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El desafío de formular, sin atrancar, una experiencia: encuentros analíticos




Una vez, cuando se dirigía a la escuela dominical, vio a unos niños malos que salían a pasear en bote. Quedó consternado, pues sabía, por lo que había leído, que los niños que salían a pasear en bote un día domingo se ahogaban tarde o temprano. Así que salió en una balsa para advertirles, pero un tronco se cruzó en su camino y se cayó al río. Un hombre lo salvó bastante rápidamente; el médico le sacó el agua que había tragado, le insufló aire hasta dejarlo nuevo, pero tomó frío y estuvo enfermo nueve semanas. Pero lo más increíble de todo fue que los niños malos pasaron un día espléndido, y volvieron a sus casas, sanos y salvos, por sorprendente que parezca. Jacob Blivens dijo que en los libros no ocurría nada parecido. Estaba absolutamente perplejo.”

(La historia del niño bueno, Mark Twain).


Durante los últimos encuentros del Grupo de los Viernes, se han ido articulando distintas y sumamente interesantes cuestiones. El desafío, siempre el mismo quizá, pero cada vez diferente: formular una experiencia bajo la exigencia de no reducirla a preceptos incuestionables, a lugares comunes en donde hacer-la-plancha respecto del caso por caso, esto es, respecto de la singularidad de cada análisis, de cada sesión - exigencia que plantea desplegar una fulminación de Saber y que el analista debe soportar para operar en tanto tal (renuncia al goce de ser el Otro). Poder situar referencias esenciales, pero que no esencialicen, que no disciplinen nuestra disciplina.


Respecto del genial artículo freudiano "Sobre un tipo especial de la elección de objeto en el hombre" (Cap. 1 de las "Aportaciones a la Psicología de la vida erótica"), se pudieron ubicar ciertos planteos freudianos que hacen a la sobredeterminación significante de la sexualidad humana. ¿Qué implicancias tiene esta determinación significante, esta subversión simbólica, este redoblamiento de la vida sexual humana? Pues bien, Freud plantea condiciones en el abordaje por parte del sujeto "masculino" en referencia al objeto de su elección sexual. Se tratan de rasgos que no se derivan sino, al estar del maestro vienés, de la "constelación materna", es decir, de la fijación incestuosa de la libido a la figura de la Madre. Respecto de la cuestión de "lo masculino", y también en ligazón con el texto que nos propusimos trabajar seguidamente de este ("Sobre la más generalizada degradación de la vida erótica"), hablamos de la histeria y su hacer de hombre. Ella no degrada al objeto que elige, no fantasea que se está cogiendo a Otra, para decirlo mal y pronto, como sí lo hace eventualmente el obsesivo para acceder a cierto plus-de-gozar; no, ella se transmuta a sí misma, ella se cree Otra, se degrada a sí misma. Su femineidad en tanto tal aparece mal-decida, degradada, puteada.


Se pregunta Colette Soler (Ce que Lacan disait des Femmes, 2004): "¿Se deben concluir que histeria y femineidad forman un todo, como aparentemente lo postula la etimología que deriva del término útero?" Y más adelante afirma: "La respuesta de Lacan es diferente y la frontera entre histeria y femineidad debe ser precisada." En este sentido, precisa que "Mujer falo no indica una identificación sino un lugar, el del complemento del deseo masculino". Lo que define la particularidad de la histeria, absolutamente capturada en la lógica fálica, es una secreta voluntad de no querer satisfacer el goce de la carne en beneficio del goce de la falta en sí misma, por eso Lacan afirma como típico de la posición histérica una identificación no con la causa de la falta sino con la falta tomada como objeto ("Introducción a la edición alemana de los Escritos"). Muy diferente de la posición femenina: La mujer quiere-gozar.


Es interesante el planteo freudiano, respecto de la supuesta diferencia Madre ≠ Puta. En el inconsciente, las más arraigadas antitesis del yo, se presentan como lo Uno y lo mismo. La madre es la Puta, el joven la degrada para poder abordarla. Se trata de "La novela familiar del neurótico" en la cual el sujeto despliega fantasías atinentes a las relaciones sexuales de su "intachable" Madre.

Hablamos así de una de las causas más frecuentes, según el mismo Freud, de consulta a un analista, a saber, que NO HAY RELACIÓN SEXUAL. Sólo que esto, a nivel de la neurosis, aparece a nivel fenomelógico, es decir, aparece en cuanto que degradación imaginaria (sabemos el pleonasmo en el que incurrimos con esta expresión) de la imposibilidad estructural respecto de una adecuación suficiente, de una imbricación exhaustiva entre un sujeto y un objeto.


¿Qué significa que no haya relación sexual? Podría plantearse así: no hay EL objeto del sujeto, por eso el sujeto es falta-en-ser y, de ese modo, toda consistencia no es sino desgraciada, así como todo intento de alcanzar la COMPLETITUD respecto de una asunción plena de una imagen ideal, es fracasado, de hecho, dañino, y no termina más que en la desintegración imaginaria (como lo demuestra la short Storie de Mark Twain). En la breve aventura del célebre escritor, la referencia al Saber y al modelo ideal que lo simbólico delimita como deseable, no acarrea sino la desgracia del Sujeto como sujeto-de-la-falta. En tanto el sujeto es falla simbólica, escisión a-ontológica, en el fantasma alcanza una consistencia errátil, pero una consistencia al fin. ¿Qué es lo velado en el marco del esa escena, de ese simbólico capturado en cierto uso imaginario? Lo que cierra, lo que atranca es la vertiente del deseo del Otro. En la medida en que el deseo del Otro, o más precisamente, el Otro del deseo, es falta de garantía respecto del ser-sexuado del sujeto y respecto de su ser-para-la-muerte, le devuelve la pelota a este para que haga lo que pueda con su condición. Entonces, no se trata tanto de aburrimiento respecto de tener que hablar del "pasado" - como plantea un paciente (cuestión que, por lo demás, no deja de ser cierta queja común a todo aquel algo reacio a recostarse en un diván - ¿y quién, por otro lado, podría exceptuarse a este respecto?) - sino de la angustia referida a tener que encontrarse con lo de que de la trama del Otro no cierra, es decir, tener que renunciar a esa desgraciada "comodidad" de representarse en los espejos del castillo parental. El sujeto figura en la trama como objeto. Por eso, una clínica que sea del psicoanálisis, no tiende a sustituir una trama por otra que sería mejor, sino que apunta al fuera-de-trama, a lo que desborda al guión prestablecido. Sabemos que hay escenas que, en toda película, quedan por fuera, no son incorporadas en la versión oficial. Pues bien, allí está lo reprimido, lo proscripto cuya emergencia en los sueños y demás formaciones del inconsciente - siempre distorsionado - aparecerá expresándose como puede. Pero más allá del retorno de lo reprimido, de la trama que retorna e insiste, lo que desborda, lo que excede. Y así, explanada donde ya no se tratará de la obediencia o desobediencia respecto de la palabra del Otro sino de la responsabilidad del Sujeto respecto de la propia palabra.


La angustia irrumpe como el afecto efecto de la renuncia a mamar de esa leche que es el sentido del Otro, sentido gozado que vela la inexistencia de la relación sexual y que obtura la plausibilidad de un amor real, de un encuentro que no por fallido menos interesante.


Buenos Aires, Julio 2011

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