Para comenzar con el coloquio de este año, quisiera
citar algunas reflexiones extraídas del Diario Tiempo Argentino que me servirán
de disparador para articular algunos de los conceptos psicoanalíticos y de lxs
autores que trabajamos este año. El primer periodista citado dice:
“La primera Conferencia Política de Acción
Conservadora (CPAC) realizada fuera de Estados Unidos se inauguró el 18 de
noviembre en Ciudad de México, bajo el lema «Dios patria y familia». Fue
cerrada al día siguiente con golpes en el pecho, rosarios bendecidos, rezos y
vivas a Cristo Rey. En dos jornadas, la franquicia latinoamericana de la Unión
Conservadora Estadounidense vio pasar en vivo y en directo o en forma virtual a
lo más selecto de la ultraderecha global, y gracias a la ofensiva de la Iglesia
Católica local se radicalizó y encontró un objetivo a golpear con el mejor
fervor antidemocrático: el presidente progresista Andrés Manuel López Obrador.
El encuentro en el Hotel Westin de Santa Fe, una zona rica de la capital, fue
una imponente muestra de opulencia. (…) Para que los lectores se hagan una
inmediata composición de lugar, sin necesidad de entrar en mayores detalles,
basta con citar algunos de los más refulgentes fascistas que estuvieron en el
cónclave, una larga lista de reconocidos enemigos de los DD HH y las
libertades. En persona o por Zoom dieron línea Donald Trump; el argentino
Javier Milei; el expresidente de Polonia Lech Walesa; Santiago Abascal, el jefe
del español Vox; los hijos de Jair Bolsonaro; el dictador guatemalteco
Alejandro Giammattei; el presidenciable chileno José Antonio Kast; Steve
Bannon, «pensador» de Trump; y una larga lista de etcéteras a sueldo entre los
que estuvo el senador norteamericano Ted Cruz, uno de los más recalcitrantes
enemigos de Cuba.” Andrés Gaudin
El segundo periodista comenta:
“Esta extrema derecha recupera al racismo, que es
aplicado contra los inmigrantes en los países del norte, y contra los pueblos
originarios en los países del sur. Siempre debe existir una amenaza «exterior».
La amenaza «interior», indispensable para este nuevo relato, es el comunismo
(aunque cueste creerlo…), o cualquier otra forma de organización social de
carácter colectivo. (…) Como funciona en base a absolutos, practican un cientificismo
y una religiosidad particulares. Para el cientificismo, han elegido en materia
económica la escuela austríaca, aquella que postula que todo debe ser
monetizado y mercantilizado, hasta el aire si fuera posible. De allí una
postura anti-estatista a ultranza. Otro absoluto es la voz de Dios, transmitida
por católicos tradicionalistas y pastores evangelistas, aquellos alertan sobre
la caída moral, estos expresan la primacía del individuo y la omnipresencia del
pecado. Representan el anti-igualitarismo.” (Eric Calcagno)
Este es el
contexto con el que nos encontramos los ciudadanos latinoamericanos hoy. Para
quienes en tanto artistas y/o psicoanalistas nos posicionamos del lado del
pensamiento crítico, ecologista, feminista y decolonial (lo que equivale a
decir anti-moderno), el panorama tiene una tonalidad preocupante que deberíamos
aprender a no subestimar. Esto nos enseña el psicoanálisis: al goce no se lo
subestima y la ultraderecha en avance tiene una relación complicada con el goce
y mucho más complicada con la abstinencia. Nos encontramos con un contexto
generalizado donde el límite está cada vez más debilitado. No hay situaciones
sociales que no den cuenta de esto que afirmo. En los ámbitos laborales, a
nivel familiar, educativo o en los lazos sexo-afectivos asistimos a un
espectáculo desregulado. “Todo vale”, esta sería en resumen la fórmula del
éxito posmoderno. Supuestamente, en esta suerte de hobbesianismo renovado,
convertirse en el lobo del otre aseguraría un triunfo implacable sin coste
alguno. Esa es la ideología actual: cualquier cosa es posible, no hay
consecuencias, no se paga ningún precio. Y esto no solamente afecta a les
jóvenes como quisiera creerse.
El contexto, como
veíamos, es rancio. La derecha, es decir, los fascistas fomentadores del
pensamiento único, o sea, del no-pensamiento, tienen poderosas herramientas de
persuasión. El marketing, la publicidad, los medios masivos de comunicación,
las redes sociales, etc. El sistema tiene canales harto eficaces de producción
de sentido y de reproducción del status quo. El sistema sabe a qué aspecto del
sujeto dirigirse para entrar más rápida y eficazmente en su psiquismo. El
sistema apunta directamente al superyó. ¿Cómo? A través de la venta de
espejitos de colores. La colonización mental es constante como el empuje de la
pulsión, siempre “de muerte”. Escuchando varias obras para órgano de Bach en el
CCK me interrogaba por el masoquismo de casi todes les allí presentes que, una
hermosa tarde primaveral, nos encerramos a oscuras para oír melodías y a un
instrumento extremadamente eurocentrados, de un barroquismo rayano en lo
unheimlich. En un momento, creí estar dentro de una sala de torturas. El sonido
del órgano y las melodías de Bach, nacido en el Sacro Imperio Romano Germano en
el Siglo XVII, fue una de las cosas más alejadas y menos latinoamericanas que
escuché en mi vida. Pero, el sentido común manda, se suponía que eso debía agradarnos. Había que poner cara de
circunstancias y tragarse la mierda con alegría. Sinceramente, no sé cómo
aguanté hasta el final, quizá para intentar auto-convencerme de que el equivocado
era yo. Así es como funciona a pequeña y gran escala la negación. Uno comienza dudando
de su propia intuición, uno comienza a ponerse racionalista a ultranza y
desconfía de su sentipensar, de sus sensaciones… ¡pero el cuerpo nunca miente! La
que engaña es la razón, el intelecto, el yo.
2
El género fantástico se caracteriza por un
significante caro a les psicoanalistas. Me refiero al término vacilación. Para poder pensar que
estamos dentro del género fantástico algo de la realidad del protagonista tiene
que vacilar. El psicoanálisis hizo históricamente vacilar a la realidad “objetiva”
de los científicos positivistas. Cada análisis hace vacilar el fantasma del
sujeto neurótico puesto que solamente así puede haber una genuina
transformación de su posición ética con relación al goce y al deseo. Como dice
la protagonista de la novela El declive
del escritor japonés Osamu Dazai, luego de que por su culpa se incendiara el
baño de la nueva casa que habitaba junto a la madre en una aldea nipona y casi se
incendiase la aldea entera:
“Es como si Dios me hubiera matado y no me hubiera devuelto
la vida hasta después de haberme convertido en una persona diferente.”
Hay acontecimientos en la vida de un sujeto que marcan
un antes y un después. Omitirlos, pasarlos por arriba, creer que todo es un
continuo y que no hay cortes, rupturas, saltos, discontinuidades es tomar una
postura reaccionaria que generalmente se traslada a lo social. Es decir, desde
lo social al sujeto le llegan constantes influencias, pero él también incide en
la trama. Puede elegir cómo, de hecho. El sujeto puede decidir qué aporte hará,
durante el lapso y el contexto en los que se desarrolla su existencia, a la
comunidad que lo rodea. Esas aportaciones pueden ser del orden de lo
constructivo, de lo subjetivante, de aquello que nos pone en movimiento
haciéndonos pensar, actuar, soñar, desear, etc. O bien, esos aportes pueden ir
más por la vía de lo mortífero. Lo mortífero se disfraza de lazo porque ofrece
un espejo o pantalla en los cuales se reflejan todos los ideales inconscientes del
sujeto. Pueden ser el poder, el saber, el dinero, la belleza, etc. Pero, en el
fondo, lo mortífero es puro autoerotismo.
En la contemporaneidad, donde todo se muestra y se da
a ver, goce voyerista y exhibicionista extremos, la falta de cuidado de sí
mismo y la exposición están a la orden del día. Se trata del intento posmoderno
de suturar al Otro, de darle la tan anhelada consistencia. Miles y miles de
cámaras y de micrófonos por doquier (pensemos en los teléfonos celulares) que
pretenden capturarlo todo y reproducirlo infinitamente, hasta el hartazgo. No
nos alcanza con ver una sola vez tal o cual imagen o video de Instagram,
Facebook o YouTube. Necesitamos verlo hasta el cansancio. También, se nos
impone la demanda de “compartir” nuestra vida personal, íntima. Nos exhortan a
mostrarnos obscenamente. Ahora bien, ¿acaso esto contribuye a la realización
subjetiva? ¿O, más bien, apunta a la consolidación narcisista con todo lo que
esta implica de paranoica y de agresiva?
Sin restos en el campo del Saber, la subjetividad se entrega
trágicamente a su propia ruina, porque la causa misma del sujeto, en tanto
perdida, implica al no-saber como tal… qué habré sido en el deseo del Otro,
futuro anterior que abre la puerta del enigma, que habilita al misterio de la
existencia y a la lógica de la pregunta. Volviendo a citar a Osamu Dazai en su
novela El declive:
“El otro día, mientras reflexionaba, me pregunté cuál
era la principal diferencia entre el ser humano y el resto de los animales.
Como seres humanos dominamos el lenguaje, la inteligencia, la capacidad de
raciocinio y el orden social, pero son características que el resto de animales
también poseen en mayor o menor medida. Incluso puede que los animales también
tengan fe. Aunque el hombre se vanaglorie de ser el rey de la creación, no
parece albergar ninguna diferencia sustancial con los demás animales, ¿verdad?
A mí solo se me ocurre una. ¿Sabes de qué se trata? Es el único rasgo
distintivo del ser humano: la capacidad de tener secretos. ¿Lo comprendes?”
Este año, recorrido del Seminario y de la vida misma
mediante, aprendí la importancia del silencio, del no, del corte y redescubrí
la imposibilidad de decirlo todo. Hay límites, siempre, aunque nos quieran
hacer creer que “todo es posible” y que siempre “hay que ir por más”, “no
acobardarse”, etc., etc., etc.
Sustraerse del fantasma a tiempo siempre es vivificante.
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