“No lo olviden, el significante no está ahí para representar la
significación, sino más bien para completar las hiancias de una significación
que no significa nada. Porque la significación está literalmente perdida,
porque el hilo se ha perdido, como en el cuento de Pulgarcito, los guijarros
del significante surgen para colmar ese agujero y ese vacío.”
Lacan, J. La relación de objeto.
15 de Mayo de 1957.
La clínica psicoanalítica es un
lugar para la lectura de la letra de goce que, en su insistencia, mortifica al
serhablante. Como analistas nos supeditamos a las posiciones propiamente
subjetivas del paciente, lo cual implica pensarlo como sujeto. De eso nos ocupamos. Del sujeto del inconsciente que es pura
sujeción al lenguaje como masa amorfa, es decir, como lalengua. Apoyamos la toma de la palabra para que el padeciente
pueda aprender a saber-hacer con lalengua, que pueda hacer uso de eso que lo
atraviesa y lo constituye, de un modo singular.
Apropiarse de la historia no es
poca ganancia, sobre todo cuando se trata de una segunda oportunidad que se le
brinda para, esta vez, ser protagonista (partícipe
de la trama y no solamente “parte”). Segunda chance que es habilitada por la
escucha.
Ahora bien, ¿qué significa escuchar en psicoanálisis? Dijimos: leer
a la letra. Literalizar para que el inconsciente surja como invención, como
producción, como efecto. Hablar reintroduce el agujero en donde todo era compacidad, completitud y
silencio pulsional. Es decir, hablar habilita la pregunta donde el superyó
demandaba respuesta y sólo respuesta. Respuesta que se supone significado. Significado
que se cree absoluto. Como voz proveniente de un Otro intachable. Frente al sentido
Uno del superyó, el no-todo de la ética del psicoanálisis.
El significante no está ahí –en
el discurso del sujeto, es decir, en su modo especial de expresarse, lo cual se
articula como formaciones del
inconsciente- para representar la significación. Su función es más bien la de
“completar” las hiancias de una significación que no significa nada. Es decir,
el trabajo simbólico, ya sea que lo pensemos por la vertiente del mito o por la
vía del duelo, supone un intento de recubrir cierto real. Real angustiante
porque supone vacío y agujero. Pero no soportar lo traumático de la falta en el
Otro equivale a hacer síntoma. Al menos así responde el neurótico. Pone algo de
sí o se pone a sí mismo, sacrificialmente, para mediante esa ofrenda colmar la
angustiante pregunta por el deseo del Otro.
¿Qué habré sido (futuro anterior)
en la línea de su desear? ¿Por qué la existencia y no la nada? ¿Qué significa
ser? ¿Soy? ¿Por qué soy? ¿Para qué soy? ¿Por qué somos seres finitos? ¿Qué es
el goce? ¿De qué goza una mujer? ¿Qué quiere una madre? ¿Qué es ser padre? ¿Qué
quiero más allá de los mandatos del Otro? Estos son solamente algunos de los
interrogantes existenciales inconscientes que motorizan la búsqueda de una
respuesta no prefabricada.
Pero solamente mediante la
articulación sucesiva de todas las formas de imposibilidad de la solución ante
el enigma de la vida y la muerte, podrá finalmente el sujeto posicionarse
frente a la imposibilidad de su situación: ser o no ser. Es decir, finalizada
esa serie, habrá conseguido situarse a nivel de la pregunta. El asunto es
ponerla a trabajar.
La inhibición, el síntoma y la angustia
dan cuenta de ciertas detenciones en ese trabajo dialéctico de responder al
misterio existencial en cualquiera de las variantes mencionadas.
El hecho de tener que decidir, lo
cual implica perder, resulta insoportable –horroroso, siniestro- si el lugar de
goce que ocupo es insustituible. En esos casos, la clínica psicoanalítica
fracasa, porque la resistencia a la cura obstaculiza su progreso. El deseo en
acto supone atravesar la maya significante que recubre la ausencia de
significación. Derribar mitos, consumar duelos. Enfrentar la imposibilidad de
la existencia lo cual es otro modo de nombrar a la castración.
A diferencia de lo que podría creerse,
en tanto hablamos de una falta en ser simbólica, la salida es por la vertiente
de aceptar que no se es. O sea,
asumir el no ser. Gana el que pierde. Esto le permite al sujeto conquistar la
vía por la que se registra en él nuevamente la inscripción de la ley del deseo.
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