"Para aclarar lo anterior haré un breve comentario acerca de lo que suelo denominar, (...), "la irreductible discontinuidad" dada entre un sujeto y otro. Una discontinuidad no necesariamente irreconciliable, pero que pese a los puentes simbólicos comunicacionales que aproximan el entendimiento, se mantendrá como tal; ya instalada con el hijo y aun mediando la donación simbólica de la madre, base del lenguaje entre ésta y su niño. Esta discontinuidad habrá de universalizarse como sentimiento de soledad humana, ya que no sólo es cuestión de una discontinuidad intersubjetiva, sino que además integra toda estructura psíquica como tal. A partir de ella y del sentimiento que genere, surgirán preguntas - nunca con respuestas satisfactorias - acerca de quién soy, de dónde vengo, cuál es mi destino. Es decir, acerca de la vida y la muerte, maneras de aludir a las puertas de acceso, siempre opacas, de lo real. Todo esto importa aquí porque en esa irreductibilidad se funda la perelaboración, trabajo esencialmente intrapsíquico que, dando espesor a la subjetividad, puede hacer de alguien un sujeto con capacidad de estar solo sin ser un solitario."
[Fernando Ulloa en Salud ele-Mental, con toda la mar detrás]
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