Por Graciela Signoli
Los títulos de las presentaciones en este encuentro dan una extraordinaria aproximación a lo actual. Lo cultural, lo tradicional, la identidad, el alimento, la chicha y la Salud Mental Pública e Intercultural. Aquí aparece la pregunta: ¿El psicoanálisis tiene algo más que decir hoy, 2015?
Sigmund Freud dice en 1913: “…una comparación entre la 'psicología de los pueblos naturales', tal como la enseña la etnología, con la psicología del neurótico, que se nos ha vuelto familiar por obra del psicoanálisis, no podrá menos que revelarnos numerosas concordancias…”.i
Hoy, más de cien años después, se señala la actualidad de esta frase, que da cuenta de concordancias culturales en lo universal del grupo humano que habita la Tierra, destacando lo particular de cada etnia y lo singular de cada Sujeto.
En la escucha analítica y en variados tratados socio-antropológicos aparece una diferencia particular de agrupaciones, no tanto por sus diversas culturas sino por el lado de pobres y dominados vs. ricos y opresores. La cultura se construye, y lo que se ha construido privilegiadamente es la cultura del poderoso vs. la cultura del débil. Es la característica de esta época.
Cuando llegaron a América, los colonizadores trajeron sus maneras de tratar las patologías mentales y las impusieron, como también impusieron la cultura. Metodologías europeas, que reparten en especialidades médicas al organismo y al psiquismo sin tener en cuenta el todo que es la persona, su entorno y su origen. Por otra parte, también hay una mirada desde la salud occidental a lo originario ilusionada en su posible mejor enfoque acerca de qué es la salud.
Hoy, el malestar psíquico y la curación remiten no solo a la noción de enfermedad y tratamiento, sino también a la noción de conducta social en general, a la noción de persona desarrollada por una cultura dada. En este sentido, los tratamientos psicológicos constituyen tanto productos como procesos culturales, los cuales tienen entre sus funciones reforzar dogmas culturales particulares, constituyéndose así en agentes de socialización.
En particular, el Mapuche, en lo que se refiere tanto a patologías mentales como orgánicas, tiene un modo de tratar según el cual lo que se busca es la recuperación de la armonía en uno y con el entorno social. La psico-neuro-lingüística también atiende a esto cuando dice que la cultura no solo provoca influencias en determinados patrones conductuales y cognitivos, sino que además genera enfermedades mentales con componentes específicos de tipo cultural. Se realizó, aquí en Bariloche, hace muy poco, la Semana del Cerebro, y por muy diferente que parezca su trabajo con ratoncitos blancos, desde el lugar de las neurociencias también se propone que el trabajo del terapeuta es escuchar, escuchar la voz de ese cerebro, que es a su vez alma y espíritu.
Esa voz que es muchas voces, mapuche, hindú, mejicana, maorí, europea, es a la vez una sola, la de cada sujeto y su realidad.
En esto del sujeto inmerso en su cultura y entorno social, ¿cuál es la particularidad de la escucha analítica, cuando lo que se escucha es el sometimiento y desvalorización del individuo, categorizándoselo despectivamente como “social”? Tenemos vivienda social, trabajo social, salud social, deporte social, etc. ¿Cómo mostrarle su posible liberalización de esta servidumbre, subordinación y dependencia?
Una respuesta posible se encontró en un texto del psicoanalista Jorge Alemán: Soledad: Común. Políticas en Lacan. En este libro, el autor propone pensar en la difícil articulación entre la política y el psicoanálisis.
Da cuenta de un sujeto y su constitución vacía, que será atravesado por el lenguaje. Ese lugar vacío está destinado a ser colmado por aquellos significantes que lo representan, lo identifican o lo fijan a determinados ideales o mandatos, según las distintas operaciones de su psiquismo. Por esto, la cultura que lo antecede es fundante. Ese sujeto sin sustancia, vacío en su esencia, es también convocado a imaginar una posible “completud”. Es así que el sujeto es inconcebible sin su relación con el Otro que lo precede lógicamente. El Otro, el orden simbólico correspondiente a la estructura del lenguaje, siempre precede lógicamente al sujeto. Sus historias, sus legados, sus herencias, sus destinos anatómicos quedarán siempre modulados por el juego combinatorio del significante. Incluso sus elecciones más “íntimas” y cruciales. Freud va a decir en Psicología de las masas: “En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por esto desde el comienzo la psicología individual es simultáneamente psicología social…”.ii
Pensar la política es pensar lo Común, esto conduce a una dilucidación de quién es el sujeto que soporta la experiencia política, cómo es su materialidad deseante y de qué modo influye la presencia de su cuerpo que disfruta y padece.
Lo Común, la política, está sostenido en el discurso del Amo, discurso que es, a su vez, la estructura del inconsciente; esto permite deducir la relación que hay entre la política y el psicoanálisis.
Esta similitud estructural entre la política y el inconsciente sirve para pensar y tratar de aclarar la facilidad con que las personas se dejan seducir por los discursos de la política y sus servidumbres voluntarias.
Si se piensa que el inconsciente es la manera en que la subjetividad se las ha arreglado para velar lo verdaderamente real que está en juego, se posibilita un nuevo pensamiento acerca de lo político y de su implicación en el mundo que compromete al discurso psicoanalítico y a los psicoanalistas a reflexionar sobre su lugar en el campo político y sobre los efectos de su práctica de develamientos; no se puede dejar de percibir que lo que el psicoanálisis hace avizorar a la subjetividad, su emancipación, su soledad, no es sin los otros, sin el común.
Se trabajará en la terapia que en la política, en lo Común, se hace central para la subjetividad dejar de lado cualquier idealismo, y así arribar a una verdad que oriente hacia una vía de emancipación, de liberación de dependencias, servidumbres y subordinaciones. Se introducirá, desde el discurso analítico, la cuña de lo real.
Se insiste en la tensión que habita entre la constitución singular del sujeto, producida en el Discurso del Amo, y una lógica colectiva, lugar donde esta subjetividad toca lo verdadero. En esta carrera tras la verdad no se está sino solo pero no se logra una aproximación a ella si no es con los otros.
Se recurre a la experiencia de la cura para desentrañar esta lógica colectiva que Freud despejó en Psicología de las masas, donde muestra a los sujetos presos de los avatares de las identificaciones, respondiendo a un amo o líder, lo que evidencia una operación no realizada aún pero necesaria para cualquier proyecto emancipatorio.
Se anuda la lógica de la cura con la lógica colectiva, anudamiento nada evidente de antemano. En la cura, esta urdimbre originaria formada por las palabras que marcaron el cuerpo del sujeto y con las que se formularán sus inscripciones en el lazo social, se reinventará singularmente bajo las patologías que implican particularmente a cada uno de acuerdo con su particularidad de crianza. ¿Es lo mismo una apendicitis aguda en un mapuche que en un londinense aristócrata? ¿El agua del planeta contaminada afectará por igual a ambos? En el primer caso el porcentaje de probabilidades de muerte es mayor que en el segundo, por desnutrición, distancia del quirófano, acceso al agua embotellada, etc. Se recuerda aquí que el grupo sanguíneo A o el O universal es el mismo en el esquimal que en el africano y que en ningún caso es azul.
Cuando el sujeto asume que lo diferente no es el color de su piel ni su creencia religiosa y que esto no es lo que lo hace menos, y logra no paralizarse en el lamento, es menos proclive a las fascinaciones colectivas que cercenan lo real. Enterado de la heterogeneidad que lo habita, puede albergar lo heterogéneo del grupo, lejos de expulsarlo como impropio. La cultura será un relato anecdótico de particularidades que lo constituyen, sin caer en una masificación de pertenencias. La identificación al síntoma, en el fin de análisis, es a lo más real, es decir que se trata de una identificación que no enmascara la fuerza pulsional por una fantasía impuesta. Una identificación capaz de acoger eso pulsional, en lugar de transformarlo en goce del Otro.
Este es el desafío político que Lacan hizo a su Escuela al proponer una política que se quisiera emancipatoria: inventar una lógica colectiva ordenada por un más allá de las identificaciones y sostenida por el deseo decidido de los sujetos singulares. Proponer desde el psicoanálisis la posibilidad de “pensar la lógica interna de una transformación política, no dominada por la metafísica de una totalidad homogeneizante”.iii
Este es el desafío político que propongo a las culturas originarias: ordenarse más allá de las identificaciones impuestas por un aparato político que las particulariza en el despojo, con un respeto absoluto por sus tradiciones ancestrales, que constituyen a cada sujeto en su singularidad. De esto ya hay variados ejemplos, en Salud se destaca el Hospital de Aluminé, Argentina y Temuco, Chile, ambos en nuestra Araucanía.
i Freud, S. (1913). XIII. Tótem y tabú y otras obras (1913-1914). Capítulo I. Buenos Aires: Amorrortu.
ii Freud, S. (1920). XVIII. Más allá del principio de placer, Psicología de las masas y análisis del yo, y otras obras (1920-1922). Introducción. Buenos Aires: Amorrortu.
iii Jaques Lacan, Acto de fundación de la EOL. 21 de junio de 1964.
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