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“Cine y psicoanálisis: la materialidad (eficacia) del significante”


Por Luis F. Langelotti


“El espectáculo cinematográfico tiene mucho que ver con el fantasma, un espacio totalmente imaginario.”
                     
(Francisco Javier Gómez Tarín)
Introducción

Estas breves líneas pretenden situar algunos puntos de articulación entre el CINE y el PSICOANÁLISIS. Quien escribe es psicoanalista, por lo cual se sobreentiende que la visión respecto de aquella disciplina estará “sesgada” en función de los intereses de este nuestro molino, para el que traeremos un poco de agua fresca.

La concepción cinéfila de André Bazin

En su ya clásico ¿Qué es el cine? (BAZIN, 2008) encontramos algunas definiciones interesantes respecto de cómo entender el surgimiento del Séptimo Arte. En su primer artículo de dicha obra, un breve ensayo sobre la “ontología de la imagen fotográfica”, el autor francés comienza ni más ni menos que haciendo una apreciación humorística acerca del psicoanálisis de las artes plásticas diciendo que tal investigación llevaría a encontrar, en su génesis, el Complejo de la momia. De ese modo, realiza un comentario respecto del tratamiento egipcio del cuerpo finado donde a través de su conservación se entendía que era posible luchar contra la parca, la cual no es sino “la victoria del tiempo.” Exorcizar el tiempo – que no es esculpir en él, según la propuesta de Tarkovski –, “salvar al ser por las apariencias”, llevaba a los creyentes de esa antigua fe, a adornar el cadáver de estatuillas que pudieran servir en caso de que, en efecto, el cuerpo definitivamente desapareciera por su propia descomposición. Sin embargo, esa función mágica hallada en el origen de la pintura o el trabajo sobre arcilla, con la evolución de la Civilización, cae. Ahora se tratará de preservar la pérdida de “lo real”, demostrándose el valor psicológico de la acción artística, de una segunda muerte: del olvido espiritual. No se pretende ninguna identidad ontológica entre el modelo y el retrato (entre la cosa y su representación), sino que se busca satisfacer la exigencia anímica de semejanza, o de ´realismo´. En este punto, dirá Bazin, se produce una escisión, una división entre – por un lado - el placer estético del fenómeno pictórico y, por otro, esa pretensión psíquica de realidad. A esta última vendrá a responder perfectamente la imagen fotográfica, puesto que según él tendrá la capacidad de satisfacer esa obsesión humana por “una reproducción mecánica de la que el hombre queda excluido”. Y, más abajo, agrega: “La originalidad de la fotografía con relación a la pintura reside (…) en su esencial objetividad.” Además, “la fotografía no crea – como el arte – la eternidad, sino que embalsama el tiempo; se limita a sustraerlo de su corrupción.” De esta manera, llegamos a su definición del Cine, tal como lo concibe en función de estos desarrollos precedentes. En tanto coligado a la mecánica de la fotografía, el cine aparece como la realización en el tiempo de su capacidad objetiva. Ahora, la representación de la cosa equivale a un respeto por su duración temporal, verdadera “momificación del cambio” según la concepción - a todas luces hegeliana - de este crítico de cine. Hasta aquí, un sucinto desarrollo del discurso del pensador, que preferimos suspender para ir por una primera conexión con la clínica psicoanalítica no sin antes destacar cómo cierra ese primer ensayo del libro mencionado: “Por otra parte, el cine es un lenguaje.”

El nacimiento de la tragedia… psicoanalítica

1895 es la fecha que da Lacan, y nosotros con él, para ubicar el origen del psicoanálisis (si bien es cierto que existen textos previos que pueden incluirse en este campo teórico). No obstante, es sin más el mismo año que dio origen al CINE. Esto nos da un elemento curioso que habrá que saber interpretar. Por el momento, lo dejamos como algo enigmático. Yendo al terreno freudiano, para esa época Freud escribe su Proyecto de una psicología para neurólogos además de las Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa, que es del año siguiente. Por su parte, La interpretación de los sueños tendrá que esperar unos 5 años más para su publicación (aunque es de 1899). Estamos en el final del Siglo XIX e inicio del XX. Muere Nietzsche (1900), y un año después nace Jacques Lacan (1901), ese excéntrico psiquiatra francés que revolucionará el legado freudiano de manera radical. No será sin sus aportaciones que abordaremos lo que aquí nos convoca. Sin embargo, aquí resulta muy importante una aclaración: no vamos a desarrollar en este artículo un saber escolar acerca de “qué es el psicoanálisis”. Los lectores pueden ir donde la Erudición hace su Agosto, esto es, a los lugares sabidos (ya sean Cursos, Libros, Seminarios, etc.). Acá vamos a pensar críticamente el cine, tomando fragmentos del corpus analítico que den cuenta de su originalidad y eficiencia metodológica para leer cualquier producción cultural. Por el momento, el cine en sí mismo (su origen, parte de su desarrollo); luego, películas de quien ya dijimos.
 
Una primera y rápida aproximación a las líneas de André Bazin desde la óptica psicoanalítica, nos lleva a recordar el Capítulo VII de la Traumdeutung. Dice el maestro vienés allí: “Entre todas las observaciones que sobre la teoría de los sueños nos ofrecen las obras de los autores ajenos al psicoanálisis hallamos una muy digna de atención. En su obra Psicofísica (…) incluye el gran G. Th. Fechner la hipótesis de que la escena en la que los sueños se desarrollan es distinta de aquella en la que se desenvuelve la vida de representación despierta… La idea que así se nos ofrece es la de una localidad psíquica.” Se trata de la idea de otra ESCENA. Un poco más luego, menciona la posibilidad de pensar en un aparato fotográfico compuesto por instancias a las que él denominará Sistemas; percepción-conciencia/ preconsciente/ inconsciente. La memoria simbólica para Freud es propiamente lo inconsciente, efecto de una represión primaria fundante del psiquismo mismo que además es equivalente a la pérdida del Objeto, de “la Cosa” [das Ding] en sí. La mente freudiana está “PARTIDA A LA MITAD” o en varias mitades, de hecho. No hay una concepción monolítica del sujeto, para nada. La conciencia no es más que la punta del iceberg de un trasfondo mucho más ingente y determinante de nuestras acciones y pensares. El yo no es dueño en su propia casa, herida narcisista letal que se articula a otras dos: el heliocentrismo copernicano y la evolución darwiniana. Lo interesante de destacar, en este punto, es que Freud está pensando al propio psiquismo… ¡como una cámara de fotos! Que, justamente, toma impresiones de un modo “realista” y “objetivo”, y que las acumula en otro sector de su propio continente. ¿No vivimos acaso tomando información, datos, estímulos de lo real para, procesamiento mediante, descartar lo que nos resulta inútil y rescatar lo que creemos conveniente? En términos del psicoanálisis, lo primero es lo displacentero mientras que lo segundo va constituyendo un ego de placer puro basado en la exclusión o defensa frente a eso Otro, que posteriormente será el ello. Al inicio de su teoría, es lo reprimido. Lo desagradable, inconciliable, intolerable. Lo sexual en tanto no se corresponde con ningún orden de armonía vital homeostática. Pero, también, la muerte (Véase: Psicopatología de la vida cotidiana; el olvido del nombre Signorelli, el pintor de los frescos de Orvieto).

Articulación

Por otro lado, respecto de la necesidad psicológica de realidad en el cineasta francés, quien introduce la edición española del libro de Bazin, Francisco Zurián y Hernández, nos aclara: “Se trata de un realismo del espacio que tiene menos que ver con la exactitud de la reproducción que con su origen, cuando el hombre borra la diferencia que existe entre la fotografía y su objeto. Es el espacio que muestra la “huella” o los “trazos” que la realidad deja en el celuloide.” Excelente definición que nos da que pensar. Es aquí donde la relectura lacaniana de las formulaciones freudianas adquiere una relevancia sin precedentes. Se trata de lo simbólico. Nada que ver con un realismo puro, inefable, supuestamente pasible de ser vivido por el sujeto psíquico. Para decirlo todo, ese supuesto real o captación objetiva de la realidad recae sobre una realidad que ya es ficcional, construida, fantasmática, entretejida por los significantes en la que estamos insertos inclusive antes de adquirir existencia biológica puesto que lo simbólico nos antecede y atraviesa (noción de sujeto-sujetado).En definitiva, para el psicoanálisis, todos tenemos nuestra propia ventana al mundo, nadie es Dios como para poder apreciar LO REAL EN TANTO TAL, ni siquiera la Filosofía accede a tal cosa, aunque siempre sea ese su Ideal. En la concepción “baziniana”, empero, el origen del Cine es precisamente “el mito del realismo integral, de una recreación del mundo a su imagen” y si hay una justificación del placer radical que nos aporta este bello arte es a causa de que reproduce lo que Freud ubica como lógica del principio de placer en tanto identidad de percepción vía la alucinación desiderativa. Necesidad de recrear una “imagen sobre la que no pesaría la hipoteca de la libertad de interpretación del artista ni la irreversibilidad del tiempo.” Si hay un atisbo de platonismo muy fuerte es porque, de hecho, y a todas voces, André Bazin declara que, según su concepción, el CINE es un fenómeno puramente ideal cuyo nacimiento no dependió de ningún avance científico ni industrial en el sentido sociológico del término. Su mito de origen es la ilusión de poder representar lo real en su totalidad. Esa es la búsqueda también del sujeto para el psicoanálisis pero, insistamos, se trata de un sujeto YA atravesado por el lenguaje, que pretende reencontrarse con un objeto perdido pero que sólo reencuentra su huella mnémica, su trazo, su copia infiel. La concepción de Bazin se torna genial y sublime si la incorporamos en esta topología freudo-lacaniana donde el espacio en juego es el del significante. De ese modo, el crítico cinematográfico del siglo pasado, deja de ser un simple idealista burgués (como se ha dicho de él).

Agreguemos unas ideas más a este respecto. Hegelianamente, el concepto es el tiempo de la cosa; lacaniamente, la palabra, su muerte. La cosa desaparece por el significante pero puede subsistir como significado, sólo que es un sentido siempre deslizado, nunca definitivo. De allí la posibilidad de interpretación, noción fundamental en el campo del Arte y del Psicoanálisis, aunque en cada campo tenga su acepción especial. No obstante, si el mundo humano es el de una incesante metonimia que traslada, que desplaza “el acento psíquico” permanentemente, esto es así hasta que llega la metáfora. O sea, la puntuación. Si el cine pretende, según André Bazin, infinitamente reproducir la realidad entera como una suerte de OJO supremo supra-humano (a fin de cuentas), no le quedará sin embargo más que el perspectivismo (palabra de raigambre nietzscheana).

BIBLIOGRAFÍA:

Bazin, André (1958): ¿Qué es el cine?, Ed. RIALP, Madrir, 2008.
Freud, S. (1900): “La interpretación de los sueños” en Obras completas, Biblioteca Nueva, 1968.
Lacan, J.; “Función y campo de la palabra y del lenguaje” en Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 2007.    

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