Introducción
Lacan, siguiendo a Kierkegaard, plantea que lo único que se repite es la imposibilidad de repetición. Esto nos lleva a pensar que el primer significante con el que intitulamos este escrito, no es equivalente al segundo. Y al revés. Hay diferencia, el intervalo ya produjo resto. Ese residuo, si lo llevamos al plano histórico, podemos pensarlo como el fluir mismo del agua que transcurrió por debajo del puente – como se dice. Entre el psicoanálisis de Freud y “el nuestro”, efectivamente, hay una hiancia, el correr mismo de la Historia, con sus idas y venidas, sus vicisitudes y contingencias. Logros y fracasos. ¿Podría hacerse algo así como un psicoanálisis del psicoanálisis? De ser posible, ¿qué sería eso? Quizá, con todo, sea sin embargo mucho más interesante que ir por el sendero de una pretendida objetividad historicista, la que creemos para nada interesante en esta contienda de los analistas. Repasemos algunos de los puntos de la crítica lectura lacaniana sobre el posfreudismo. Tal vez nos resulte interesante para pensar el poslacanismo de hoy, si es que lo hay.
Del sujeto por fin cuestionado
“…primero que haya psicoanalistas.”
Observemos cómo Lacan arremete con dureza contra la imaginarización en la enseñanza del psicoanálisis: “El vicio radical se designa en la transmisión del saber. En el mejor de los casos ésta se defendería con una referencia a aquellos oficios en los cuales, durante siglos, no se han hecho sino bajo un velo, mantenido por la institución de la cofradía gremial. Una maestría en artes y unos grados protegen el secreto de un saber sustancial.” Burocratización y esoterismo sectarios que él descarta dado que “la comparación [con el psicoanálisis] no se sostiene”, “puesto que lo que exige es una posición totalmente distinta del sujeto.” Ahí hay discurso del Amo y Psicología de las masas, en pocas palabras, reflexión que nos lleva a pensar en la situación de la IPA, contra la que Lacan polemiza duramente, siendo perseguido por ella, desde luego. La Asociación Psicoanalítica Internacional – y su mandato de psicoanálisis didácticos incluidos como diferenciados del “análisis personal” - opera como un Otro completo donde la incompletud del sujeto queda rechazada por la teleología de la identificación – explícita o ignorada. Tanto la gradación como la consistencia del Master son rescatadas por el aspecto teorético del que son tributarias. Pero, frente a ello, J. Lacan agrega: “La teoría, o más bien el machacar que lleva ese nombre y que es tan variable en sus enunciados que a veces parece que sólo su insipidez mantenga en ella un factor común, no es más que el rellenamiento de un lugar donde una carencia se demuestra, sin que se sepa ni siquiera formularla [se refiere a la falta en el Otro].” De este modo, la matematización o el álgebra responderían por ese hueco simbolizándolo pero sin significarlo, inclusive meramente designándolo, en el marco de una lógica que no debe ser entendida en tanto cerrada o exhaustiva dado que “se trata de conservar allí la disponibilidad de la experiencia adquirida por el sujeto, en la estructura propia de desplazamiento y escisión en que ella ha debido constituirse…”.
Es decir, salimos de la ontologización subjetiva (del analizante pero también del analista) a la que puede llevar – por ejemplo - la teoría de las “fases del desarrollo psicosexual” (“este es retentivo”, “aquella, oral”, “el de más allá, un genital total sin fijaciones preedípicas”, etc.) para pensar en términos de una dinámica significante donde la regresión es pensada a nivel de la demanda pulsional inconsciente, la cual a su vez introduce una diferencia sustancial “entre el paciente y el sujeto que se le anexa” por ser este último “el producto que se desearía determinado por ella.” Sujeto sobredeterminado por el lenguaje y no simple consultante/ enfermo. A fin de cuentas, el sujeto de la ciencia. Veamos.
La ciencia y la verdad
“El saber, dice Lacan sobre la magia, se caracteriza en ella no sólo por quedar velado para el sujeto de la ciencia, sino por disimularse como tal, tanto en la tradición operatoria como en su acto.” En un psicoanálisis, en cambio, no se trata de ocultar nada, sino de no olvidar que el analista allí “tiene que pagar con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo…”. Algo se nos escapa y nos es cuestión de voluntad o superchería. En cambio, dice en 1966: “pretendemos allanar la posición científica, al analizar bajo qué está ya implicada en lo más íntimo del descubrimiento psicoanalítico.” En ambas citas, tenemos la cuestión de ´lo íntimo´. Empero, ¿será también la de lo extimo? Podríamos hipotetizar que, así como Lacan articula moebianamente saber y verdad, del mismo modo, ciencia y psicoanálisis transitarían el recorrido de esa figura topológica, compartiendo su sujeto pero desde distintas ópticas. Como si dijéramos que la creación freudiana es el anverso del cogito (de hecho, lo es), siendo este “un correlato esencial de la ciencia.”
Una manera de encarar el asunto de por qué nuestro sujeto es el de la ciencia, puede pensarse justamente por esta división radical entre Verdad y Saber. Como dice N. López Moratalla de la Universidad de Navarra: “Si la realidad física transciende el modelo, las ciencias pueden progresar y deben, para ello, abandonar modelos, eliminar ciertos planteamientos y probar otros. Es decir, los modelos son modificables. La idea de un estatuto definitivo de la Ciencia es absurdo. Las teorías científicas tienen, por este motivo, un carácter provisional.” De esta manera, la verdad es siempre medio-dicha puesto que un nuevo SABER (descubrimiento, creación técnica, etcétera) puede trastocar la naturaleza de esa verdad, como se comprueba justamente con la aparición del método freudiano. Pero el psicoanálisis va más allá, porque extrae consecuencias muy distintas del “Pienso, luego existo” cartesiano. El Cogito, conlleva la alienación al significante – es el pensar inconsciente, el ser pensado más bien – mientras que el ergo sum, “no funda el ser sino anudándose en la palabra”. Función y campo de la palabra y el lenguaje. Mi existencia, no es sino puramente discursiva y, por ello, más poética que verificable por las vías de una pretendida exactitud. De manera tal que, la ciencia en relación con el sujeto hablante (cuyo SER ya es del orden del residuo, de la pérdida, del objeto a), queda “definida por el no-éxito del esfuerzo para suturarlo.” El a minúsculas es justamente quien impide la formalización acabada de nuestra subjetividad. Pero el científico lo intenta, de lo cual se deduce una articulación pertinente de la Ciencia con la forclusión psicótica. Ésta, efectivamente, no es solidaria del ´pienso, luego existo´ intransitivo que define nuestro Je. Nada es menos seguro para loco (LACAN, 1957-58). Al contrario, en la psicosis hay mayor certeza del Otro que de sí. ¿No es ese, en última instancia, el horizonte cientista?
Ramos Mejía, Año MMXVII
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