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Psicoanálisis y decolonialidad



“Si triunfa, la Revolución nacional será socialista; si se corta su aliento, si la burguesía colonizada toma el poder, a pesar de una soberanía formal, queda en manos de los imperialistas.”
(JEAN PAUL SARTRE - prefacio de Los condenados de la tierra de Frantz Fanón)

“En su monólogo narcisista, la burguesía colonialista, a través de sus universitarios, había arraigado profundamente (...) en el espíritu del colonizado que las esencias son eternas a pesar de todos los errores imputables a los hombres. Las esencias occidentales, por supuesto. El colonizado aceptaba lo bien fundado de estas ideas y en un repliegue de su cerebro podía descubrirse un centinela encargado de defender el pedestal grecolatino. Pero, durante la lucha de liberación, cuando el colonizado vuelve a establecer contacto con su pueblo, ese centinela ficticio se pulveriza. Todos los valores mediterráneos, triunfo de la persona humana, de la claridad y de la Belleza, se convierten en adornos sin vida y sin color. Todos esos argumentos parecen ensambles de palabras muertas. Esos valores que parecían ennoblecer el alma se revelan inutilizables porque no se refieren al combate concreto que ha emprendido el pueblo.”
(FRANTZ FANÓN - Los condenados de la tierra)

Algunos años antes de que se desatara la más feroz de las dictaduras nacionales, Eduardo Galeano ya advertía que:
“El capital imperialista captura los mercados por dentro, haciendo suyos los sectores claves de la industria local: conquista o construye las fortalezas decisivas, desde las cuales domina al resto.”[1]
Desde ya, nunca sin la complicidad de los socios locales puesto que, como se sabe, “son los centinelas quienes abren las puertas”[2]. Los procesos dictatoriales latinoamericanos no estuvieron sino orientados a acentuar y a solidificar el proceso económico neoliberal en la región. Esa fue su misión: instalar el neoliberalismo en Sudamérica de manera definitiva. Que el Capital hincara el diente en nuestra carne nativa, para no sacarlo nunca más. Vampirismo económico, cultural, ideológico, científico. Colonizar y desposeer. Doble movimiento de una «voluntad de poder» sin precedentes.
Por otro lado, nadie duda a esta altura de que fue Marx quien mejor analizó científicamente el nivel económico del modo de producción capitalista, a través de su materialismo histórico (la ciencia de los modos de producción). Este filósofo, también nos legó una teoría filosófica: el materialismo dialéctico, cuyo objeto de estudio no es la “teoría del conocimiento” en sí misma sino en tanto que historia de la producción de conocimientos (poder diferenciar entre ciencia e ideología). Ahora bien, como señalara Louis Althusser:
“… esta teoría [del conocimiento] no puede ser más lo que era en la filosofía idealista clásica: una teoría de las condiciones formales, intemporales del conocimiento, una teoría del cogito (Descartes, Husserl), una teoría de las formas a priori del espíritu humano (Kant), o una teoría del saber absoluto (Hegel).”[3]
Se trata de poder pensar la sobredeterminación social de toda producción de conocimiento válido. ¿Qué legitima un saber? La infraestructura, para Marx, sabemos que es el nivel económico, es decir, aquello que opera como siendo “en última instancia determinante”. El nivel jurídico-político y el ideológico representan la superestructura. Mediante la teoría materialista y el método dialéctico, podemos establecer la crítica de todo conocimiento que se presupone verdadero en sí mismo y denunciar cómo la ideología burguesa admite en tanto válidos y valiosos únicamente aquellos saberes que dejan inmutable el orden de dominación establecido.     
En este punto, podemos establecer una analogía quizá apresurada pero no por ello menos interesante entre el pensamiento marxista y el campo freudiano. Freud no fundó la ciencia de la historia pero sí la ciencia de los sueños en tanto textos significantes pasibles de ser interpretados, leídos, analizados. Hasta acá, no estamos diciendo nada nuevo. Pero lo importante de destacar, retomando el problema de la producción de conocimiento universal, es que para Freud las teorías no son más que elaboraciones fantasmáticas destinadas a velar cierto real atinente a la cuestión de la angustiante castración. De este modo, podríamos decir que, al igual que la ideología del burgués, el fantasma del neurótico admite en tanto válidos y valiosos únicamente aquellos saberes que dejan intocable el problema de la castración en la madre (el Otro).
Llegados aquí, nos atrevemos a lanzar una primera pregunta fulminante: ¿hemos ido los psicoanalistas (freudianos, lacanianos, eclécticos y demás) acaso más allá de una lectura obsesiva o histérica del discurso de Freud? ¿La lectura perversa y/o psicótica acaso representan una verdadera salida de este brete? ¿Qué sería una lectura obsesiva? Aquella que supone saberlo todo y que ya nada queda por decir, la que articula una demanda de muerte hacia el discurso analítico mismo. La que busca dominar la compleja realidad por la simpleza del concepto, la que le supone efectivamente mayor predominio al pensamiento sobre el ser y que no distingue entre lo real y el conocimiento. La que reintroduce el subjetivismo, por un lado, y el idealismo filosófico en la clínica, por el otro.
Una lectura histérica es la que nos deja siempre insatisfechos e impotentes o también la que nos vende una versión color de rosa, demasiado idealizada de la teoría, de la praxis, de la práctica psicoanalítica. La que se identifica con el amo y desde allí, como se dice, “nos vende humo”. Todo será maravilloso de dedicarse al psicoanálisis, porque el goce y la castración son algo tan lindo y tan divertido, que vale la pena entregarse a la experiencia. Obviamente, detrás de ese rostro carismático, se oculta lo siniestro: no sólo no se puede sino que no se debe saber más que hasta cierto límite arbitrario. Y punto.
Entonces, ¿cuál es la lectura más conveniente para revalorizar el pensamiento (freudiano)? La lectura más interesante -el discurso o la interpretación a compartir y discutir- debería ser aquella que pueda ir más allá tanto de la ideología burguesa o dominante así como del fantasma neurótico o perverso. Una posición que no sea la justificación teórica del status quo ni su reproducción intelectual (síntoma).
Tal vez, la eficacia del capitalismo esté dado por la secreta articulación entre plus valía y plus de goce. Quizá, sea el primer sistema económico que logra enganchar a la perfección fantasma e ideología. Es decir, articular el macizo ideológico con la roca viva de la castración para, en función de ello, perpetuar de manera ilimitada el modo de producción neoliberal. Si todo queda para esta cosmovisión en el “individuo”, es decir, en el narcisismo, en buena lógica, no se querrá saber jamás nada del Otro en tanto barrado.
Retomando la pregunta de más arriba, respondemos con una nueva: ¿será acaso la lectura decolonial del pensamiento freudiano y lacaniano una respuesta a-sintomática o verdaderamente sinthomática del corpus teórico y conceptual heredado de estos maestros primermundistas?  
Dice Adrián Scribano:
“La continuidad de la vida [el deseo] no es una mera reproducción de la invariancia, sino más bien el recorrido superpuesto y multiforme de unas geometrías no previstas por la diagramática colonial.”[4]
Según Walter Mignolo:
“El concepto de emancipación, (…), pertenece al discurso de la Ilustración europea y sigue siendo usado hoy en la misma tradición. Es una noción común a los discursos tanto marxistas como liberales. (…) el hecho de que Ernesto Laclau, por ejemplo, opte por “emancipación” en vez de “liberación” [como Dussel] tendería a revelar que emancipación y liberación/ descolonización son dos tipos de proyectos ubicados en diferentes terrenos geopolíticos. La “emancipación” fue el concepto utilizado para afirmar la libertad de una nueva clase social, la burguesía…”[5]  
Por su parte, el sociólogo Paulo Henrique Martins, propone elucidar la articulación entre el pensamiento decolonial (liberador) y la crítica europea anti-capitalista y anti-utilitarista. De este modo, si bien va más allá del concepto marxista de emancipación, no llega tan lejos como Mignolo con su noción de «desprendimiento». Es por eso que para él:
“… no hay ruptura epistemológica entre el pensamiento crítico del Sur con relación el pensamiento moderno del Norte…”[6]
Paulo Henrique Martins destaca que Mignolo “se posiciona a favor de la desobediencia epistémica radical del Sur con relación a la tradición eurocéntrica.”[7] No obstante, sostiene que “esas propuestas son radicales sólo en apariencia pues quedan prisioneras de las representaciones geográficas clásicas de la modernidad, aquellas de las fronteras nacionales o continentales.”[8] Y agrega que “la palabra ´desobediencia´ es inadecuada para definir la naturaleza de ciertos procesos de cambios disciplinares y epistemológicos…”[9]  
Psicoanálisis: decolonialidad. ¿Cómo pensar su articulación? ¿Se trata acaso de tirar por la borda el propio descubrimiento freudiano y su resignificación crítica por parte del pensamiento de Jacques Lacan dado que representarían una teoría eurocéntrica? ¿O, en cambio, debemos incorporar el discurso analítico al paradigma decolonial para potenciar recíprocamente a ambos, teniendo en consideración que el pensamiento psicoanalítico es poderosamente anti-utilitarista y anti-capitalista (críticas que rescata actualmente Martins para nutrir la decolonialidad)?    



[1] Galeano, E.: “La estructura contemporánea del despojo” en Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI ed. Buenos Aires, 1974. Pág. 321.
[2] Galeano, E.: Ibíd. Pág. 325.
[3] Althusser, L.: “Práctica teórica y lucha ideológica” en La filosofía como arma de la revolución. Siglo XXI ed. México, DF, 2011. Pág. 30.
[4] Henrique Martins, P.: “La tensión esencial: las bandas mobesianas de un desafío permanente desde el Sur Global” en La decolonialidad de América Latina y la heterotopía de una comunidad de destino solidaria. Buenos Aires, Fundación CICCUS, Estudios Sociológicos Editora, 2012. Pág. 9.
[5] Mignolo, W.; Desobediencia epistémica: retórica de la modernidad, lógica de la colonialidad y gramática de la descolonialidad. Ediciones Del signo, CABA, 2014. Pág. 23. Es curioso que un lacaniano tan lúcido como Jorge Alemán no optase, al menos, por el concepto psicoanalítico de separación en lugar de este término de “emancipación”, a sabiendas de lo crítico que el pensador en cuestión es con la modernidad, con el liberalismo y con nociones tales como “crítica” o “deconstrucción”.     
[6] Henrique Martins, P.: “INTRODUCCION” en Op. cit. Pág. 18.
[7] Henrique Martins, P.: “Sur y Norte como orientaciones epistemológicas necesarias a la decolonialidad” en Ibíd. Pág. 47.
[8] Ibíd.  
[9] Ibíd.

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