La lógica, atravesada por el
psicoanálisis, implica la intromisión de lo que ella debe excluir para
funcionar óptimamente. Esto es, el sujeto de la enunciación, de manera que
no-todo se reduce a enunciados en el marco de nuestra experiencia sino que hay otro
nivel y que es precisamente el del Øtro en tanto tal. Sostener que el sujeto
del psicoanálisis es el sujeto de la ciencia remite al cogito cartesiano en relación al cual, no obstante, la experiencia
freudiana aporta su verdad rechazada. Que en el preciso instante de decir “pienso”
ya lo estoy diciendo desde el lugar del lenguaje y eso me descentra de mí
mismo, valga la redundancia. Ciencia y psicoanálisis son intentos de formalizar
lo real. La neurosis, efectivamente “empalma con un real” (Seminario XI). De
ese Real algo podemos saber. Tanto en la ciencia como en el psicoanálisis hay
producción de saber, letras, matemas. La diferencia estriba en la cuestión de
la verdad a la que el pensamiento freudiano postula como causa. Y esta causa es
compleja:
“…la gran eficacia de los modelos matemáticos se paga con una reducción de
los fenómenos a los que se aplican a una simplicidad que raramente corresponde
realmente a los objetos de las ciencias humanas. Cuando lo real es complejo,
como lo es igualmente en el caso de las ciencias físicas, es necesario, cuando
las matemáticas, en su estado actual, se aplican a él, no perder de vista que aquellas
sólo retienen [en sus estructuras] algunas características, que, sin duda son
interesantes, y cuentan; pero hay que saber determinar cuáles son estas, y no
olvidar que el objeto de las ciencias sociales no se reduce a ellas y, en
general, las trasciende.”[i]
El deseo no entraña una relación subjetiva
simple con su objeto (Seminario VIII). La teoría del deseo está destinada a
poner en cuestión la teoría del conocimiento. La relación de conocimiento que
parte de la certeza de un Yo pensante es una ilusión que se sostiene en la
supresión de aquello de lo que ese certidumbre se extrae, es decir, que lo que
causa el dudar es la angustia (Seminario X) en la medida en que ésta es señal
de un sujeto-sujetado al deseo del Otro en el sentido de ser efectuado por la
hiancia que el lenguaje introduce en lo real (donde nada falta). La alienación
produce el pensar (cómo salir de ella), y esto separa, introduce la
discontinuidad, suscita que el serhablante
elija entre quedar petrificado al ser Uno con el Otro (reducirse a un signo) o
inmiscuirse en el sentido, para que lo que ya es necesario un segundo
significante. Para el caso, el Nombre-del-Padre (Seminario V) como operador de
la metáfora paterna. Ésta dice: “Goce, fálico”. El padre-del-nombre (Conferencia
del Ginebra) nomina la falta materna velando
esa hendidura absorbente mediante un significado, que puede ser por ejemplo el “miedo”
(de Juanito a los caballos). La fobia es una sustitución (una metáfora) del
padre, allí donde la realidad de este no tiene la suficiente fuerza castradora
hacia el Otro.
El real con el que conecta la neurosis
es lo inconsciente. El inconsciente es, para Freud, real en el sentido de la Ciencia. Sólo que si el psicoanálisis es
una ciencia del objeto a, el costo
ético de semejante posición es una abstinencia a la altura de su imposibilidad.
La imposibilidad de dar con un objeto perdido por -y en la- estructura. Por su
parte, el $ es inaprehensible en
tanto tal (aunque la versión del libro 8 de Paidós diga lo contrario, Pág. 402)
y solamente puede ser concebido como lugar.
Hoy dijimos: sujeto de la enunciación[ii]. Asunto psicoanalítico
por excelencia: la falta en ser del ser que habla. Como dice M. Foucault en “El
pensamiento del afuera” (1966).
Si
en efecto el lenguaje sólo tiene lugar en la soberanía solitaria del “hablo”,
nada tiene derecho a limitarlo, —ni aquel al que se dirige, ni la verdad de lo
que dice, ni los valores o los sistemas representativos que utiliza; en una
palabra, ya no es discurso ni comunicación de un sentido, sino exposición del
lenguaje en su ser bruto, pura exterioridad desplegada; y el sujeto que habla
no es tanto el responsable del discurso (aquel que lo detenta, que afirma y juzga
mediante él, representándose a veces bajo una forma gramatical dispuesta a
estos efectos), como la inexistencia en cuyo vacío se prolonga sin descanso el
derramamiento indefinido del lenguaje.
[i]
Barbut, M. (1966): “Acerca del sentido del término estructura en matemáticas”
en Les Temps Modernes nº 246, Nov. 1966. Trad esp de Juan Bauzá, tomada de Cahiers de lectures
freudiennes, 10, pp. 81-101. Jacques LACAN se refiere al mismo
explícitamente en la sesión del 14 de diciembre de 1966, en el contexto de su Seminario
XIV (1966-1967): La lógica del fantasma.
[ii] La
enunciación remite a la pregunta por el lugar desde dónde soy hablado. Quién o
qué habla en mí, más allá de mi yo-consciente.
Comentarios
Publicar un comentario