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¿Un psicoanalisis decolonial?

 La clínica psicoanalítica en los confines del Siglo XXI

“El sujeto cartesiano y el sujeto hegeliano están, hoy, más centrados que nunca. Nadie descentró al sujeto. Nadie lo adelgazó. Nadie lo deconstruyó. El sujeto absoluto es hoy el Sujeto del Poder Bélico Comunicacional. (Así: con mayúsculas fascistas, porque es de derecha y colonialista).”

(José Pablo Feinmann, Crítica del neoliberalismo)


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El Psicoanálisis emerge en función de una práctica. Es inseparable de su experiencia; la freudiana, vinculada tempranamente a la subjetividad histérica. Allende cualquier contingencia histórica que nos podría llevar a hablar de “la psicología del fundador”, lo que se abre a partir de sus investigaciones (porque también Freud lo define tempranamente como un método de investigación) y postulados teóricos es un continente desconocido y que es LO INSCONSCIENTE. Podemos sostener sobre Freud esto o lo otro (falocéntrico, patriarcal, sustancialista, cocainómano, etc.), pero lo que no podemos refutar – sin retroceder, cuando menos, un siglo ipso facto – es su descubrimiento. En todo caso, si es que se quiere decir sobre el padre creador, no podrá irse mucho más lejos respecto de su posición altamente comprometida con - y crítica de - la Cultura contemporánea. Tal vez pesimista, quizá un poco conservadora, pero no caben dudas que Sigmund fue un sujeto causado por el amor a la verdad. Un Nietzsche, un Marx o un Foucault. Detrás de su “espíritu científico”, hay un no-ceder a las pretensiones positivistas de su época, por estar atravesado por ese rayo del deseo que siempre exige ensanchar los límites de lo posible. Creyó que había más que un Yo/conciente y dispuso todo su potencial intelectual y humano para demostrar, no sólo la presencia de una “sombra” ignota en nuestra psique, sino también por desarrollar a partir de esa idea o hipótesis, una verdadera terapéutica del padecer humano existencial. El inconsciente es la causa - y la solución - de la neurosis. Y somos neuróticos, en tanto modernos. La modernidad es la etapa humana de la ´nerviosidad´ generalizada. Veamos.

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Sería realmente atropellado, pretensioso y delirante querer resumir en unos pocos párrafos QUÉ ES LA MODERNIDAD. Sin embargo, trataremos de desplegar algunas cuestiones esenciales que nos permitan decir algo en este sentido. La modernidad es el momento histórico donde se erige y entrona definitivamente al Sujeto, en tanto separado del Objeto, claramente.   Pero, ¿de qué sujeto se trata? Del sujeto europeo absoluto, Amo colonizador y conquistador que no sólo domina económica, política y militarmente, sino además a través de la imposición de una cosmovisión euro-centrada. La colonización es, ante todo, espiritual, se coloniza a través de las Ideas, de los ideales; en nuestros términos, del discurso y el significante. Entonces, se trata del sujeto cartesiano, hegeliano. Los indios no tienen alma (psique), nosotros se la daremos, a través por ejemplo de la Religión la cual, si bien cede su primacía medieval, no obstante no desaparece. Pero lo esencial de esta etapa es la entronización de la Razón.

Sin “descubrimiento de América” no hubiera habido Revolución industrial, es sabido. Tampoco sin la piratería inglesa que saqueaba a los galeones españoles que llevaron adelante la expropiación ultrajadora. Allí nace el capitalismo, como lógica económica acumulativo-expansiva. El liberalismo (sistema político) vendrá un tiempo – dos o tres siglos - después. Pero viene a darle un reaseguro clave, es decir, a complementar el “plan perfecto” de Dominación Global, imperial, totalizante. El capitalismo de producción y liberal. Entonces, retornando un poco a lo nuestro, ubicarse en esa época es pensar la constitución de una ontología fuerte gracias a la articulación de diferentes aristas. El Renacimiento, es el renacimiento de la fe en el Hombre, es el retorno a la Grecia de Sócrates y Platón. La ratio resurge gracias a pensadores que vuelven a edificar una noción de ser humano como dueño del Planeta, como señor de la Tierra, por encima de los otros seres vivos y además, no hay que olvidarse, superior a otras razas humanas. Porque es el Soberano Hombre Blanco europeo el que impone su voluntad de poder. Rey de la técnica, de las artes, de la religión, de las ideas filosóficas. Colonialidad y modernidad son dos caras de la misma moneda. La pluma y la espada, también.
Ahora bien, la Revolución francesa (1789) que supuso el levantamiento definitivo del Burgués por sobre el antiguo feudo, es el marco exacto de figuración societal que da luz al síntoma tal como lo piensan el marxismo y el psicoanálisis. El síntoma es precisamente lo que cuestiona, entre otros Ideales que emergen en esa época (libertad, igualdad, fraternidad), la idea de FELICIDAD como bienestar no sólo individual sino, ante todo, colectivo: la felicidad ha devenido factor de la política, señalará Jacques Lacan recordando a Saint-Just. Marx ubicará que, sin embargo, esa nueva idea de “felicidad para todos” encubre el goce privativo de quienes detentan el poder, los recursos y los medios de producción. Es para todos… los incluidos por el nuevo régimen o clase social llamada burguesía. Con respecto al freudismo, dice Esperanza Molleda Fernandez [Felicidad y psicoanálisis, en www.letraslacanianas.com]: “La invención freudiana del psicoanálisis se produce en este mismo caldo de cultivo, Freud no duda en sostener la idea benthamiana de felicidad “buscar el placer y evitar el displacer” proponiendo el psicoanálisis como una terapéutica científica. Pero la particular posición de Freud de no retroceder ante lo que encontraba en su práctica hizo del psicoanálisis una propuesta divergente del orden establecido.” Economía y sexualidad en tanto determinantes duros de la subjetividad pero generadores a su vez de una falsa conciencia, de una escisión, de una hendidura en el sujeto. Por su parte, el nietzscheanismo martillará contra el platonismo para el pueblo del Cristianismo y toda su pompa quimérica basada en un “más allá” que tanta fuerza le dio a la idea de un Dios, ahora muerto. Tenemos, así, la modernidad y su crítica misma. En palabras de Foucault, estos tres pensadores o ´maestros de la sospecha´ – Freud, Marx y Nietzsche - lo que hacen es prestarle atención a la autonomía del Lenguaje (al Otro) por sobre esa supuesta sustancia que se creía su agente (no hay fetichismo sin significante, el inconsciente es lenguaje, Dios es una ilusión efecto del discurso). Cambian, dice él, la naturaleza del signo. Y esto introduce, dirá Lacan, un nuevo sujeto, una nueva subjetividad que implica SUBVERSIÓN. Para este último pensador, Freud es el inventor de la lingüística moderna. No deja obviamente de tomar a De Saussure y a Jakobson. Pero ve en el analista vienés un adelantado. Pasamos a reducir, entrados en el Siglo XX, todo el poder del SUJETO TOTAL soberano y dueño de sí, a un poder específico, basado en la esfera del lenguaje, del discurso, de “la estructura”. El poder o la omnipotencia son del Otro. Hay una fetichización de la estructura del lenguaje (que deviene mera retórica, al desentenderse de su referente) así como de la mercancía, ambos síntomas efecto de una lógica que prioriza lo racional sobre lo pasional, la mente sobre el cuerpo, el pensamiento sobre el sentimiento. Por eso a nuestro entender, esos 3 autores representan al mismo tiempo la cúspide y la crisis de la modernidad clásica, son el puente-pasaje a Otra lógica, porque son fundamentalmente críticos con ella. Ahí hay un descentramiento radical, una deconstrucción que tanto Foucault como Lacan, Derrida o Deleuze, entre muchos otros, no podrán evitar redoblar, ellos sí mucho más enfocados en el LENGUAJE pero de un modo directo y explícito. No estaremos de acuerdo con el filósofo argentino de la cita que opera como epígrafe, pero tampoco tan en desacuerdo, no obstante. Se trata de matizar porque su idea, para los tiempos que corren, puede resultarnos operativa.


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Posmodernidad. Pasaron las dos grandes guerras, el hombre llegó a la Luna, cayó el muro de Berlín… ¿qué más? Muchas cosas. La posmodernidad según Lyotard implicó el derrumbamiento de 5 grandes relatos que operaron fuertemente antes: el relato cristiano, el hegeliano, el marxista, el capitalista y el del iluminismo. Según Feinmann a pesar de que se dio lugar a una etapa de micro-relatos, el Sujeto Soberano retornó, como fascista, de derecha, con un poder militar comunicacional radical. Claro: vivimos en la era de la hipercomunicación. Las redes del Amo son muchísimo más astutas que antes. Son potentes, masivas, destructivas a un nivel exponencial. Trump sería un gran ejemplo de esta nueva Bestia Americana. Pero en Corea del Norte tampoco se quedan atrás, ni los fundamentalistas de Medio Oriente. Es decir, surgen grandes relatores que son verdaderos monstruos polarizantes del Ser. O bien, surge un relato Amo que forcluye lo que después retorna desde lo real.

Sin embargo, lo interesante de sostener desde el psicoanálisis – y por eso nos diferenciamos de la filosofía, pese a apoyarnos en ella – es que ese Otro, y esto ningún misil transoceánico lo refuta sino al contrario da fe de su goce-castración, está barrado. El avance de estos totalitarismo, en algunos casos, “elegidos por la gente” (¡valga la contradicción!) no da cuenta de un Otro omnímodo, total, pleno, cerrado. Eso no se constata y es el punto de fuga que nos da esperanzas para actuar, cada cual desde su rincón, en función del pensamiento crítico. Porque el psicoanálisis es un motor generador de PC. No es meramente una herramienta burguesa de accionar liberador en el sentido casi confesionario del término. Es mucho más; tiene una incidencia política fuerte. Es movilizante, socialmente provocador porque enfatiza la toma de la palabra crítica por sobre el achatamiento del acatamiento conformista. Sin ser idealista, es un campo de resistencia serio que al Sistema le hace ´ole´ en tanto este no es un aparato (el cual según Bourdieu implicaría un verticalismo unidireccional letal). De allí la importancia de no desprestigiar nuestra clínica pretendiendo reducirla a un mero aplicacionismo psicopatológico. Hay que insistir: tampoco el PSA es una cosmovisión o un Gran Relato que teleológicamente apuntaría a la emancipación o liberación psíquica de la humanidad entera. Ahí se filtran peligrosamente las reminiscencias colonialistas de siempre. No hay que olvidar que el psicoanálisis tiene un origen europeo, moderno, liberal, capitalista y burgués – aunque nazca y se desarrolle en su etapa crítica de mudanza a una supuesta posmodernidad o modernidad tardía, o modernidad comunicacional. No se trata de renegar del origen sino de reconocer que eso tiene incidencias en el desarrollo de la disciplina puesto que cada tanto retorna el goce del HOMBRE DEL SABER inmiscuido en esta nuestra praxis pos-moderna, pos-colonial, pos-cartesiana, pos-hegeliana-, pos-cristiana. Antifilosófica. Subversiva. La pregunta clave es: ¿cómo? Y, en este sentido, ¿es casual que en América latina el Psicoanálisis tenga que pasar por la Universidad para ser bien recibido? Las Facultades, precisamente, conservatorios de entes momificados o “conceptos” totalmente en desuso y neutralizados por la formolización misma que supone la dinámica universitaria. Quienes atravesamos ese espacio, sabemos muy bien el acartonamiento y la lógica de laboratorio que prima en las aulas y en los claustros académicos (claustro-fobia o terror al Saber). La carencia dominante de análisis, de pensamiento crítico y de calle, experiencia de vida, deseo, falta, castración, sexualidad. Lo que debemos priorizar los psicoanalistas latinoamericanos no es la posibilidad de hacer un Master en París VIII, siguiendo con la brutal estupidez de la modernización/colonización mental, sino por el contrario, nutrirnos de nuestro suelo e historia, inmiscuirnos en nuestra lalengua singular, oyendo a nuestra gente, escuchando a nuestro pueblo. Necesitamos suplementar nuestra formación de base y no algo que – fálicamente – la complemente (ilusoria y fantasmáticamente). Qué es lo femenino acá, por ejemplo, en este conurbano bonaerense, cómo se articula a la subjetividad específica de este contexto haciéndose texto en la inhibición, el síntoma o la angustia específica de cada barrio. No es nostalgia por vaya saberse qué relativismo cultural. Es abandonar las pretensiones de la existencia de UN lenguaje o metalenguaje capaz de abarcarlo todo de un solo trazo. De un Discurso omnisapiente Total que reproduzca justamente lo que se supone que debe transmitir en tanto inexistente. Llámeselo Otro del Otro, Saber Absoluto o como dice Feinmann, sujeto del poder bélico comunicacional. Está en nuestras manos articular su falta estructural o ser siervos de la reproducción de su esencia, como más no sea en términos de una repetición insistente de significados que cierran la producción de subjetividad en lugar de abrirla para que emerja renovada, no calculada e impensada.

Buenos Aires, Septiembre de 2017
 

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