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¿A QUIÉN ABURRE FREUD? DEL POST-LACANISMO COMO RESISTENCIA AL PSICOANÁLISIS

Introducción

Freud aburrió, eso es cosa sabida. Sin ir más lejos, el posfreudismo criticado por Lacan supuso una pretensión de ir más allá del padre del psicoanálisis, no sin traicionar muchos de los pilares esenciales de su obra y pensamiento. Grandes discípulos del maestro vienés gestaron sus propias teorías y muchos supuestos seguidores llegaron a desconsiderar de sus conceptualizaciones clínicas elementos tan básicos – tan “abc” – tales como el inconsciente o la sexualidad. En esta dirección, la perspectiva lacaniana abrió luces nuevas yendo al frente con respecto a los puntos más oscuros del armazón freudiano. En otras palabras, transformando el aburrimiento en «deseo de Otra cosa». En el presente, no es casual encontrar una diseminación bastante marcada de sustituciones o reemplazos donde, para entender nociones esenciales del freudismo, se recurre a no a bibliografía “ampliatoria” (lo cual, no estaría mal, llegado el caso) sino a textos que suplen lisa y llanamente el encuentro problemático con la letra freudiana. Las ofertas de pedagogos (¿demagogos?) prestos a “enseñar” – en el doble sentido de la expresión: mostrar – sus talentos tampoco falta a la cita. Libritos de colecciones simples, hechas para “comprender a x” abundan y, obviamente, son un éxito editorial. Porque, pese a que esto lo hayamos afirmado hace unos 4 o 5 años atrás, no sigue siendo más ´barato´ el costo de leer. ¿Qué significa leer? Tal vez esta es la interrogación que los aburridos no se han planteado a sí mismos.


Schopenhauer: la vida, entre el tedio y el dolor

En su obra princeps, el pesimista alemán, Arthur Schopenhauer, sitúa algunas concepciones esenciales para entender gran parte del pensamiento freudiano. Nos referimos a “El mundo como voluntad y representación.” En las páginas de esa libro podemos leer:

“… entre el querer y el lograr se desliza la vida humana. El deseo es por su naturaleza doloroso; la satisfacción engendra al punto la saciedad; el fin era sólo aparente; la posesión mata el estímulo; el deseo aparece bajo una nueva figura, la necesidad vuelve otra vez, y cuando no sucede esto, la soledad, el vacío, el aburrimiento, nos atormentan y luchamos contra éstos tan dolorosamente como contra la necesidad.” (SCHOPENHAUER, 2008, p. 445).                                                          
                 
La concepción metafísica del pensador sitúa en el deseo una ilusión que conduce al sufrimiento en lugar de brindar la posibilidad de esquivarlo, puesto que se activa la búsqueda de placer y esta siempre es fallida. Tampoco a nivel de la necesidad, está garantizado el placer, puesto que aquella insiste indefinidamente y toda nuestra existencia es una lucha cotidiana por responder a esa demanda, sin cuya presencia seríamos vencidos rápidamente por la finitud – hacia la que, por otro lado, día a día vamos como quien marcha hacia el precipicio del final de un puente. Dentro de este sistema de pensamiento, el dolor y el aburrimiento se caracterizan como teniendo un lugar central. Dice Schopenhauer:

“… trátese de quien se trate y de lo que posea, no se sustraerá nunca al dolor de vivir [de existir, en Freud].”

Y más abajo:

“Los esfuerzos incesantes para desterrar el dolor no consiguen otra cosa que variar su figura: ésta es primordialmente carencia, necesidad, cuidados por la conservación de la vida. Al que tiene la fortuna de haber resuelto este problema, lo que pocas veces sucede, le sale de nuevo el dolor al paso en mil otras formas, distintas según la edad y las circunstancias, como pasiones sexuales, amores desgraciados, envidia, celos, odios, terrores, ambición, codicia, enfermedades, etc. Y cuando no puede revestir otra forma toma el ropaje gris y tristón del fastidio y el aburrimiento, contra el cual tantas cosas se han inventado.”

Llega así, su frase célebre:

“… entre dolor y aburrimiento se pasa la vida”

Muy bien. Hasta aquí la posición del sucesor de Freud, de quien este último heredó varios elementos para sus consideraciones teóricas.


Superar al Padre    

La dificultad nodal del neurótico es no poder ir más allá del padre. Este estribillo que reiteramos sin parar, guarda una verdad realmente preciosa. Habría que definir qué entendemos por padre, y del mismo modo, cómo podemos concebir la idea de “superar”. Vamos a decir que tal tarea es imposible y que, por eso mismo, necesaria. El padre representa el límite en sí de la estructura hablante y pretender ir allende el mismo es realmente delirante. Pero, justamente, se trata del poder del deseo que se articula a ese deseo infantil de trascendencia y si decimos que es necesario situamos que alguna contingencia podría llegar a escribirse. De modo delirante pero no paranoico, precisamente. No basado en el horror a la diferencia y en esa presuntuosidad de sentirse parte de la “crema” o de la elite del momento. Lo que es lo mismo, en el mercado sólo zumban las moscas…

Freud fue más allá de Schopenhauer, no sin él. Se bancó la densidad de su pensamiento, el pastoso espíritu de sus líneas. Amalgamo cosas de este con partículas de otros personajes de su particular situación o coyuntura histórica. No se basó en descalificaciones ni en forclusiones adrede. Ir más allá del padre, no es ignorarlo ni a él ni a la diferencia. Hacer como si nunca hubiese existido o como si sólo mi pensamiento fuera el más genuino. Los que se pretenden el último grito de la vanguardia analítica avanzan ciegos hacia el abismo del pre-freudismo. Están en el torbellino del SABER o, lo que es lo mismo, en el ojo de la tormenta. ¿Será casualidad que no se dan cuenta de cosas tan elementales como intitular alguna de sus eminentes publicaciones con… una orden (!)? 

Los que se aburren de Freud no quieren el camino de la castración simbólica porque fue él quien la fundó y, en este punto, no hay negociación posible. Para estar psicoanalista, se es freudiano… o se es freudiano. Claro que cada época definirá el freudismo que le compete. Fue necesario un tal Lacan (como significante y como obra) para que se geste ese desplazamiento de sentido que hizo del freudismo un post-freudismo a posteriori. Hoy la pelea es posibilitar – generar las condiciones de su posibilidad - el paso del sentido para que quienes se han atornillado al Poder/ Saber del psicoanálisis (que no es el del psicoanalista ni mucho menos de la cura), puedan ser desplazados, destituidos (sus emblemas, sus modos, sus prestancias, sus jueguitos y negocillos que realmente aburren pero en el sentido del deseo; en definitiva, su goce), aunque en esta fórmula estemos articulando algo de esa pasión del ser que es el odio. Es nuestra respuesta a la suya: la ignorancia o, dicho en términos más vulgares, el ninguneo – del que tanto placer narcisista extraen.

Conclusiones

La respuesta al ninguneo de los Reyes del Saber no debería ir por la vía del amor, en un eterno camelo donde se deja de leer a los fundadores para pasar a leerlos a ellos, que tanto conocen puesto que son la reencarnación de la Verdad en la tierra. El odio quizá en un primer momento de separación pueda funcionar, como desea de destitución del Otro. Pero la genuina respuesta, va por otro lado, que no es el de las “pasiones” ni mucho menos del “ser”. La verdadera herejía es, como se les hace a los toros (no topológicos sino mamíferos), hacerles ole. Mantenerse al margen de sus propuestas alienantes que no son homólogas a las del sistema: son exactamente ellas, bajo otro cara.

Por suerte hemos leído (y lo seguimos haciendo) a Freud y también a otros como Nietzsche. Schopenhauer, el gran despreciador de la vida, amargo (casi diríamos en el sentido futbolero) y nihilista, retorna del pasado cada tanto bajo figuras emblemáticas y “bien ubicadas” dentro de los engranajes del status quo. Siempre prestos a la foto. No son precisamente los que mejor semblantean la causa del deseo. Lo suyo es tirar rostro, que es muy distinto. En la perspectiva de ese amador-de-la-nada, un visionario y agitador de la dialéctica como Hegel (de quien se dice que escribió La fenomenología del espíritu en algunos pocos meses para conquistar a una mujer) no sería nada más que “un testimonio monumental de la tontería alemana”. Se ven los efectos reduccionistas de lo que es estar tomado por el imperativo superyoico. La misma transferencia de complejos no analizados está en juego en aquellos que no ven en Freud más que a un viejo delirante, cocainómano y pederasta o en Foucault a un homosexual troglodita. Ya no son necesarios los referentes del pasado, porque el “aquí y ahora” lo superó. No es casual que lo actual de las neurosis sea el crecimiento formidable de la neurosis actual. Porque hasta los analistas están mortificados… 

Uno de los puntos sobre el que queremos reflexionar como articulación es que, hay una relación, casi al estilo partenaire-síntoma, entre por un lado los brillantes maníacos que no se detienen un instante en su impresionante y “animal” manera de producir contenidos excelsos y por el otro la larga batuta de deprimidos ignorantes que se afirman en un lugar de incomprensión e impotencia pero a la vez de fanatismo irracional (omnipotencia), donde la tradición, la historia, la memoria y demás elementos de la trama simbólica en su eficacia (la verdadera, que no depende de la dirección ni del ´mando´ de naides), son barridos por un alud de lo imaginario que no es el desencadenamiento psicótico pero que se le asemeja bastante en su infertilidad. Yo lo llamo stultitia [Séneca] y lo opongo al DESPRENDIMIENTO -  ese del que hablaremos en otra oportunidad.

Buenos Aires, Enero de 2017

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