Otra vez aparece alguien que nos va a venir a hablar de un psicoanálisis más implicado, crítico, polémico, social, colectivo… Cada tanto retornan los molestos, los inconformes, los intempestivos. Pero, ¿será mera rebeldía sin causa o con causa? ¿Es casualidad o causalidad? ¿Por qué algunos sentimos la necesidad de contestar, de pronunciarnos, de plantear las cuestiones que creemos que no se plantean? Quizá, justamente, por eso. Porque es evidente que se saltean. Es claro que se invisibilizan. Como si hubiera una suerte de pacto de silencio entre algunos psicoanalistas mismos, donde poniendo el foco en la cosa puramente clínica o teórica acerca del sujeto, se dejan de lado otros atravesamientos que hacen a la subjetividad. Lo histórico, lo económico, lo político.
Hay un nivel de afectación que recae sobre el analista mismo en tanto subjetividad y no vengan con que eso no incide en la escucha. Obviamente, se trata de analizarlo por la vía que corresponde, a saber, como parte de la realidad psíquica, anudado al fantasma individual. Pero yo insistiría en que hay una parte de ese imaginario que es simbólico y que no sólo está referido a los significantes del origen subjetivo, sino que se articulan – como lo demuestra el análisis de la neurosis o de las psicosis mismas – con los signos epocales, así como con las lógicas específicas del momento en que estamos. Lógicas simbólicas, a fin de cuentas, como lo son el capitalismo, la religión, la tecno-ciencia. Cada coyuntura histórica tiene su locura, su síntoma, su modo de gozar y los medios específicos para lograrlo. Si el sujeto es lo que un significante representa para otro significante, vamos a decir que el S2 de la fórmula convierte al sujeto-sujetado en sujeto-subjetividad, porque es de la realidad discursiva epocal de lo que allí se trata, a saber, del Complejo de Castración como operatoria del nombre del padre, carretera principal hacia el tiempo histórico real y presente, y que marca una hiancia entre las generaciones. Un corte. Inclusión en la función de la palabra.
La época demanda un individuo proactivo, capaz de disociarse en múltiples yoes para rendir más, esto es, para dar en la talla de la eficiencia y eficacia esperables para alguien de su sexo, edad, etnia, condición social. Los ideales de reconocimiento, de éxito real o virtual, están a la orden del día y el narcisismo global ha copado hasta la parada política, por ejemplo, puesto que allí también la imagen parecería estar diciendo más que mil palabras, obviamente, vacías. No es en vano destacar el impacto de la televisación e internetización (“viralización”) de todo, que nunca es Todo puesto que es lo que debe verse. Pero, ¿qué sucede con el resto? Eso no tiene mucha difusión, ni cabida, es lo que va quedando paso a paso por fuera de la trama pero que, sabemos, retorna. Y tanto más fieramente cuanto que menos se quiso saber de eso. Lo mismo sucede con aquellos sujetos que no cuajan con el imperativo mercantil epocal. Que no están a la altura de lo que se espera en una subjetividad neoliberal. Esto claramente dificulta la separación intergeneracional, al confundirse el Mundo con el Mercado, el acceso se hace cada vez menos fácil para los jóvenes lo cual opera como empuje a lo incestuoso. Ni el capitalismo estatal, ni el capitalismo empresarial ponían una distancia tan abismal entre el adentro y el afuera, entre la “casa” y el “trabajo” como hoy en día. Porque la dinámica mercantil es cuántica, impredecible, biónica, mucho más pulsional y, por eso, en algún punto horrorosa puesto que muestra una dimensión de goce desconocida.
¿Hay, hoy por hoy, un grupo, alguien o algunos que, dentro del campo analítico, vayan muy – quizá demasiado – en sintonía con toda esta propuesta de alienación contemporánea? Es decir, personajes, o como se dice en otros ámbitos, “personalidades”, Espacios, a fin de cuentas, nichos de goce débil mental… ¡Puf! Por momentos, abundan. Como si estuviéramos en la época del Circo-análisis donde se abusa mucho del concepto de semblante. Diríamos que hasta se semblantea que se semblantea. Mucha pompa de calaña aristocrática pero muy plebeya, pese a la falsedad de su conciencia mortificada. Pseudo-intelectualidad al servicio de nada, puesto que prima exclusivamente el puro intereses personal – como si no hubiera conexión alguna con una instancia superior, más simbólica, menos superficial. Esto no quita que no se esté planteando un gran Ideal. ¿De dónde esa necesidad de sostener un Otro? La única necesidad de la que habló Freud, fue la de castigo. ¿Será una reproducción del masoquismo social o malestar en la Cultura? Habría que hablar del malestar en el psicoanálisis, por qué no. Los psicoanalistas somos culpables de permitir que ciertos imbéciles nos digan qué es lo correcto, lo incorrecto, qué pensar, qué decir. Ni siquiera sabemos si están analizados pero, sin embargo, les creemos, los “seguimos”, leemos sus notas, compramos sus libros, pagamos por sus Seminarios y hasta somos capaces de analizarnos con alguno de estos impresentables. En definitiva, sostenemos un mercado psicoanalítico soez contra el que, al menos, deberíamos estar un poco más advertidos.
Es fenomenal el modo en que nos auto-objetivamos, por no detenernos a reflexionar. Nos privamos o imposibilitamos de la chance de tomar la palabra, de pensar críticamente por nuestra cuenta, de abrir sentidos, de realizar nuevas y más incómodas preguntas. En definitiva, por la culpa – que no es la falta sino su revés gozoso - no salimos de lo mismo y compulsivamente nos exponemos a que nos gasten pacatos moralistas, prolijos y obsecuentes que no pueden ni con sus propias vidas o histéricas desencadenadas que aplican el goce fálico – en la vertiente del poder, por ejemplo - viendo al Amo en todas partes (y en ninguna). Por último, perversos psicopáticos que gozan de la angustia del otro tratando de reducir a la impotencia cualquier gesto de contradicción a sus directivas hegemónicas.
Pero no, muchachos, el psicoanálisis va a seguir su ruta, su camino, pese a que ustedes no estén más, pese a que lo hayan succionado, ultrajado, manipulado, tergiversado. O sea, más allá de que se hayan valido de él para obtener ascensos mediáticos, políticos o económicos. Por suerte, la palabra de Freud y de Lacan siguen estando allí, a veces más vejada a veces menos, pero siempre viva. Y hay otros, vale la pena decirlo, que justamente no son los que se presentan y/o posicionan como la exposición del Saber en la Tierra, si no que accionan, trabajan, hacen clínica, piensan de verdad puesto que se la juegan desde un lugar menos cómodo, en el día a día de la escucha sufriente del analizante que demanda. Gracias a esos, y al inconsciente freudiano yo creo que sigue en pie la esperanza subversiva del psicoanálisis. Es decir, no por erigir palacios cada vez más opulentos u ostentosos, ediciones de mejor calidad, por hacer aparecer el nombre propio en cualquier lado oportunistamente, si no por lo que va atento al resto, siguiendo el silente transitar de la razón freudiana, que nunca transó con la hipocresía societal sino todo lo contrario; es lo que ayudó a denunciarla.
Finalizando, nada de “psicoanálisis crítico”. El psicoanálisis, crítico… más bien.
Buenos Aires, Septiembre de 2017.
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