COLOQUIO 2023. SEMINARIO DE POESIA Y PSICOANALISIS
Pero tampoco podría [como autor de La interpretación de los sueños] desestimar en todas sus partes la referencia de sueño al futuro, pues tras dar cima a un laborioso empeño de traducción, el sueño se me presentó como un deseo que el soñante se figura como cumplido: ¿y quién pondría en duda que los deseos suelen dirigirse predominantemente al futuro?
El
delirio y los sueños en la «Gradiva» de Jensen. Sigmund Freud, 1907.
La
disputa por la sensibilidad tiene por objeto último el saber de los cuerpos,
aquellas razones de los cuerpos que la razón pura no alcanza a comprender, como
nociones comunes capaces de afirmar realidad más allá del nihilismo y de su
pasión por la ilusión.
La
ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político. Diego Sztulwark, 2020.
Este año el
Seminario nos invitó a conocer el apasionante mundo del cineasta Leonardo
Favio, su cine de poesía que no es un cine manifiesto, sino que rompe el orden
común de las cosas, va contra el sentido y produce oleadas de significación.
Para el psicoanálisis el poeta va a la fibra, a la médula y Favio no es la
excepción. Hace hablar a los mitos populares como Gatica o Juan Moreira, nos
habla del amor y de la tragedia del sujeto como en Nazareno. Los personajes de
Favio no son políticamente correctos, de una sola pieza, inequívocos, redondos.
El tono de su filmografía, al estar de Horacio Gonzalez, es profético. El cine de Favio nos sirvió
este año para cuestionar el lugar del líder y a la masa de la que Freud decía
que era una reedición de aquella mítica y nefasta horda primitiva.
Sabemos que la
masa proyecta sus ideales en el líder y que, además, el líder abstracto es
menos barrable, castrable. En el capitalismo actual esto se ve claramente. Vemos
cómo predomina la fascinación estulta a las corporaciones, a los emblemas al
estilo Apple (una manzanita) como en su momento lo podía ser el logo de
Mercedes Benz o de BMW y que tal vez hoy lo haya reemplazado un poco el de Audi
dentro de la industria automovilística. A todo esto hay que sumarle una versión
más renegatoria todavía de la adoración fetichista al Ideal, al emblema, al
brillo fálico de tal o cual “chapa”: se retrocede al punto en el que vuelven a reivindicarse
los Ford Falcon verde, un ícono de
la Dictadura. Lo reactivo resurge con virulencia y esto nos conmina a
preguntarnos con seriedad: ¿qué está pasando? ¿cuáles son las coordenadas para
elucidar algo de lo que acontece en esta época?
En esta época y
en este mundo que se pretende sin tragedia y que sueña con la inmortalidad,
durante el 2019 y parte de los años subsiguientes, azotó ferozmente una
pandemia que se estima –según la OMS- unos 20 millones de muertos en todo el
planeta. 20 millones de muertos en dos o tres años. Un tercio de los que se
llevó la Segunda Guerra Mundial. Paralelamente a esto, el lazo social se vio empobrecido
en grado sumo y, en el plano ideológico, las posiciones se fueron recrudeciendo
cada vez más, situación de la que tristemente Argentina es el mejor ejemplo
actual. Porque en Argentina gobierna hoy lo que Maurizio Lazzarato trabaja de
manera excelente en su libro El capital
odia a todo el mundo. Fascismo o revolución. En esa obra, el autor habla de
la “genealogía oscura, sucia y violenta del neoliberalismo [particularmente en
Latinoamérica], donde los torturadores se codean con los delincuentes de la
teoría económica [léase: los Chicago Boys y sus cómplices locales]”.
En la República
Argentina tenemos un presidente electo que odia a las mujeres, a los pobres, a
los que no piensan como él. La manera de hacer política que primó durante esta
sucia y desagradable campaña fue dándole excesivo lugar al ODIO. Se impuso el
DISCURSO DE ODIO. Se impusieron las pasiones que mejor no. ¿Será Javier Milei
un reflejo de nuestra violenta y prepotente sociedad? Parecería que, hoy en
día, se considera más verdadero un decir por el énfasis puesto en la expresión
que por el mensaje en sí mismo. Si alguien grita, mueve las manos, vocifera,
interrumpe, eleva el tono de voz, intimida, pone tono socarrón y se victimiza
ya tiene la mitad de la discusión ganada. Por el afán de polemizar y de mostrarse
como un pensador crítico se puede confundir interpelar al otro con bardearlo,
con atacarlo. Se corre el riesgo de ni siquiera estar deteniéndose un segundo a
tratar de pensar qué es lo que el otro está queriendo decir. Cuando Lacan hablaba
de la inexistencia de comunicación entre los seres hablantes no se refería a
eso. Para poder responder a un planteo o cuestionarlo, como primera condición
tengo que escuchar, tengo que abstenerme
de saber qué es lo que el otro está diciendo. Si ya doy por supuesto que sé
que es lo que mi interlocutor dice o va a decir, entonces estoy siendo reactivo.
Obviamente, no es fácil ni simple abrirse y correrse del propio saber. Pero
para poder debatir constructivamente es fundamental. En la época contemporánea
la dimensión de la palabra está profundamente empobrecida.
Considero que el
avance del pensamiento único tanto a nivel local como a nivel global, tiene
múltiples factores determinantes pero quisiera aislar algunos de ellos o de los
que yo considero que han intervenido eficazmente en la construcción de este
sujeto contemporáneo que es el individuo
autoritario.
En primer lugar,
estimo que la llegada al poder de la derecha más extrema está relacionada con la
incidencia microfísica del poder neoliberal. La “terapéutica” neoliberal, para
llamarla de algún modo, apunta a convertir las almas al servicio del capital,
he allí una nueva teología política. Lo neoliberal remite exactamente a esa
intención de pensar a la vida misma como una empresa. Entonces, de lo que se
trata de es de buscar el máximo rendimiento, optimizar al límite la
productividad de cada subjetividad entendida como individuo, es decir, como mero
eslabón dentro de un engranaje universal. Dice el cientista político D. Sztulwark
respecto de la postura neoliberal con relación al síntoma social (recuérdese
que Lacan señaló haber extraído su noción síntoma no sólo de Freud sino también
de Marx):
“El neoliberalismo es inseparable
de un determinado tratamiento del síntoma. Sea en su aspecto amigable o de coaching, sea en una dimensión represiva
o intolerante. En todos los casos, su relación con el síntoma está orientada al
control; y su preocupación última, en lo que refiere al deseo, es evitar que se
abra una brecha respecto al proceso de valorización. De allí su estructura
paranoica. El síntoma es la amenaza potencial de una crisis no controlada, la
apertura de una brecha catastrófica. Lo neoliberal implica a la vez un orden
económico y una pedagogía severa, que se da como celebración del individuo
posesivo y no a través de una ideología represiva en un sentido prohibitivo o
disciplinario. Se trata, en cambio, de una voz de mando que normativiza y
modula la vida.”
Este mundo-empresa
que vuelve mercancía cada cosa de la vida otrora no comercializable, pretende
también convertir dichas mercancías en el cumplimiento del deseo, quimera desde
ya absoluta puesto que lo más sagrado del objeto causa del deseo es su
condición de estar ausente, de estar extraviado, de ser más que una positividad
una carencia. En todo caso, aquello que la demanda clientelar alcanza para su
satisfacción es al postizo objeto pulsional, es decir, a un objeto fantasmático
creado como tapón para obturar la castración. Para cerrar lo que considero un
primer factor a tener en cuenta respecto de cómo llega el neofascismo al poder,
voy a apuntar a la diferencia entre el sujeto del inconsciente y el yo. La terapéutica
neoliberal que tiene complicidades inesperadas dentro de la new age, de algunas
religiones y de ciertas terapias alternativas ha logrado producir egos verdaderamente fuertes, como
alguna vez se lo propuso el propio psicoanálisis post-freudiano antes del
advenimiento crítico y demoledor de Jacques Lacan.
En segundo
lugar, no podemos desconocer que “el
neofascismo contemporáneo actúa como sostén último de un programa neoliberal que,
no obstante la crisis de sus premisas globales, no es abandonado como
fundamento (Sztulwark, 2020, p. 60)”.
En tercer lugar,
además de fortalecer los egos, el
neoliberalismo propone modos de vida ya listos para ser encarnados. Deja de
ser necesario preguntarse éticamente cómo hemos de existir. El neoliberalismo y
sus gurúes están allí para darnos una vida-sabida, anticipada, calculada, pero
al mismo tiempo completamente mortificada. En oposición al angustiante ser-ahí
según el cual la existencia es riesgo, experiencia e investigación, ensayo y
error, el discurso neoliberal y sus mandatos superyoicos promueven un ideal de
sociedad donde todo funcionaría perfecto a condición de no cuestionar nada, de
aceptar todas y cada una de las propuestas del Mercado como si las mismas representaran
un progreso en sí. Desde este punto de vista, el síntoma es pensado como un mero
error, la falta confundida con la falla (con el déficit), el límite es confundido
con el borde (Benasayag), el deseo con la pulsión, la responsabilidad con la culpa. El sujeto autoritario es alguien que
padece de un enorme sentimiento de culpabilidad, a eso a lo que ha conducido el
cultivar constantemente el goce.
Recuérdese cuál es el invento por excelencia del liberalismo: el individuo. El
individuo liberal, es decir, ese sujeto progresista que vive su vida y dejar
vivir la vida de los otros, de tanto regodearse en el principio de placer y en
la búsqueda personal de la felicidad dio origen a este hermano gemelo siniestro
que es el individuo autoritario. La presión del capital y las demandas
individuales y colectivas posibilitan cada vez menos que cada uno viva en una
burbuja sin anoticiarse de la existencia de los otros (Adamovsky). A esta
decadencia de la pedagogía liberal y a la formación reactiva que constituye el
individuo neofascista, habría que oponerle una pedagogía de lo común. La
libertad de cada uno empieza en el mismo punto donde nace la ajena y concluye
donde esta finaliza.
El afectivismo
neoliberal y su política contra-sintomática produce odio contra lo vulnerable,
en particular hacia aquellos aspectos más frágiles de la propia subjetividad.
La interacción sádico-masoquista entre el yo y el superyó alcanza una
circularidad fenomenal.
No es mi
intención hacer futurología, pero estimo que se aproximan en nuestro país cuatro
años de un Gobierno que ya ha dado señales, aún sin haber tomado el poder, de ser
autoritario, negacionista, fanático del mercado, antipopulista extremo y sexista.
Es decir, se vienen cuatro años con relación a los cuales la palabra resistencia se quedará, a mi gusto,
bastante corta. Creo que habrá que ir más allá de la mera resistencia. Habrá
que atacar, pero del modo más
original posible, es decir, evitando caer en literalidades estériles. La
herramienta por excelencia que tenemos los pensadores críticos es la palabra,
el uso crítico de la razón, la poesía como gran aliada para denunciar lo
silenciado. No dejar de encontrarse con los otros y las otras, desafiar la
inercia, la quietud y el adormecimiento generalizado, la falta de reacción
social y de los supuestos referentes. Implicarse, tomar la palabra y poner el
cuerpo, a condición de no exponerse, es decir, de recordar que la ética también
es el cuidado de sí y del otre.
Decía el poeta
español León Felipe:
Franco… tuya es la hacienda…
La casa, el caballo y la pistola…
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
Y me dejas desnudo y errante por el mundo…
Mas yo te dejo mudo… ¡mudo! ...
Y cómo vas a recoger el trigo
Y a alimentar el fuego
Si yo me llevo la canción?
La canción, la
música, el laleo, la lengua no es secuestrable. No es colonizable. Quizá, en lo
único que corregiría a los que gritaron en el Teatro Colón “¡Milei, basura, vos
sos la Dictadura!” sea en una cuestión histórica. Si algo viene a condensarse
en la figura de esta fuerza política consagrada, más que la Dictadura, es la
conquista de América y el genocidio. No quisiera adelantarme, pero el panorama
no es demasiado alentador. Si cuando fuera Ministro de Educación, el macrista
Esteban Bullrich estableciera necesario volver a una Campaña del Desierto,
estimo que estos personajes van todavía más a la médula de nuestra historia ya
no solamente como Nación sino como hermanos y hermanas latinoamericanes.
En La comunidad organizada de 1949, Juan
Domingo Perón afirmaba: “La libertad fue primariamente sustancia del contenido
ético de la vida. Pero, por lo mismo, nos es imposible imaginar una vida libre sin
principios éticos, como tampoco pueden darse por supuestas acciones morales en
un régimen de irreflexión o de inconsciencia”.
Si hay ética es
porque hay sujeto del deseo. Una libertad concebida exclusivamente como
libertad del mercado para hacer lo que le plazca y como derecho personal al
goce, la desorganización social será considerable. Porque el pilar de la
sociedad es la sustracción del egoísmo. El egoísmo, según Perón, “es, antes que
otra cosa, un valor-negación, es la ausencia de otros valores, es como el frío,
que nada significa sino ausencia de todo calor”. Acto seguido, el padre del
movimiento peronista decía: “Difundir la virtud inherente a la justicia y
alcanzar el placer, no sobre el disfrute privado del bienestar, sino por la
difusión de ese disfrute, abriendo sus posibilidades a sectores cada vez
mayores de la humanidad: he aquí el camino”.
Se le atribuye a
Lacan el aforismo: “No hay justicia distributiva del goce”. Esta idea debe ser
matizada. Porque el psicoanálisis es solidario de una cierta regulación del
goce, en tanto parte de la idea de que el goce-todo no solamente es imposible
por definición sino que la máxima proximidad al mismo, como lo demuestra tanto
la clínica como la realidad social en su conjunto, supone llegar al filo del
abismo.
Tenemos la
impresión colectiva de haber llegado o de estar a unos pocos pasos de él,
habiendo llegado al poder el oscurantismo, el terraplanismo, los conspiranoicos
que rechazan toda evidencia. El rostro oscuro del sujeto de la Ciencia, que se
decía escéptico y crítico nos muestra esta versión nihilista donde ya nada se
puede saber ni establecer como verdadero, porque la verdad no existe. No es eso
lo que sostiene el psicoanálisis. Para nosotros la verdad es no-toda,
semi-dicha. Y se articula al campo de la palabra. Dice el autor del libro El arte de pensar, José Carlos Ruiz:
“… vivimos en un mundo donde la
imagen ha ganado terreno a la palabra, donde la omnipantalla invade cada rincón
de nuestra cotidianidad, marcando el devenir de la razón y sustituyendo a la
palabra como fuente de análisis. Por esto, es inmediato ponerse manos a la obra
si queremos resucitar aquello que mejor nos definía como especie: el
Pensamiento Crítico.”
¿Será suficiente
con el pensamiento crítico para poder soslayar esta encrucijada nacional a la
que nos enfrentaremos desde el 10 de diciembre en adelante? Claramente no. Sin
el pensamiento crítico no se puede, pero sólo con eso no alcanza. Por mucha “actitud
crítica” que sostengamos, sin el cuerpo, los afectos, el conmover los afectos,
sin darnos por afectados y sin hacer nada por afectar a los otros, por
sensibilizar a la población, nos veremos como meros intelectuales intentado dominar
a un Dragón mediante argumentos lógicos y evidencias empíricas. Retomando el
título del libro de uno de los autores citados más arriba, sin una ofensiva sensible seremos incapaces de
hacer mella en la trama social. Esto implicará necesariamente dar lugar a la
ternura, a la paciencia. Al mismo tiempo supondrá descartar toda propuesta de
crueldad, toda invitación a tomar parte en el goce que mejor no. Ante la
deshumanización creciente, redoblar la apuesta por la vida entendida como vida
social, compartida, articulada y ya no como solipsismo radicalizado.
Finalizando con
este escrito, quisiera revalorizar el lugar que el psicoanálisis puede tener y
de hecho tiene en la transformación social, en el cambio social, en la
construcción de un mundo menos injusto y menos canalla. En este sentido, pienso
en el aporte crucial que cada analizante puede transmitir de su travesía por el
inconsciente. A este respecto, me permito compartir unas reflexiones hechas por
Hugo Bauzá extraídas de su libro El mito
del héroe. Morfología y semántica de la figura heroica:
“El viaje del héroe, el tránsito
del santo, la iniciación del discípulo, el éxtasis del chamán, [acá agrego: la
experiencia del análisis] no deben ser valorados en tanto que hechos
individuales aislados, sino en cuanto estos seres, después de haber
experimentado una suerte de posesión, vuelven con un mensaje que ayuda a
aclararnos a nosotros mismos. Todos ellos realizan un “viaje” hacia su
interior, tras el cual retornan maduros y enriquecidos, y lo enaltecedor y
altruista de su proceder es que nos hacen partícipes de su experiencia, nos muestran el camino y nos explican
que, aun cuando no seamos ni héroes ni redentores, debemos intentar esa
travesía interior para conocernos, para purificarnos y para entregarnos a los
demás.”
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