastante particular. Pero es interesante el punto, el pie que le da al analista en ese punto, el hecho de decir, bueno, una separación es verdadera cuando el otro empieza a hacer cosas, cuando el otro empieza a ponerse en relación a otros objetos, cuando empieza a tener, porque a nivel del síntoma obsesivo o la inhibición podríamos decir “bueno, eso no me hace falta”, “¿para qué quiero más plata?”, “no me gusta ir a bailar”, esta ego-sintonía. Otra cuestión muy diferente es que el sujeto diga: “Me hacen falta un montón de cosas. Todo esto que antes yo no tenía me está haciendo falta. Me estaba haciendo falta.” Bien, esto en relación al acto. El acto, el sujeto define qué es un acto y el analista lo tiene que señalar en la medida en que haya respetado este otorgamiento de la palabra. Lo que es un acto para un paciente puede no serlo para el otro. Para un paciente con parálisis cerebral puede ser un acto hacer este movimiento [asentir] para decir que quiere hacer pis. En lugar de que “lo lleven”, ¿no? Eso puede ser un acto.

Juan Sist:- El objeto a del lado derecho implicaría una actuación, o sea, actúa, y desde el otro lado implicaría un acto porque ahí ya hay movilidad. En cambio, del otro lado es la  consistencia, esa que no va a… o si hay movilidad en la medida en que actuando, o sea, a un guión previo.

Luis F. Langelotti:- Lo actúa, exactamente. O sea, por más que se mueva mucho, no hace nada. Por más que fenomenológicamente esté haciendo mucho, puede trabajar cuatrocientas horas en un trabajo que no le guste, ahora no le dedica ni un minuto a lo que le gusta. O sea, a nivel fenomenológico puede hacer un millón de cosas, el acto es simbólico. No es fenomenológico, no tiene que ver con la acción motriz.


[Continuación de la lectura del Seminario 3  a partir de la página 50]

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