"Del artificio [Kunststück] neurótico a la insuficiencia de la trama: indagaciones respecto de la cuestión de la verdad en psicoanálisis." (*)
Autor/es: Luis F. Langelotti
RESUMENEste trabajo tiene como intención realizar un entrecruzamiento heurístico entre el pensamiento de Michel Foucault y el psicoanálisis, haciendo especial hincapié en la articulación entre la lectura del filósofo francés de la genealogía nietzscheana y el método psicoanalítico. Se abordan, principalmente, los tópicos de «verdad», «interpretación» y «fantasma».
Palabras clave: Foucault - Genealogía - Verdad - Fantasma - Interpretación
From the neurotic´s trick [Kunststück] to the plot´s insufficiency: investigations on the issue of truth in psychoanalysis.
SUMMARY
This paper intended to perform a heuristic crossover between the thought of Michel Foucault and psychoanalysis, with the particular emphasis on the connection between lecture french philosopher Nietzsche´s genealogy and the psychoanalytic method. The fundamental topics are «truth», «interpretation» and «fantasy».
Keywords: Foucault - Genealogy - Truth - Antasy - Interpretation
This paper intended to perform a heuristic crossover between the thought of Michel Foucault and psychoanalysis, with the particular emphasis on the connection between lecture french philosopher Nietzsche´s genealogy and the psychoanalytic method. The fundamental topics are «truth», «interpretation» and «fantasy».
Keywords: Foucault - Genealogy - Truth - Antasy - Interpretation
Introducción
Nietzsche,
la généalogie et l´Histoire es el nombre de la obra
que Michel Foucault dedica en homenaje a su maestro Jean Hyppolite (FOUCAULT 1971).
Como el título lo indica, en la misma se aboca a una lectura interesante
respecto de la cuestión de la «genealogía» tomando como referencia, a este
respecto, el pensamiento del filósofo Friedrich W. Nietzsche. El objetivo del
presente artículo será destacar algunas referencias de dicha obra foucaultiana
a los fines heurísticos de promover conexiones originales entre los planteos
allí ubicados y el pensamiento psicoanalítico, basándome principalmente en la
orientación instituida por Jacques Lacan en la lectura de la obra de Sigmund
Freud. Tal como el título lo anuncia, uno de los puntos más importantes de esta
indagación será la cuestión del «fantasma» en la clínica psicoanalítica, esencialmente
en su relación con las nociones de «verdad» e «interpretación».
De la concepción
metahistórica al sentido crítico nietzscheano
“La historia
también enseña a reírse de las solemnidades del origen.”
(FOUCAULT 1971)
Para iniciar esta
indagación, me resulta interesante partir de una aseveración del filósofo
francés, en la cual el mismo señala: “Si interpretar fuera sacar lentamente a
la luz una significación enterrada en el origen, sólo la metafísica podría
interpretar el devenir de la humanidad.” (FOUCAULT 1971, p. 41). La genealogía,
desde la óptica del autor, “se opone (…) al desplegamiento metahistórico de las
significaciones ideales” (FOUCAULT 1971, p. 13) y, en ese sentido, se abstiene
de caer en la búsqueda del “origen” [Ursprung].
La historia que el genealogista construye en su indagar intempestivo, oblitera
toda pretensión de despliegue continuo de una esencia íntima, coherente,
igual-a-sí-misma. Siguiendo esta línea de razonamiento, Foucault destacará en
el decir nietzscheano una verdadera transformación crítica y polémica en lo
tocante a ciertos términos. Me refiero a la lectura que Friedrich W. Nietzsche
hace de toda pretendida búsqueda de un “origen” [Ursprung], aseverando que allí siempre se trata, más bien, de una «invención»
[Erfindung] o de un «artificio» [Kunststück], nociones que se inscriben
en una concepción no-metafísica de la historia. Frente a “las solemnidades del
origen”, el ojo avizor del «espíritu libre» [Freigeister] que se burla del vetusto moho de las mismas por cuanto
encubren el comienzo bajo, mezquino, inconfesable de aquello que se suponía
sagrado, incuestionable, eterno e inmutable.
Plantea Foucault: “… lo
que Nietzsche nunca ha cesado de criticar desde la segunda de las Intempestivas, es esa forma de historia
que reintroduce (y supone siempre) el punto de vista suprahistórico: una
historia que tendría por función recoger, en una totalidad bien cerrada
sobre sí misma, la diversidad al fin reducida del tiempo; una historia que
nos permitiría reconocernos en todo y dar a todos los desplazamientos pasados
la forma de la reconciliación; una historia que lanzaría sobre lo que está
detrás de ella una mirada de fin del mundo. Esta historia de los
historiadores se procura un punto de apoyo fuera del tiempo; pretende juzgarlo
todo según una objetividad apocalíptica; porque ha supuesto una verdad eterna,
un alma que no muere, una conciencia siempre idéntica a sí misma. Si el
sentido histórico se deja ganar por el punto de vista suprahistórico, entonces
la metafísica puede volver a adoptarlo y, fijándolo bajo las especies de una
conciencia objetiva, imponerle su propio «egipcianismo». Por el contrario, el
sentido histórico escapará a la metafísica, para devenir en el instrumento
privilegiado de la genealogía, si no se apoya sobre ningún absoluto.”
(FOUCAULT 1971, p. 43-4, subrayado mío).
¿Cómo concebir esta
última expresión, esto es, que “no se apoye sobre ningún absoluto”? Que “no se
apoye sobre ningún absoluto”, independientemente de las distintas lecturas que
puedan realizarse, en última instancia, nos permite pensar, pues, que en el
orden de la «genealogía» no se trata sino de una historia que ha de orientarse
por una lógica de lo «fragmentario» (de la discontinuidad) y no de lo
“holístico”.
En este punto, resulta de interés introducir
un interrogante. El genealogista, al apuntar al no-todo y no a la
reconstitución armónica de una totalidad, ¿no se liga, acaso, con la
perspectiva psicoanalítica, fundamentalmente en lo tocante a la posición ética
de esta última perspectiva según la cual inexiste el Bien Universal, impactando
de lleno este convencimiento [Überzeugung]
en la dirección de la cura, en tanto no apuntando a ninguna “consumación
mística” entre analizante y analista? Antes de responder apresuradamente a esta
compleja pregunta, estimo que deberíamos inmiscuirnos mínimamente en algunas
formulaciones propiamente psicoanalíticas, a los efectos de poder realizar una
articulación más rigurosa.
La cuestión de «lo
absoluto» en psicoanálisis: pulsión, fantasía, síntoma.
Como lo indicaba en el punto precedente,
estimo que antes de encallarnos en conclusiones apresuradas, es preciso hacer
lugar al pensamiento psicoanalítico respecto de aquellas cuestiones que
pudieran brindar algún tipo de luz a lo hasta aquí trabajado. Por lo demás, la
intención, vale decirlo, no es de ningún modo la de dar cuenta del “foucaultismo”
del psicoanálisis o del “freudismo” de Foucault. No me interesa más que
estatuir una determinada articulación de elementos teóricos en la que una
lectura crítica de fines específicamente heurísticos – como fue señalado en la
introducción - se despliegue.
En el punto anterior
destacaba aquello que opera a título de condición, desde la perspectiva
foucaultiana, para la instrumentalización del “sentido histórico” al servicio
de la genealogía, a saber, que no se apoye sobre ningún «absoluto». Se plantea
en este punto, entonces, la pregunta por, precisamente, este último término: ¿cómo
pensarlo en psicoanálisis?
En principio, resulta
pertinente destacar que, para el psicoanálisis, el orden de “lo absoluto”, de “lo
verdadero”, de “lo irrestricto”, de “lo incuestionable”, etc., no se vincula de
ningún modo a un “en sí”. ¿Por qué? Pues bien, porque dicha condición adviene más
bien – y esta es una pequeña hipótesis a desarrollar mínimamente en este
trabajo - gracias a la intromisión de cierta fijeza, de cierta
petrificación que viene a coagular lo que, en realidad, es variable y contingente. En rigor de verdad, lo «absoluto»
es transmutación de lo variable.
Ahora bien, probablemente
el lector se vea afectado, en este punto, por un interrogante harto justificado,
esto es, por la pregunta respecto de qué es “lo variable” en este contexto. Considero
que lo variable, lo no pre-pautado ni pre-destinado, etc., en psicoanálisis es
pasible de ser ubicado con cierta precisión. Lo variable se relaciona estrictamente
con el objeto del goce del hablanteser,
tal como lo planteaba Freud, hace ya casi un siglo atrás: “El objeto (´Objekt¨)
del instinto [Trieb] es la cosa en la
cual o por medio de la cual puede el instinto alcanzar su satisfacción. Es
lo más variable del instinto; no se halla a él enlazado originariamente,
sino subordinado a él a consecuencia de su adecuación al logro de la
satisfacción.” (FREUD 1915, p. 2042, subrayado mío).
O sea, en el “origen”
(como tiempo lógico necesario) hay falta de objeto[1],
no “relación”, en el sentido de que, por el hecho de ser hablante, para el
hombre como «sujeto» huelga el “complemento” que le estaría predeterminado (ya
entendamos esta coaptación en términos gnoseológicos o etológicos). La «relación
de objeto» para el sujeto, aquello que vendría a otorgarle un ser, una
consistencia, un sentido a su goce anárquico, es un movimiento lógicamente ulterior.
Dicho pasaje, en el marco de una estricta observancia a la doctrina freudiana,
nos pone de cara al registro de la «fantasía».
Interrogándose un poco
sobre la funcionalidad de la misma, Freud indica: “Si los histéricos refieren
sus síntomas a traumas por ellos inventados, habremos de tener en cuenta
este nuevo hecho de su imaginación de escenas traumáticas, y conceder a la
realidad psíquica un lugar al lado de la realidad práctica. No tardamos, pues,
en descubrir que tales fantasías se hallaban destinadas a encubrir la
actividad autoerótica de los primeros años infantiles, disimulándola y
elevándola a una categoría superior.” (FREUD 1914, p. 1901, el subrayado es
mío).
El esquema freudiano es
muy simple. Freud recibe a un paciente, eventualmente histérico, con un síntoma
x. En la indagación clínica, prestándole atención a lo fallido del discurso
yoico, se pone en juego un orden fantasmático, es decir, otra escena [eine andere Schauplatz]
donde deseos inconscientes se realizan. Por último, la conjetura freudiana
respecto de la sexualidad que, en el síntoma, se satisface: una sexualidad
perversa y polimorfa, efecto de la seducción estructural de los cuidados que
brinda esa “asistencia ajena” (FREUD 1895 [1950], p. 229) a la que llamamos «Madre».
Procediendo
inversamente al proceso de «construcción» freudiano en la práctica, tendríamos,
a nivel teórico, un esquema bastante sencillo: “En un principio, la acción
[masturbadora] presentaba un carácter puramente autoerótico” (FREUD 1908, p.
1350), satisfacción anárquica de las pulsiones parciales. En un segundo
momento, se produce una «soldadura» entre dicha empresa pulsional y una escena
fantasmática. Aquí, podríamos decir, es el momento en el que se plantea la
constitución de una «interpretación» en la que se adopta cierta posición
subjetiva frente a la castración en el Otro. Se trata de la invención de un
artificio, artimaña subjetiva que protege frente a lo real de un deseo no-mediatizado,
inmediato, angustiante. Pero antes de que el niño pueda ser intérprete, él es interpretado.
¿En qué sentido? En el sentido de que el Otro materno es quien atribuye, en
primer término, un significado a los movimientos sin sentido del bebé. Como lo
señala Colette Soler: “… la emergencia del niño interpretable data tal vez de
la primera aparición del menos-uno del sujeto. Éste emerge por un grito,
primera manifestación de lo viviente que cava su agujero en el Otro. En la
reserva de los significantes que cubre el niño, incluso antes de que nazca, el
grito prepara el sitio para el lugar vacío del sujeto, que puede a partir de
entonces funcionar como una x que la respuesta del Otro interpreta. (…) Ese ¿Che vuoi?, que viene del Otro materno
(…), hace del interpretado una condición previa del surgimiento del intérprete.”
(SOLER 2004, p. 152-3, subrayado mío).
Vale aclarar, asimismo,
que el pasaje de interpretado a intérprete no es sin el encuentro traumático con
el deseo del Otro (Ⱥ). Esta es la condición, la exigencia que se plantea. Ese
punto de corte, de discontinuidad, donde el niño se confronta con que, en el
decir del Otro, algo no cierra (es decir, la interpretación materna de la
necesidad - el nivel mismo de la demanda - es no-toda; o también podemos decir
que frente a lo pulsional desbordante que afecta al niño, o sea, frente a esa
hetero-eroticidad efecto de la incidencia del significante en su naturalidad, el
significante mismo nada puede hacer, es incapaz de reabsorberla, reintegrarla,
domesticarla acabadamente). De manera tal que, si nos atenemos estrictamente al
desarrollo que vengo desplegando, la interpretación fantasmática no cumplirá sino
la función de, precisamente, intentar cerrar esa brecha, esa hiancia que
constituye la falta en el Otro. ¿Cómo responde el infans a esa apertura que se presentifica en tanto desborde de la
dimensión de la demanda? El niño se hace, él mismo, respuesta de esa pregunta.
Esa pregunta es tanto una interrogación por el deseo del Otro como por su ser
de sujeto, que falta, donde “que falte su ser de sujeto” debe ser leído a
propósito de la anteriormente señalada inadecuación objetal en términos
gnoseológicos y/o etológicos. Para el psicoanálisis no hay una “esencia”
constitutiva del sujeto que lo llevaría hacia el encuentro del objeto-complemento
sin más, inexiste su «identidad» o su «sí-mismo» como dato real biológico o
metafísico puro.
Y, para decirlo todo, no
otro sino este es el punto de instauración, cuando se construye el «fantasma»,
de la «verdad» del sujeto en su estructura de ficción. Empero, es preciso
destacarlo, es una verdad ficcionalmente absoluta. De poner de relieve
esto, es de lo que se trata en un análisis. Escena, guión, o más exactamente, «artificio»
[Kunststück] en el cual el sujeto se
preserva como sujeto historizado y que arma un circuito cerrado desde donde se
garantiza cierta repetición: “El fantasma instituye un Otro para el cual el sujeto
sabría lo que él es, mediante lo cual sólo le queda repetir indefinidamente
situaciones en las que siempre realiza, sin saberlo, esta misma respuesta. Para
un sujeto, el encuentro del Otro, la posibilidad de afrontar una novedad
inesperada están, como podemos ver, singularmente limitados por el giro en
redondo que los carriles del fantasma preservan.” (STRAUSS 1987, p. 61,
subrayado mío). La novedad, desde la óptica neurótica, es leída como, para
decirlo neológicamente, “noverdad”. El rechazo de la diferencia¸ del
cambio, de la transfiguración, etc., aparecen denegados por estos significantes
del fantasma que fijan un sentido… siempre-el-mismo.
Finalmente, para
finalizar con el esquema freudiano que venía articulando, luego de la
«soldadura» antedicha entre pulsión y fantasía (y represión mediante), los síntomas:
“Las fantasías inconscientes son (…) las premisas psíquicas más inmediatas de
toda una serie de síntomas histéricos. Estos no son sino tales mismas fantasías
inconscientes exteriorizadas…” (FREUD 1908, p. 1350). Es decir, el síntoma es
una satisfacción pulsional inconsciente que se ha articulado a una
representación fantasmática (la cual, en la lógica freudiana, no viene más que
a “elevar a una categoría superior”, es decir, a tornar “(re)presentable”, a la
primera).
Desarmando
la Kunststück subjetiva. De la
religión al psicoanálisis.
Según veíamos en la
cita inicial de este trabajo, para Foucault el hecho de concebir la «interpretación»
en términos de “sacar a la luz una significación enterrada en el origen”, tiene
como implicancia estimar que únicamente desde una mirada metafísica es posible interpretarse
“el devenir de la humanidad”. Pues bien, ¿qué cuestiones se pueden señalar al
derredor de esta contundente aseveración en miras asimismo de responder, como
más no sea parcialmente, a la pregunta otrora suspendida referida a la ligazón entre
la lógica fragmentaria (no-toda) de la «genealogía» y la ética misma del
psicoanálisis, la cual se sostiene en el convencimiento [Überzeugung] de la inexistencia de un Bien Universal?
Lo primero que es
preciso señalar, es la utilización de un vocablo que no es en absoluto ajeno al
campo analítico. Me refiero a la noción de “interpretación”. Desde luego, sabemos
que el filósofo francés no está interesado, de modo alguno, en la
interpretación psicoanalítica del síntoma o de la demanda de un sujeto. No
obstante, hallo una singular sintonía en esa posición crítica frente a la
presunta existencia de una “significación enterrada en el origen”. Para el
psicoanálisis, en efecto, la interpretación tampoco se solidariza con esa
lógica metafísica destinada a “develar una verdad” que se supondría
preexistente, una verdad que sería, por otro lado, relativa a un “ser”, a una
“esencia”, a un “en sí”. Como ya fue señalado, el hombre como sujeto está
castrado en su naturalidad por el hecho de ser hablante, es decir que -
agregando un nuevo señalamiento - carece de un destino real, “natural”,
como “viviente”. El destino del hombre, su verdad, aquello que materialmente
lo causa, es inseparable de cierta articulación significante.[2]
El significante lo marca y comanda eficazmente sus actos - oracular e
hipnóticamente. El sujeto del análisis es la sujeción al dicho que legisla
subrepticiamente el actuar del hombre que se pretende “libre”. Lo absoluto,
en este contexto, remite a la omnipotencia del Otro de la demanda, sin más,
quien significantiza al viviente, lo captura, lo viola, lo ultraja, lo rapta
del orden “natural” para convertirlo en sujeto del significante. Más
precisamente, para pervertirlo.
Dice Jacques Lacan en
el Seminario XIII: “El psicoanálisis es la interpretación de las raíces
significantes de aquello que hace a la verdad del destino del hombre. Se coloca
así en el mismo terreno que la religión, pero es absolutamente incompatible con
las respuestas que se dan en el campo de la religión, pues aporta una
interpretación diferente. El psicoanálisis en relación con la religión está
en una posición esencialmente desmistificante. La esencia de la interpretación
psicoanalítica no puede de ninguna manera mezclarse con la interpretación
religiosa del campo de la verdad.” (LACAN 1965-66).
¿En qué sentido el
análisis “aporta una interpretación diferente” a “la verdad del destino del
hombre”? La verdad analítica, hacia la que apunta la interpretación, es una
verdad estrictamente antiesencialista, antihumanista[3]
y profundamente antirreligiosa. Se trata de la verdad de la falta en ser, una
“verdad sin verdad”, la verdad de la castración. Despleguemos esta cuestión un
poco más.
La pregunta, en
términos simples, sería por qué la interpretación analítica es antirreligiosa. Plantea Lacan: “Digamos
que el religioso le deja a Dios la carga de la causa, pero que con ello corta
su propio acceso a la verdad. Así, se ve arrastrado a remitir a Dios la causa
de su deseo, lo cual es propiamente el objeto del sacrificio. Su demanda está
sometida al deseo supuesto de un Dios al que entonces hay que seducir. El juego
del amor entra por ahí.” (LACAN 1966, p. 828). Se trata de un párrafo al mejor
estilo Lacan. Complejo, abigarrado, arduo. Mas no me interesa de ningún modo
abordar a la plenitud de su sentido, sino tan sólo enmarcarla en la operación
de lectura que vengo realizando.
En primer lugar,
señalar cómo el sujeto religioso delega “la carga de la causa” a Dios,
apareciendo este entonces como el que tiene. Esto tiene un efecto: el
sujeto queda cortado respecto de su acceso a la verdad. Queda cortado a
este respecto dado que la interpretación religiosa, basada en el método exegético,
apunta a descubrimiento de un “significado original”. La hermenéutica aquí es
un modo de suturar la brecha, el vacío, que el análisis descubre como
constituyente del sujeto del inconsciente. Podríamos decir que se trata de
la instauración de una trama eficaz que vela lo real de la falta. Por eso
Lacan señala que lo sacrificado es, justamente, el deseo. De este modo,
se entra en una relación vinculada a los juegos de seducción del amor, en un
sentido claramente narcisista (no olvidemos que, en Lacan, el yo aparece como
propiamente obstruyente de la hendidura en el Otro, es decir que, al igual que
el fantasma, es una construcción imaginaria destinada a responder al deseo del
Otro).
El sujeto, en la
religión, se hace falo del Otro, del Otro como lugar de la verdad. Se trata de
una posición en la que el Otro sabe. En oposición al creyente, que se
adecua incondicionalmente al saber del Otro, la figura del «hereje». Dice Lacan:
“El religioso instala así la verdad en un estatuto de culpabilidad. Resulta de ello
una desconfianza para con el [deseo de] saber…” (LACAN 1966, p. 828)[4]
Finalmente, señala: “La verdad es remitida allí [en la religión] a unos fines
que llaman escatológicos, es decir que no aparece sino como causa final;
en el sentido de que es remitida a un juicio del fin del mundo.” (LACAN 1966,
p. 828-9, el subrayado me pertenece). En la perspectiva religiosa, no hay
abertura sino Saber que oraculiza, predestina, hay una explicación tanto para
el “origen” (“Génesis”) como para el final (“Apocalipsis”). La verdad, la
revelación, es el advenimiento del Reino de los Cielos. Esto aparece como
irrevocable, como irreductible a la voluntad del Hombre: sólo queda acatar ese
«Destino».
Pero, ese destino
apocalíptico común, precisamente, deniega la diferencia. Al sacrificar su
deseo, el religioso, se adecúa a un fin universal, general, etc., cuestión que
el psicoanálisis viene precisamente a destruir en tanto apuesta a la emergencia
de una singularidad, cuya condición de posibilidad es la puesta en
acto del deseo inconsciente ya que éste es la desavenencia misma con lo
actualmente instituido. Y aquí resulta atinado destacar la particularidad de la
experiencia analítica. El análisis, lejos de entramar el agujero originario, lo
de-vela, siendo solidaria su lógica con la lógica propia del movimiento
genealógico en un sentido fuertemente nietzscheano. Por eso es preciso señalar
que la interpretación analítica, si bien toma elementos de la trama
(significantes), empero, apunta a lo que está más allá de la misma y no en
miras de sustituir dicha trama por otra que sería “mejor”, esto es, por
“construcciones auxiliares” [Hilfskonstrutionen],
satisfacciones sustitutivas, similares a las que la cultura le ofrece al sujeto
en compensación a la renuncia pulsional. No. El análisis apunta a restituir el
lugar de lo inasimilable en tanto considera que es causa. Causa del deseo, motor de la relación del sujeto con
el mundo.
Regresando un poco a
Michel Foucault: “Allí donde el alma pretende unificarse, allí donde el Yo se
inventa una identidad o una coherencia, el genealogista parte a la búsqueda del
comienzo (…); el análisis de la procedencia [Herkunft] permite disociar el Yo y hacer pulular, en los lugares y
posiciones de su síntesis vacía, mil acontecimientos ahora perdidos” (FOUCAULT,
p. 26). Resulta conveniente la lectura de la presente cita ya que tanto el yo
del psicoanálisis así como el fantasma son construcciones pasibles de ser
interrogadas, disociadas, relativizadas¸ atenuadas (a partir del análisis de
las identificaciones que las sostienen en cierta coherencia imaginaria).
Identificación no es identidad. El yo y el fantasma son el recurso, el «artificio»,
la coartada, la artimaña del neurótico por excelencia, podría decirse, ya que ambos
comportan una degradación de la falta que logra preservar al sujeto de
la confrontación directa con lo real del deseo del Otro. Degradación en
la medida en que la pregunta que atraviesa al sujeto (relativa al agujero real
en lo simbólico) es asumida a nivel imaginario. Lacan lo dice, puntualmente en
relación al yo, de una manera sumamente simple y aclaratoria: “La tópica
freudiana del yo muestra cómo una o un histérico, como un obsesivo, usa de su
yo para hacer la pregunta, es decir, precisamente para no hacerla. La
estructura de una neurosis es esencialmente una pregunta…” (LACAN 1955-56, p.
249). Una pregunta imaginarizada, que no apunta a obtener una verdadera
respuesta, ya que es en sí misma un tapón al no-saber. Por eso, el análisis, es
un cuestionamiento profundo a esa coherencia e identidad inventadas, a esa
creencia en un origen absoluto y sagrado, en un destino real e irrevocable. La
verdad de la que se trata en un análisis es una verdad discursiva cuyo
fundamento no es la adecuación de la representación a la cosa. Es decir, no es una
verdad “objetiva” o “referencial”, mucho menos Universal. Se trata de un orden
de verdad que implica a un sujeto en tanto el significante es lo que lo representa
para otro significante, definición que destaca la distancia que separa al
psicoanálisis de cualquier pensamiento de corte nominalista.
La dimensión del
sentido en el marco de un análisis es una dimensión que está estrictamente supeditada
al interjuego de los significantes, es decir, ante el advenimiento de un nuevo
elemento a la cadena en su diacronía todo lo hasta allí enunciado es
cuestionado en su presunta armonía. Saber qué es lo que se está diciendo en un
análisis es siempre una ilusión que el discurrir mismo de la asociación libre
resquebraja. Ningún sentido es definitivo, toda significación que se pretenda
última, final o eterna es relativizada, matizada, interpelada por la articulación
de los elementos que la determinan con otros nuevos que han de surgir en el transcurso
de una conversación sujeta a la «regla fundamental».
De este modo, el método
de Sigmund Freud no es una apuesta a la sustitución de una versión, de un orden
de sentido, de una semántica a la que se tenga por “fallida”, “malhecha”, “neurótica”,
“histérica” por otra que se supondría “mejor”, más “adecuada”, más “adaptada”,
más “verdadera”. El método psicoanalítico es, en todo caso y por el contrario, un
proceso a-semántico en escansión,
por cuanto destaca la insuficiencia de toda trama que se pretenda
absoluta. Y esto a los efectos clínicos y éticos de que un desasimiento [détachement] radical acaezca en la posición
subjetiva del analizante.
Breve
recapitulación crítica
Tal como fue indicado en un primer
momento, este trabajo tuvo como intención realizar un entrecruzamiento
heurístico entre el pensamiento de Michel Foucault y el psicoanálisis, haciendo
especial hincapié en la articulación entre genealogía nietzscheana y método
psicoanalítico, siempre tomando en consideración los diferentes problemas en
juego para cada perspectiva. Traté de servirme del espíritu polémico del pensar
del filósofo francés en tanto solidario con la subversión que el decir
freudiano introduce en la Cultura en general y en la clínica en particular,
para abordar las cuestiones del fantasma, la interpretación y la verdad en la
clínica psicoanalítica. A este respecto, en un primer apartado, abordé la
perspectiva genealógica distinguiendo “origen” [Ursprung] de «artificio» [Kunststück]
y subrayando cómo a partir de esta concepción no-metafísica de la historia se
hace pertinente la pregunta respecto de la solidaridad de este proceder con el
proceder propiamente psicoanalítico (lógica del no-todo). En segunda instancia,
me propuse despejar las cuestiones de lo “absoluto” y de lo “variable” en el
pensamiento psicoanalítico realizando para ello un breve recorrido en derredor
de ciertos tópicos como lo son: pulsión, fantasía y síntoma. Una vez precisado
lo variable como atinente al objeto de goce del ser hablante y lo absoluto en
sintonía con la interpretación fantasmática que viene a fijar dicho objeto (transmutando
lo contingente en necesario), me interesó destacar la particularidad de la clínica
freudiana en lo tocante a la dimensión de la verdad. Diferencié así la posición
religiosa de la posición analítica, destacando cómo la primera suprime el
problema de la causa ensayando una respuesta general y completa en donde no
queda lugar para la falta en ser. En cambio, la postura del psicoanálisis, desmistificante,
apuntando a la relatividad e incompletitud de toda verdad, a la inconsistencia
de todo sentido originario, a la ficcionalidad de toda versión de lo real. En
este sentido, finalicé precisando cómo el «artificio» [Kunststück] que parapeta al neurótico del deseo del Otro, en el
marco de un análisis, no es ni fortalecido, ni emparchado en su falla, mucho
menos sustituido por otro que se supondría mejor: es cuestionado en su
sintomática eficacia, señalando su carácter estrictamente contingente y
no-necesario (tomando en cuenta las categorías de la lógica modal de las que
hace uso J. Lacan). De este modo, la clínica freudiana se acerca íntimamente, a
mí entender, a la perspectiva nietzscheana respecto del Yo, profundamente
crítica de su estulta creencia de ser en sí la razón, el centro de todas las
cosas:
“Los que los sentidos sienten, lo que el
espíritu puede discernir, nunca tiene su finalidad en sí mismo. Pero los
sentidos y el espíritu intentan convencerse de que son, en absoluto, la
finalidad de las cosas todas: tan vanidosos son.”
(Nietzsche, Así Habló Zaratustra)
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
1- FOUCAULT,
M. (1971) Nietzsche, la genealogía, la
historia. Valencia, PRE-TEXTOS, 2004.
2- FREUD,
S. (1895 [1950]) “Proyecto de una psicología para neurólogos” en Obras completas. Madrid, Biblioteca
Nueva, 1973. Tomo I.
3- FREUD,
S. (1908) “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad” en Obras completas. Madrid, Biblioteca
Nueva, 1973. Tomo 2.
4- FREUD.,
S. (1914) “Historia del movimiento psicoanalítico” en Obras completas. Madrid, Biblioteca Nueva, 1973. Tomo 2.
5- FREUD,
S. (1915) “Los instintos y sus destinos” en Obras
completas. Madrid, Biblioteca Nueva, 1973. Tomo 2.
6- HARARI,
R (2007) “¿La máquina o el hombre?” en Ferreyra, N. y otros, Seminario de Lectura de “El yo en la teoría
de Freud y en la técnica psicoanalítica” de Jacques Lacan. Buenos Aires,
Letra Viva, 2007.
7- LACAN,
J. (1955-56) El Seminario. Libro 3: “Las
Psicosis”. Buenos Aires, Paidós, 2007.
8- LACAN,
J. (1964) “Posición del inconsciente” en Escritos
2. Buenos Aires, Ed. Siglo XXI, 2008.
9- LACAN,
J. (1965-66) El Seminario, Libro 13: “El
objeto del psicoanálisis”. Inédito.
10- LACAN, J. (1966) “La ciencia y la verdad” en Escritos 2. Buenos Aires, Ed. Siglo XXI,
2008.
11- RABINOVICH, D. (1999) El deseo del psicoanalista. Libertad y determinación en psicoanálisis.
Buenos Aires, Manantial, 2007.
12- SOLER,
C. (2004) Lo que Lacan dijo de las
mujeres. Buenos Aires, Paidós, 2008.
13- STRAUSS, M. (1987) “La verdadera función del
padre es unir un deseo a la ley” en Miller G. (ed.) Presentación de Lacan. Buenos Aires, Manantial, 1988.
[1]
Y también, podría decirse, hay falta de sujeto. Pero estimo que esto excede los
límites del presente trabajo.
[2]
“El efecto de lenguaje es la causa introducida en el sujeto. Gracias a ese
efecto no es causa de sí mismo, lleva en sí el gusano de la causa que lo
hiende.” (LACAN 1964, p. 794-5) O
también: “Esta causa material es propiamente la forma de incidencia del
significante que yo defino en ella.” (LACAN 1966, p. 831).
[3]
“Una cosa es segura: si el sujeto está efectivamente allí, en el nudo de la
diferencia, toda referencia humanista se hace superflua, puesto que es a ella a
la que le cierra el camino.” (LACAN 1966, p. 815.) O también: “¿Qué enseña pues
Freud el filósofo? (…) Es fundamentalmente anti-humanista, en la medida en que
el en el humanismo existe ese romanticismo que quiere hacer del espíritu la
flor de la vida.” (LACAN 1955-56, p. 350) Ver también: HARARI 2007, p. 43-7.
[4]
Resulta interesante lo señalado por D. S. Rabinovich respecto de la curiosidad:
“Es Nicolás de Cusa quien le da a la curiosidad un nuevo estatuto, no el de un
pecado de soberbia, sino el de un atributo positivo a ser desarrollado y
cultivado.” (RABINOVICH 1999, p. 43-4).
(*) Trabajo Publicado en REVISTA UNIVERSITARIA DE PSICOANÁLISIS Volumen XIII, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires: http://www.psi.uba.ar/estudiantes.php?var=investigaciones/revistas/psicoanalisis/revista13/index.php&id=223
Comentarios
Publicar un comentario