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“La resistencia y las defensas: Historia/ pasado – Memoria/ olvido”



“¿A fin de cuentas, de La interpretación de los sueños al período que he calificado de intermedio, qué es lo que fue originariamente reprimido? Es, una vez más y como siempre, el pasado. Un pasado que debe ser restituido, y acerca del cual no podemos sino evocar (…) su profunda ambigüedad…”.
(J. Lacan, “Los escritos técnicos de Freud”, 7/1/1954)



“El olvido es (…) persistente. Todo lo negado persiste en la conciencia, persevera. Lo negado engendra peste. Una patología devastadora que enferma a los pueblos. Hay una frase que se utiliza en estos casos y dice que los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo. La frase exige a los pueblos recordar lo malo para no sufrirlo otra vez. Es una frase-advertencia. Pero los pueblos no creen en las advertencias. Las advertencias advierten sobre el futuro, y los pueblos (…) quieren habitar el presente, dado que el pasado quieren olvidarlo y el futuro los asusta. Nada más cómodo que olvidar.”
(J. P. Feimann, El parque de la memoria, 9/9/2007)

El pasado individual es algo tan escurridizo, tan ambiguo, tan sujeto a falsificaciones y lagunas que una reconstrucción ad integrum del mismo siempre resultará una empresa cuasi-delirante. Además, ¿cómo determinar, dice el sentido común, qué fue efectivamente vivido y qué, en cambio, es fantasía o discurso del otro - anécdota, comentario, etc.? ¿Cómo pretender, entonces, que el pasado colectivo no esté, a su vez, determinado por todas estas condiciones pero potenciado en su inconsistencia y complejidad por el hecho de su misma multiplicidad protagónica (de actores involucrados)? Sin embargo, la reflexión del filósofo argentino nos interpela. Pese a lo que señala respecto de lo que sucede con los pueblos, va en otra dirección. Por eso, en ese mismo artículo que citamos y que habla sobre el “Parque de la Memoria” inaugurado en la Ciudad de Buenos Aires en evocación a los desaparecidos por la última dictadura cívico-militar, Feinmann sostendrá que el mismo ha sido hecho “para que nadie los olvide”. “Es una herida en la ciudad, un gesto testimonial, valiente, que habrá que cuidar de la injuria de las hienas y visitar asiduamente para estar ahí, cerca de ellos, inocentes todos, porque el que muere sin justicia, sin defensa, sin ley, con su cuerpo escamoteado al amor postrero de los suyos, es inocente…”. La importancia de recordar, de la Memoria que combate al olvido definitivo que pretende negar el hecho sucedido, se vincula directamente con la noción de Historia que, como señala Lacan en este mismo Seminario citado, no es el pasado (LACAN, 1953-4, p. 27). Y no: la historia no es el pasado. La historia es el pasado re-historizado, simbolizado, reinterpretado, resignificado en el aquí y ahora del Presente. Si el Otro es definido por este psicoanalista como el lugar del lenguaje, diremos que no hay historización posible sin ese Otro. Pero, ¿de qué Otro se trata?
La Clase III se llama La resistencia y las defensas. Lacan está polemizando con un psicoanálisis cada vez más intersubjetivo, centrado en una concepción del sujeto como Yo a quien él mismo articula en tanto imaginario, producto  de una identificación, de una construcción artificial y no en cuanto que dado o psicogénico. Por su parte el sujeto, es el sujeto del lenguaje o, más exactamente, de la palabra. No es lo mismo el análisis del discurso que el análisis del yo. El primero compromete un concepto del análisis donde la verdad surge de la equivocación y en el cual la posición del analista debe ser la de una ignorantia docta (formal) que puede ser subjetivante si compromete al sujeto en una operación dialéctica que posibilite mostrarle que habla mal. Lo cual es diferente de indicarle que se engaña, propuesta que remite al segundo de los términos situados, allí donde se pretende reducir la experiencia a una mala voluntad fundamental del sujeto. A este estilo analítico, Lacan lo llama inquisitorial.
“… sólo la perspectiva de la historia y el reconocimiento permite definir qué es lo que cuenta para el sujeto.” Esto es, el ORDEN SIMBÓLICO. Pero se trata de una dimensión lenguajera que debe dar lugar a la función de la palabra, puesto que sólo ahí la escucha analítica deviene formadora para el sujeto. En este sentido, podemos pensar al Parque de la Memoria no solamente como un espacio significante muerto, enmohecido, polvoriento sino como algo que su manera habla y que, rescato la postura de José Pablo, hay que habitar, visitar, para apropiárselo, agenciarse de él. Hacerlo hablar más de lo que ya habla por sí mismo. Nos dice de una época atroz, oscura, vil y sanguinaria que no queremos repetir. Los pueblos son neuróticos, por eso reproducen lógicas ligadas a la pulsión de muerte. Pero, frente a ello, la radical importancia del recordar para continuar en este arduo trabajo de elaboración de los acontecimientos traumáticos del pasado. Es muy importante hacer este señalamiento hoy, a dos meses de la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Los medios de comunicación desvían el foco acorde a los intereses patronales que se sintonizan con un Gobierno que pretende desligarse al máximo de su responsabilidad pero que entorpece a todas luces la investigación del hecho a la vez que encubre de manera grotesca a Gendarmería, fuerza de seguridad involucrada en el siniestro. De esta manera, se instala en una parte de la sociedad un clima de negacionismo o renegación/ desmentida harto execrable. Otro sector social acude a la Plaza de Mayo para reclamar lo mismo de siempre, desde que se fueron los militares: MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.  
Lo que cuenta para el sujeto-pueblo es el reconocimiento – la no-negación y la visibilización - de aquello que hizo y hace a nuestra Historia. Todo acontecimiento deja marcas, huellas, trazas algunas de las cuales son verdaderamente imborrables porque son constituyentes. Aún las más destituyentes, odiosas, pulsionales y destructivas que puedan recaer, ya sea sobre un ser individual o sobre una comunidad, han de tener algún efecto SUJETO. Obviamente, las consecuencias no serán las mismas, pero no nos vamos a desviar aquí con el entretenimiento burgués de la psicopatología, por más “lacaniana” que se la justifique.
Sin embargo, la clínica, enseña. Y cuando Lacan aborda el caso de Annie Reich, nos introduce a un distingo ético fundamental del que podemos extraer corolarios interesantes. Él no niega el plano al que define como tópica de lo imaginario, donde el amor y el odio hacen de las suyas en el vínculo analista/ analizante, sino que busca asir un elemento tercero que le posibilite romper la dualidad, trascender la (sin)razón narcisista ligada a la proyección y a ese error que es previo a lo verdadero y lo falso. La interpretación de la defensa de ego a ego, elude el planteamiento de una terceridad, de una legalidad gracias a la cual es posible acceder a un tipo de reparación de las heridas que dejó lo traumático para permitirle al sujeto (ya sea individual o colectivo) ir más allá. Situarse en otra instancia, en otro lugar. Para eso el analista, “el único sujeto analizante” (¡! … LACAN, Op. cit. p. 57), pero convocado a ocupar el lugar del Otro con mayúsculas, es quien debe primero rectificar su lugar. Es decir, debe él mismo salir de ese lugar defensivo y resistencial que es el YO, para posicionado como sujeto animado por un deseo [de analizar] permitir que el otro a su vez logre poco a poco, progresivamente, ir ubicándose como sujeto él, abandonando el lugar de simple paciente o consultante.
Trasladado algo de esto a la dimensión de la Civilización, o más humildemente de nuestra sociedad, habría que pensar en la postura que adopta no el Estado sino quienes allí contingentemente se hallan como gobernadores. ¿Alojan la demanda del pueblo que reclama Memoria, Verdad y Justicia o significan violentamente esto como “el negocio de los DDHH”, o “una politización zurdo-kirchnerista del asunto”?
Si ante el analizante cuyo éxito profesional desentona con la gravedad con que llega a cierta sesión, luego de haber hablado de un tema en la Radio de algo valioso para su Otro (la analista, en este caso), esta última responde imaginariamente como si tratara de una cuestión de competencia fálica o lo que mierda fuere, ella desconoce así ese otro plano de determinación asociado al fallecimiento reciente de su madre, ignorando que tal vez algo de lo sucedido – más ajustadamente – haya tenido que ver con ese hecho significativo y traumático en sí, en tanto pérdida, duelo, falta. La analista no aloja, se muestra completa, comprende, clausura el sentido en lugar de permitir que se despliegue abiertamente la subjetivación, la continuidad de la reincorporación y reapropiación no del Falo sino del resto, para empezar a situarlo como causa del deseo y ya no como palea o desecho (recuérdese que fue sólo invirtiendo el aspecto depresivo de la psicología del duelo en una actitud de carácter pseudo-maníaco como este sujeto había logrado superar la muerte de ese ser querido). Es por eso que Lacan dice: “… en la imaginación del locutor, la palabra no se dirige forzosamente a quienes le escuchan sino más bien a todos, tanto a los vivos como a los muertos. El sujeto estaba allí en una relación conflictual: podía lamentar que su madre no pudiese ser testigo de su éxito, pero a la vez, quizás, en el discurso que dirigía  sus invisibles oyentes, algo estaba a ella destinado.”        
El Otro tiene que estar barrado, castrado, en falta. Ese es el que posibilita la verdadera tramitación del horror. Si nuestros dirigentes (y cierta parte desagradable de nuestros contemporáneos) niegan la posibilidad de elaboración introduciendo la perspectiva hobbesiania de que “todos somos lobos entre todos” – recusando, reprimiendo o llenando nuestras marchas de infiltrados policiales y/o barrabravas –, resultan tan inquisitorios y chocantes como esos analistas arcaicos que hipnóticamente imponían un sentido a la subjetividad. De todos modos, sabemos de qué lado en la oposición objetivante/ subjetivante están, como cualquier tecnócrata contemporáneo, por sus modos de (des)hacer la política, forcluyendo de entrada lo político, real y que es el SUJETO como carencia de identidad individual mas no en cuanto que entramado en una realidad compartida, que le da identidad (simbólica), porque le es instituyente.
Durante la semana, Sergio Maldonado aclaro que este acto encerraba no sólo un pedido a que se haga algo sino también un mensaje a su hermano, a quien quiere mucho y espera. Estas líneas reflexivas van dirigidas a él, no son más que otro empuje – solidario del acompañamiento en carne y hueso de la gente en estas marchas – desde la dimensión de lo escrito, que también hace memoria porque rescata del olvido.

Latinoamérica, la de las venas abiertas.
  1° de Octubre de 2017.

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