"Misceláneas porteñas no es una novela, es un entramado o un plexo
relacional de hilos desemejantes que se anudan, se rozan, se imbrican y no. Es
una apuesta al relato en tanto relato. Sin mayores sobresaltos en cuanto a los sentidos,
la argumentación o la elaboración de los personajes, pero tampoco cayendo en un
elogio a la intrascendencia, el tedio o la vaguedad, dado que ciertos
acontecimientos, escenas y reflexiones representan un cachetazo seco para el
adormecimiento del lector. Su política es la del decir en cuanto decir: describir, reflexionar, crear, conectar,
proponer, recordar. Historizar. Más
que “idea”, el deseo de narrar y de narrarse, de detenerse y de caminar en la
literalidad-litoralidad de la letra,
como soporte material de toda enunciación posible (a falta de voz en la escritura, sostén concreto de
la función de la palabra), y en la que no hay inmersión, profundidad, ni “consumación
mística” en una supuesta realidad pre o pos-lingüística. Todo es y no-todo
sucede en los márgenes de la territorialidad de lo escrito y su evocación, tan eterna como perecedera a la vez, de
esta existencia nuestra, que es fragmento,
azar y contingencia. Pero también: recurrencia, estereotipo, frase hecha, lugar común y rutina. Diálogo, barrio,
calle, bondi. Todo esto, sin desconsiderar la presencia de una cantidad otros
elementos que le dan mayor sofisticación al asunto: pregunta, simbolización, amor,
olvido, elección, deseo sexual, muerte, angustia."
El autor.
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