"¿Podría hablarse de un deseo del
lego?
Si así fuese, ciertamente, habría
que poder diferenciarlo del deseo del- ego.
¿Deseo del ego? Podríamos pensarlo de la siguiente manera: es el deseo de comprender al paciente y de
identificarse con él; práctica imaginaria
muy común hoy en día, que en aras de un furor
curandis pretende resolver compasivamente aquí y ahora los problemas de la gente.
También podría pensarse como el
deseo del ego: cierta sensación de poder, de regodeo por un posicionamiento
jerárquico elevado: licenciado, magíster, doctor, AME, AE, etc., etc.
Estas preguntas atañen a muchos
de los aquí presentes, eso espero, pues muchos somos estudiantes, otros ya se
han graduados. Pero, si nos detenemos a pensarlo, ¿cuál es la diferencia entre
unos y otros? ¿Es necesariamente un “profesional de la salud mental” más
psicoanalista que un estudiante comprometido con un pensamiento crítico?
Como estudiante, tenía que hacer
una práctica profesional en Institución psicoanalítica. Dicha pasantía constaba
de co-admisiones, es decir, el no profesional tenía que asistir a una
entrevista de admisión realizada a una
paciente por un profesional de la institución.
Haré un recorte de un caso. Se
trataba de una muchacha que con 30 años había decidido vivir sola.
Aparentemente, su problema, y por eso llegaba a consulta, era que su madre “se había
instalado en su casa”. Comenta que la madre se había separado de su pareja y no
tenía dónde vivir.
El punto que quiero remarcar es
el siguiente: la profesional, al
terminar la sesión, luego de que la paciente se marchara, me mira y me
pregunta: “¿Qué te pareció?”
Por azares, mi preocupación
semanal en ese entonces, era algo que había escuchado en un seminario: “El psicoanálisis es un discurso sin
adjetivos”.
Volviendo a la viñeta clínica,
podríamos reflexionar lo siguiente:
Lo que a un psicoanalista le parece o deja de parecerle, poco debería
importarle… Pues, qué le puede parecer a uno un paciente: aburrido, divertido,
interesante, útil, etc., o la otra vertiente: la paciente puede ser un boluda,
una perversa, una histérica, una forra. Es decir, puede caer una lluvia de adjetivos que, justamente, hacen caer a la escucha, impiden lo que Freud
denominó atención flotante.
Tal fue el caso de esta
profesional: Luego de que yo eligiese el adjetivo que más neutral me parecía
para salir de la incómoda situación, le dije: “un caso interesante”. Ella me
responde que sí, y agrega: “¿Te imaginás
que tu vieja se instale en tu casa?” y luego de otras frases por el estilo, remata
diciendo: “Yo la rajo a patadas”.
Remarco las palabras de la psicóloga: La imaginación y la aparición del Yo, que a decir verdad, no
son sino la misma cosa.
Tratando de evitar aquella tentación de caer en lo imaginario que
Lacan menciona en Función y campo de la palabra, continúo la charla con la
profesional y le menciono que me había llamado la atención que las dos
consultas que hizo la paciente en toda su vida a psicólogos, fue la primera vez
una pelea fuerte con su padre hace varios años; y en esta ocasión, luego de una
pelea con su jefe.
Al mencionarle esto, la
profesional me mira sorprendida y me dice, “Sí…, tenés razón”.
¿Qué yo tenía razón? ¿Es el campo
del psicoanálisis el campo de las razones en el sentido de lo que puede o no
ser exacto?
Esta pregunta atañe a un recuero
muy preciado que tengo; es de una escena bastante reciente. Una mañana hablando
con Luis, él me decía (espero no alterar demasiado sus palabras): “Quizá en el
grupo haya algunas inexactitudes por parte nuestra, pero ¿de qué importa?
Porque el hecho de que algo sea inexacto no significa que por eso no sea verdadero.”
Me fui pensando que era algo que
necesitaba escuchar para poder dar respuestas a algunos interrogantes propios.
Por ejemplo: ¿A un paciente, se lo analiza con lo exacto o con lo verdadero?
Será un clisé, pero evoco el clásico ejemplo del analista que para decirle algo
a su paciente le pide que aguarde un momento ya que el tiene que buscar la cita
de Freud para intervenir. Es lo que podríamos llamar saber-teórico, que por una
parte es necesario…pero necesario para la formación. En el momento de
intervenir en una cura, lo que cuenta es el Saber-hacer, el Savoir faire. Y es eso lo que propongo
llamar lo verdadero. Pues, para lo
otro existen distintos espacios, por ejemplo la supervisión, los exámenes, los
ensayos teóricos, las ponencias, etc.
Es de lamentar que la vanidad de
erudición estropee la cura analítica. El deseo del ego, es lo que en la
práctica debe quedar excluido. No así, el deseo del analista.
Como hace poco nos decía Luis:
“la universidad forcluye el deseo del analista”, ya nos debería sorprender que
la moda más establecida en los últimos tiempos se el espíritu de la pesadez. La universidad habla así: “Para no ser del
todo molestos con ellos, para que con nuestro discurso no despertemos a tanta
gente, y así puedan continuar su siestita cálida: hagamos de ellos licenciados,
magíster y doctores.”
Recuerdo un martillazo de Luis:
“¡Más herejes y menos Magísteres!”
En tanto hereje, entonces,
planteo lo siguiente: El deseo del lego.
Pero no crean que sea inexacto
por ello… A mis espaldas tengo dos gigantes: Sigmund Freud y Teodoro Reik. Pero
están ahí, a mis espaldas. Los aprendo y luego me olvido un poco de ellos. Aprehender y soltar es necesario para poder
decir, para poder tomar la palabra. De lo contrario, qué decir, ya que todo estaría
dicho.
Pero tomemos una pregunta
subversiva de Freud:
“¿Pueden los legos ejercer el
psicoanálisis?”
Sabemos que Teodoro Reik, el
mayor discípulo de Freud, tuvo dos inconvenientes laborales:
El primero en 1926 cuando el
Consejo Municipal de Viene le prohibió ejercer su práctica psicoanalítica por
no ser Médico.
El segundo, cuando debido a la
migración forzada que tuvo que hacer hacia Estados Unidos, se vio
imposibilitado para ejercer su práctica porque no tenía título de Médico. Lo
radical, para no usar adjetivos peyorativos, es que tal impedimento provenía de
una Sociedad Psicoanalítica, entre cuyos dirigentes se ubicaban a grandes
alumnos de Freud.
Extraigo parte de de la
correspondencia enviada por Freud:
“¿Qué vientos infortunados lo han impulsado a
usted, justamente a usted, hacia las costas de Norteamérica? Bien podía haber
previsto con cuánta amabilidad los analistas profanos son recibidos allí por
esos colegas nuestros para quienes el psicoanálisis no es sino una sierva de la
psiquiatría.
Naturalmente, tendré sumo placer
en escribirle cualquier clase de certificado que pueda serle útil, aunque me
temo que de nada le sirva.”
Días más tarde le envía la
siguiente carta: “Estoy dispuesto a ayudarle en cuanto me llegue la noticia de
que puedo disponer de la omnipotencia de Dios.”
Para reflexionar quisiera tomar
lo dicho por Freud acerca de la concepción psiquiatrizada y academicista del
psicoanálisis. Cosa que a veces parece que hay que hacerlo cada vez más a
puerta cerrada.
Freud, en ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?, postula que un lego,
es decir un no-médico, puede bien no ser lego en materia del psicoanálisis.
Decir que hay un deseo del lego,
no es hacer una apología anárquica sobre la formación de psicoanalistas y, por
lo tanto, decir que analicemos todos.
Ciertamente es ilegal hacerlo sin
una matrícula; el buen Freud ya no podría defendernos ante un estrado.
Pero lo que sí quiero remarcar es
que un no-medico, o un no-psicólogo de títulos universitarios, puede tener algo
para decir, algo para responder, algo en lo que intervenir.
Por último, pienso que no sería
vano hacer una diferencia más a lo que considero como el deseo del lego. Muy
distinto a este, podemos encontrar habitualmente el “deseo, delego”, esto es:
ante lo que a uno lo causa, se lo delega
a otro que podría hacerlo quizás mejor. En suma, lo que dimos a llamar en el
grupo la militancia de la impotencia.
Quisiera hacerles la siguiente
pregunta: ¿A dónde nos lleva el discurso del psicoanálisis?
A donde, imposible saberlo. Pero
que nos impulsa, que nos moviliza y
hace de nosotros caminantes habladores con nuestras propias sombras, de
eso estoy seguro."
* Ponencia Presentada por participante del Grupo de los Viernes en la Jornada realizada el 1° de Diciembre de 2012. CABA, Argentina.
Comentarios
Publicar un comentario