Así pues, es evidente que la ciudad es por naturaleza
y es anterior al individuo; porque si cada uno por separado no se basta a sí
mismo, se encontrará de manera semejante a las demás partes en relación con el
todo. Y el que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia
suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios.
Aristóteles, Política, Libro 1
Los animales de afuera miraron del cerdo al hombre, y
del hombre al cerdo, y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible
discernir quién era quién.
George Orwell, La rebelión en la granja
Aquel a quienes los dioses quieren destruir, primero
lo vuelven loco.
Proverbio griego antiguo
Introducción
Argentina hoy es un
laboratorio donde se experimenta con su población (y no me refiero al reciente
escaneo de iris vinculado a la aplicación World
App de Sam Altman). Ha llegado al poder el individuo autoritario (el Yo
fuerte), corriente (anti)política que boga por un Mercado Absoluto, con la
mínima incidencia regulatoria por parte del Estado… entre otras cosas. Porque a
cuestionar lo estatal[1] no
es, evidentemente, a lo único que ha venido el Gobierno de Javier Milei. Se
trata de una fuerza que, detrás del disfraz de la híper-modernización y de la
supremacía moral, ha venido a producir un gran retroceso no solamente económico
y político en materia de derechos sino además ético (esto es lo que habrá que poner a prueba). En este artículo
me propongo explorar esta hipótesis –del retroceso no sólo económico y político,
sino también ético–. Desde ya aclaro que las reflexiones volcadas en este
artículo son puramente conjeturales, mas eso no les quita ni el afán de rigurosidad,
ni el derecho a ser expresadas.
Contra la casta… ¿cuál?
Empecemos por el análisis de
un concepto clave que aparece en el discurso de quien ha llegado a la cima del Poder
Ejecutivo luego de que, durante estos últimos años, las redes sociales y los
medios de comunicación (junto a otros ocultos mecenas que quizá nunca lleguemos
a conocer) construyeran y fomentaran a este personaje temerario, pelífero y vociferante,
al que evidentemente lograron posicionar muy bien en la opinión pública.[2]
El significante en cuestión es
“casta”. Muchos de quienes estén leyendo este artículo lo reconocerán
fácilmente como un lugar común en su retórica. Pues bien, yendo a la RAE, encontramos
varias acepciones del término. La supuestamente utilizada por el Presidente actual
sería aquella acepción que alude a un “grupo que forma una clase especial y
[que] tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc.” Ahí
entrarían, entonces, aquellos “políticos y políticas (corruptos y corruptas)” que
se habrían beneficiado a expensas del pueblo argentino durante los últimos
tiempos.[3] Si
se trata de una “casta”, entonces, eso quiere decir: todos, sin excepción.
Bueno, en todo caso, la excepción
sería él. Después habría que ver si la excepción confirma la regla o la
destruye[4].
Como fuera, Milei sería el único político no-corrupto, no ladrón, no-casta
porque por mucho outsider que se haya
presentado en su momento, desde que asumió como diputado –y más ahora siendo
Presidente– pasó a ser un político más. ¿Por qué él sería tan especial?
Vayamos un momento a la
lógica. Si “todos los hombres son mortales” (Universal) y si “Sócrates es un
hombre”, ergo, “Sócrates es mortal”,
o bien, Sócrates es alguno de esos hombres que no son mortales, siendo este
última una particular negativa que
entra en franca contradicción con el Universal (y con la realidad, desde luego).
Al afirmar que “Sócrates no es mortal siendo hombre”, entramos en el terreno de
lo ilógico. Lo mismo sucede al sostener que Milei no formaría parte de la casta
política que tanto critica. Si todos los políticos son chorros y él es un
político, entonces… o no-todos los políticos son iguales o él es igual al
resto.
Sin embargo, existe otra forma
de abordar el problema y esta supuesta contradicción, que nos podría llevar
precipitadamente a creer que el discurso de este sujeto es totalmente irracional.
Claramente, es por la vía del equívoco
por donde podremos adentrarnos en lo no-dicho en lo dicho.
Volvamos un momento sobre el
concepto de “casta” y veamos qué sucede si nos remitimos a la definición zoológica del término. Encontramos lo
siguiente: “En una sociedad animal, conjunto de individuos caracterizados por
una misma estructura o función, como las
abejas obreras en una colmena.”[5] Este
ejemplo de la RAE resulta muy valioso para pensar en el hecho de que, entendiendo
a la sociedad humana como una colmena de abejas, la clase obrera –el conjunto
de los trabajadores y de las trabajadoras– también en cierto sentido sería una “casta”,
aunque suene paradójico. El asunto es que, leído de este modo, creo que
llegamos a una cierta verdad (encubierta) detrás del discurso supuestamente irracional
de Milei: no mintió al decir que vino contra la “casta”. En contra de la “casta”
de los proletarios, que somos la inmensa mayoría de la población.
Ir contra la Política no equivale a ir contra los políticos
Otro lugar común en el
discurso del pelífero es esa idea de que “el costo lo va a pagar la política”.
Quizá tampoco mintió ni deliró al decir esto, a condición de que definamos qué
entendemos por política.
La capacidad de «politicidad»
es la facultad de resolver los asuntos comunes de manera deliberante,
dialogante, no-violenta. Por eso, cuando las personas vivimos bajo un
totalitarismo, por ejemplo, es bastante utópico pensar en resolver las cosas
mancomunadamente porque allí no hay una relación de politicidad sino de fuerza, pura y simple. El “idiota” (idion), es decir, aquel sujeto al que
hoy llamaríamos “apolítico” o estulto (el
que no piensa por sí mismo) en su proliferación es quien habilita siempre el
camino hacia las dictaduras o los gobiernos autoritarios. Cuanto más grande se
torna el conjunto de “idiotas” en una población más se atomiza el tejido social,
crece el individualismo y se produce la delegación de decisiones importantes en
un conjunto acotado particular que impone sus intereses con el aval de una
mayoría adormecida. La figura del iluminado, de quien cree tener la verdad
absoluta atenta directamente contra la posibilidad de negociación, de debate,
contra la dialéctica de disensos y consensos. En este sentido, destruir la
Política –autoritarismo mediante[6]– es
el mejor modo cuestionar toda posibilidad de discusión entre posturas diversas,
es impugnar fuertemente toda representatividad popular, acallar las voces
disidentes, alternativas, que no comulguen con el pensamiento único que se ha venido a instalar.[7]
Milei es monstruoso, pero no es la raíz del problema
Si hay un rasgo que
caracteriza al actual Presidente es su constante y sistemática vociferación.
Detrás del semblante de “gran economista” (“experto”, “especialista”, “candidato
al Nobel de Economía”), ¿qué es lo que verdaderamente se oculta? ¿Por qué
alguien que cree tener argumentos tan sólidos necesita recurrir en su retórica
constantemente a la agresión, a la descalificación, al maltrato y a la
objetivación del otro? ¿Qué busca encubrir semejante modo de “argumentar”? Lo
que pretende alguien que se dirige a su interlocutor de tal modo no es otra cosa
sino intimidar, inocular miedo y acaso angustiar perversamente. Esa agresividad
innecesaria pone en cuestión el contenido de lo que se dice, da a pensar que en
última instancia lo que se propone no es nada nuevo sino un refrito de fórmulas
que ya se aplicaron en nuestro país y que fracasaron estrepitosamente.
En el debate presidencial nos
encontramos con un sujeto bastante carente de conocimientos, que no supo
responder a cosas básicas de las que se supone que un aspirante a semejante
cargo debería al menos tener una idea. Por el contrario, Milei se dedicó
sistemáticamente a figurar, a
mantenerse dentro del personaje que tanto rating le dio (ya sea por televisión
o por redes sociales). ¿Nos gobierna una mezcla de Figuretti[8] con
Margaret Thatcher que encima presenta rasgos del Joker de Joaquin Phoenix?
Pero el problema no radica solamente en Milei sino en el tipo de
subjetividad al que apunta, es decir, en el electorado que le dio el poder.
Una subjetividad profundamente mediatizada, capturada hipnóticamente por la
eficacia imaginaria de aplicaciones como Instagram
o Tik tok. Dichas subjetividades
mentalmente empobrecidas no son solamente jóvenes desilusionados o
desesperanzados que ven la decadencia mundana y que sufren por la falta de
expectativas de progreso social. Creo que en el electorado de Milei también hay
muchísimo resentimiento social que involucra a distintas generaciones.[9] Un
rencor social producto de muchas frustraciones acumuladas contra las
injusticias del sistema (y, acaso, de la vida[10]) pero
que, en lugar de expresarse por la vía de una verdadera alternativa al
Capitalismo, por el contrario, se manifiesta como un redoblamiento de la
alienación. Se pretende pasar del capitalismo
al súper-capitalismo creyendo que la salida a esta situación global de mortificación,
donde la riqueza se reparte en pocas manos, sería haciendo aún más ricos a los
ricos y más pobres a los pobres. Ahí es donde está verdaderamente el
Síndrome de Estocolmo del que habló el Presidente. El explotado se enamora del
explotador y le pide más porque creyó en su versión de que quienes quieren una
sociedad más justa en verdad son sus enemigos y, a fin de cuentas, “los
representantes del maligno en la tierra”. Demonización harto berreta presta a
cazar bobos.
El problema es que los bobos
“no van pa´llá”, como desearía Lionel: están todos acá junto a nosotros y
votaron a Milei, es decir, como estamos viendo, votaron a los amigos de Macri y
a otros personajes bastante oscuros como el caso de la Vicepresidenta (de cuya
mano se acercan al poder sectores vinculados directamente con el terrorismo de
Estado, es decir, represores condenados, fehacientemente responsables de las
atrocidades cometidas durante la Dictadura cívico-militar).
Y lo novedoso de la
satanización mencionada, es que ya no apuntaría a generar miedo. Así como
antiguamente el miedo operaba políticamente, hoy en día es la inoculación de
odio la herramienta más eficaz ya que define las elecciones gubernamentales en
juego. El miedo a la exclusión propio de la cultura neoliberal (caerse fuera
del mapa), ha evolucionado hasta convertirse en rechazo radical a cualquier
otro que pudiera venir a provocar (supuestamente) mi caída. Competencia feroz,
individualismo extremo. Cualquiera es un enemigo porque cualquiera puede venir
a quitarme clientes, seguidores o mi puesto de trabajo. Generalmente, ese otro
peligroso es el extranjero o cualquiera que no se adecúe a mis parámetros de
normalidad (determinados por el sistema mismo). Los férreos defensores de este
capitalismo financiero global cuya decadencia algunos pretenden disimular culpando
al “comunismo” (?) o a cualquier otra cosa que se le parezca, inoculan veneno constantemente
a la población entera a través de las redes sociales y de los medios masivos de
comunicación de los que son, en general, dueños o socios. Dominar el sentido
común sigue siendo clave a la hora de determinar qué es la realidad (que
siempre es una construcción discursiva). Pero para una subjetividad enceguecida por el odio, la realidad
sólo puede ser vista parcialmente de manera harto sesgada.
El odio, pasión de-ser
Ahora bien, ¿qué entendemos
por odio desde el psicoanálisis? Lo más peligroso del odio es que “apunta al
corazón del ser del otro”[11],
es decir, “no busca someterlo sino eliminarlo”[12]. Es
decir, el odio se dirige a que el otro “de-sea” (que no es lo mismo que decir a
que el otro desee). Creo que para
poder entender algo mejor en relación con el odio, tenemos que aproximarnos a un
concepto harto abigarrado dentro del campo psicoanalítico tal como lo es el
concepto de «goce».
Desde el psicoanálisis,
sostenemos que el ser hablante está trastornado por ese efecto del discurso que
es el goce. Bajo este capítulo –el del goce– nos adentramos en la condición
paradójica de la satisfacción en el ser humano. Esto ya estaba presente en
Freud, de alguna manera, por ejemplo, cuando señalaba que lo vivido como
displacer en una instancia o sistema psíquico (por ej.: el conciente) podía ser
vivido como placer en otro sitio de esa tópica psíquica (por ej.: en lo
inconsciente). O también, otra referencia valiosa para adentrarse en esta
compleja cuestión, es el famoso caso del Hombre
de las ratas. Allí Freud habla de un horror
ante su placer, ignorado por él mismo
en referencia al relato de su paciente sobre una cierta tortura aplicada en
Oriente de la que escuchó hablar a un militar. He allí, a mi entender, una clara
alusión a la dimensión inconsciente del goce como satisfacción de una pulsión…
de muerte.[13]
Para decirlo todo, sin más vueltas,
creo que la voluntad destructiva de quienes hoy gobiernan este país excede
nuestras posibilidades de imaginación. Creo que estas personas que han llegado
al poder son, en el escenario político local, los mejores representantes de lo
que el psicoanálisis denomina pulsión de
muerte cuya satisfacción remite a un goce que nada tiene en común con la
idea de bienestar[14],
felicidad, placer o disfrute. El goce, en el campo psicoanalítico, alude a lo
que los griegos llamaban hybris, es
decir, exceso, de-más, desborde, saturación. Digamos que el goce hace
referencia a ese punto en el cual un sujeto, desconociendo radicalmente la
dimensión de lo imposible, cree que se dirige hacia la “plenitud” de la
satisfacción, pero esta resulta ser la plenitud de su anulación en cuanto que sujeto. En este sentido, no se puede
concebir el concepto psicoanalítico de goce sin hacer mención a los ideales
tras los que se esconde y se intenta disimular su imperativo. La cara oculta
del Ideal del yo es el superyó en
tanto orden de gozar.
«Síndrome de hybris»
Según el neurólogo inglés
David Owen, creador del concepto Síndrome
de hybris, “una característica de la hybris es la incapacidad para cambiar
de dirección porque ello supondría admitir que se ha cometido un error.”[15] El
autor británico analiza el impacto de semejante diagnóstico en diversos
políticos contemporáneos. El susodicho síndrome hace referencia, en resumen, a
la embriaguez del poder, es decir, a los efectos que produce en determinado
sujeto el acceso a una posición de poder, de reconocimiento y de éxito social. En
el curso de esa investigación reflexiona:
“De los
dirigentes embriagados de orgullo y poder dicen con frecuencia los legos que
están «desquiciados» o «chiflados», e incluso que se han vuelto «locos», aunque
éstos no son términos que la profesión médica utilizaría para referirse a
ellos. Las sociedades democráticas, en especial las que han evolucionado a
partir de las monarquías absolutas, han desarrollado sistemas de controles y
equilibrios para tratar de protegerse contra esos dirigentes. Pero esos
mecanismos –el Gabinete, el Parlamento y los medios de comunicación– no siempre
son eficaces. Bajo dirigentes despóticos, donde no hay controles democráticos y
son escasos los mecanismos internos, aparte de un golpe de Estado para
destituirlos, a menudo es poco lo que se puede hacer. La condena exterior y las
sanciones internacionales han resultado hasta ahora de limitado valor, mientras
que la fuerza militar exterior ha tenido un éxito cuestionable.”[16]
Allende la apología golpista
del autor, de su postura pro-injerencista y de lo cuestionable que, en sentido
estricto, es la existencia de tal síndrome (los psiquiatras tienden a ponerle
etiquetas a todo) me resulta interesante la reflexión de Owen para pensar en
los efectos que produce el poder en las personas, cómo el significante-amo las moviliza
y las determina, a veces, de manera radical. De qué manera se pone de
manifiesto que, en el fondo, muchos de los que mandan en realidad obedecen… a
su sed narcisista de poderío, a su “megalomanía” o delirios de grandeza. En ese
mismo texto, un poco más abajo, Owen justifica el porqué de su investigación:
“Al
observar a los dirigentes políticos, lo que me interesa es la hybris como
descripción de un tipo de pérdida de capacidad. Este modelo resulta muy
familiar en las carreras de los líderes políticos cuyo éxito les hace sentirse
excesivamente seguros de sí mismos y despreciar los consejos que van en contra
de lo que creen, o en ocasiones toda clase de consejos, y que empiezan a actuar
de un modo que parece desafiar a la realidad misma. La consecuencia es
habitualmente, aunque no siempre, la némesis.
Deseo
averiguar si este género de conducta propia de la hybris que vemos en
dirigentes políticos puede ponerse en relación con ciertos tipos de
personalidad que predisponen a actuar de esta manera, y si estos tipos de
personalidad crean en quienes los tienen una propensión a entrar en carreras
como la política. Es todavía más interesante si algunos líderes políticos que
no tienen estos tipos de personalidad pueden, no obstante, empezar a actuar de
este modo simplemente como consecuencia de estar en el poder. En otras
palabras, la experiencia de estar en el
poder ¿puede producir por sí misma en los estados mentales unos cambios que
luego se manifiesten en la conducta propia de la hybris? Creo que sería
importante hablar de ésta como un síndrome de hybris que puede afectar a
quienes ostentan el poder. Un síndrome le puede sobrevenir a cualquiera, es
cosa de la naturaleza, una serie de rasgos, ya sean signos o síntomas, que
tienen una mayor oportunidad de aparecer juntos que de forma independiente.
Los
síntomas conductuales que podrían dar lugar a un diagnóstico de síndrome de
hybris aumentan en intensidad, de manera típica, conforme aumenta en duración
la permanencia de un jefe de Estado o de Gobierno en el poder.”[17]
Luego el neurólogo británico
da una serie de ítems que permitirían diagnosticar efectivamente si el político
en cuestión padece o no de dicho síndrome.
En cuanto a Javier Milei, es
sabido que no aceptó el desafío de someterse a un test psicotécnico el cual, a
mi gusto, debería ser obligatorio para personas dispuestas a asumir una
responsabilidad tan grande como la de ser Presidentes. De todas maneras, en
tanto un “síndrome le puede sobrevenir a cualquiera”, me parece que la afección
psíquica de nuestro Presidente es bastante más basal, mucho más estructural que
descriptiva o superficial. Lo que preocupa seriamente no es si el Presidente
padece de tal o cual rasgo de personalidad sino cuál es su posición subjetiva
en relación al discurso, a la Ley y a la falta en el Otro.
Lo que sigue son reflexiones
basadas en esa preocupación.
El lenguaje del sociópata
La pandemia, la sequía, la
deuda con el FMI y la guerra en Ucrania sumadas a la mala administración del
Gobierno de Alberto Fernández –cuya moderación y falta de uso de “la lapicera” no
permitieron que mejorara prácticamente en nada la situación del país después de
la tremenda crisis socioeconómica producida por el macrismo, que dejó cerca de 16.000.000
de pobres (según un informe de la UCA publicado en el diario La Nación allá por diciembre de 2019)–, todo ese combo, hizo que muchísimos y
muchísimas compatriotas cayeran prácticamente al nivel de la necesidad con las implicancias subjetivas
que eso conlleva, porque los seres humanos no nos reducimos a ser animales, no
está demás aclararlo. Somos animales parlantes, con imaginación, lenguaje y
deseo. Quedar reducidos a la pura y simple necesidad claramente no puede ser
sin consecuencias. Porque antes de convertirnos en caníbales y de empezar a
fagocitarnos la carne, nos comemos el espíritu
(el propio y eventualmente el ajeno). Es decir, nos empobrecemos
psicológicamente, caemos en la mortificación como cae, en definitiva, toda la
Cultura.
Ese panorama conduce, sin
escalas, a la edificación de una sociedad mediocre, irreflexiva, impulsiva, viciosa
y violenta. Y cuando uno sociedad se vuelve todo eso, se pierde toda
capacidad de pensamiento crítico.
El lenguaje por ejemplo se
torna un mero medio que transmite significados, pierde su ambigüedad, todo se
vuelve extremadamente liso, plano, literal, chato: como una pantalla. Esa
sociedad cada vez más ensimismada, autoerótica y donde el lazo social se retrae,
se vuelve carne de cañón para que cualquier líder más o menos imperativo la
seduzca, la convenza y la manipule.[18] Porque
el discurso del sociópata es ultra-simple, redunda en dos o tres lugares
comunes, lo puede captar hasta un niño.
Pero el problema no es
solamente lo que el sociópata dice sino, principalmente, lo que hace al decir lo que dice. Veamos qué
dice Žižek respecto del lenguaje del sociópata:
“…
el uso del lenguaje del sociópata se ajusta a la noción del sentido común del
lenguaje como puro medio de comunicación, como un signo que transmite sentidos.
El sociópata usa el lenguaje, no está
capturado por él, y es insensible a su dimensión performativa. Esto determina
su actitud hacia la moralidad: mientras que es capaz de discernir las reglas
morales que regulan la interacción social, e incluso actuar moralmente en la
medida en que le convenga, el sociópata carece de “reflejos” para el bien y el mal,
de la noción de que hay cosas que no se pueden hacer, e ignora las reglas
sociales externas. En resumen, un sociópata practica fielmente la noción de
moralidad desarrollada por el utilitarismo, según la cual la moral designa una
conducta que adoptamos por medio de un cálculo inteligente de nuestros
intereses (a largo plazo, nos beneficia a todos si tratamos de contribuir al
placer del mayor número de personas posibles): para él, la moral es una teoría
que se aprende y se sigue, no algo con lo que sustancialmente se identifica.
Hacer algo mal es un error de cálculo, no un acto culpable.”[19]
En resumidas cuentas, lo queda
por fuera dentro de la lógica del sociópata es algo atinente a lo que él es
como sujeto dividido, dado que se presenta como una pura máquina de calcular,
por un lado, a la vez que tampoco acusa recibo de la dimensión ética que nos
define como sujetos del deseo, por el otro. Para él, hacer algo mal es un error de cálculo, no un acto éticamente
repudiable. Y eso no se relaciona con la ausencia de superyó sino, todo lo
contrario, se vincula más bien con la identificación a esa instancia, con el
hecho de pensar que no tendrá, tarde o temprano, que rendirle cuentas a nadie
porque él está por encima de todos. Esa es su gran convicción, acaso delirante.
Las fuerzas del Cielo gobiernan al canalla
Por eso mismo, nunca falta en
el discurso del canalla la referencia a un Otro completo del que se ha vuelto
el instrumento de su voluntad de goce (obedece su orden de gozar). Aunque sociópata, canalla y perverso no sean
términos exactamente equivalentes, van más o menos en la misma dirección y nos
sirven para pensar cuestiones epocales ligadas con ciertas figuras del actual
gobierno, entre las cuales está, desde luego, el actual Presidente (su máximo
exponente). Presidente que, en más de una oportunidad, ha hablado de “las
fuerzas del cielo”. En este punto vuelvo a citar a Žižek:
“Para
Lacan, un pervertido [perverso] no se define por el contenido de lo que hace
(sus insólitas prácticas sexuales). La perversión, básicamente, reside en la
estructura formal de la relación que un perverso tiene con la verdad y con el
discurso. El perverso afirma tener un acceso directo a alguna de las figuras
del gran Otro (que va de Dios o la historia al deseo de su partenaire), así,
despejando cualquier ambigüedad del lenguaje, es capaz de actuar directamente
como instrumento de la voluntad del gran Otro. En este sentido, Osama Ben Laden
y el presidente George W. Bush, aunque sean enemigos políticos, comparten la
estructura del perverso. Ambos actúan bajo el presupuesto de que sus actos han
sido dispuestos directamente por una voluntad divina que los dirige.”[20]
¿Y por casa cómo andamos? Uno
querría pensar que estamos muy lejos de figuras tales como Ben Laden o Bush.
También se suele decir que es muy exagerado comparar a Milei con Hitler o decir
que su gobierno se asocia a la Dictadura, cuando es un gobierno elegido
“democráticamente”.[21]
Lo primero que habría que decir es que, en apenas un mes, este gobierno ya dio
claras muestras del nivel de autoritarismo al que está dispuesto a llegar, por
ejemplo, llevándose puesto al poder legislativo. El Presidente y su Ministro de
Economía amenazan con que, si el DNU y la Ley Ómnibus que intentan meter a la
fuerza no son efectivamente aprobados, habrá duras represalias. Este gobierno,
en defensa de “los argentinos de bien” (SIC) evidentemente será capaz de todo,
si es que el pueblo trabajador se lo permite, es decir, si es que aquellos que
siguen a quienes han leído “la parte mala de la biblioteca” (respuesta de Milei
al tuit de una cuenta falsa de Axel
Kicillof - 15/1/2024) no se despiertan de una buena vez y salen a defender las
conquistas que tanto tiempo, esfuerzo y algo más nos han costado.
Milei sería supuestamente el
iluminado, el que “sí la vio”, no como todos los otros ciegos que “no la vemos”.
Porque a él lo iluminan “las fuerzas del cielo”. Pero, ¿qué representan éstas
sino a ese Otro con mayúsculas a cuya voluntad de goce se somete el perverso
como instrumento para angustiar a sus semejantes (que sería la sociedad
argentina, en este caso)? No estoy afirmando que el Presidente sea un perverso.
Pero no caben dudas de que Milei está al servicio de alguien, no diría
exactamente de las fuerzas divinas. A no ser que por potencias celestiales entendamos:
explotadores de la talla de Marcos Galperín que se piensan a sí mismos como
grandes benefactores cuando, en última instancia, son una parte no menor del
problema. De este problema llamado sistema
capitalista que, en la actualidad, ya no tiene un “afuera” para conquistar
de manera tal que redobla la presión “hacia dentro” para poder sostenerse
(exprimir al máximo lo conquistado), merodeando constantemente sobre lo que
queda[22] (movimiento
al que podríamos calificar freudianamente como netamente pulsional).[23]
Pérdida de la capacidad de creer
Que haya personas que crean
que ciertos personajes del mundillo capitalista occidental son semidioses no
sorprende. Porque lo que en nuestra época está problematizado no es la clase de
ídolos que las sociedades edifican (becerros
de oro hubo en todos los tiempos y los seguirá habiendo). La verdadera
cuestión de fondo que hoy en día está puesta en tela de juicio es el hecho
mismo de creer. De allí la
proliferación de fanáticos en todas las áreas y rubros que podamos imaginarnos,
de allí la emergencia cada vez más notoria de “conspiranoicos” y “terraplanistas”
por doquier. Otra vez cito a Žižek:
“Un
fundamentalista no cree en algo, sino que lo sabe directamente. Tanto el
liberal-escéptico y cínico como el fundamentalista comparten un mismo rasgo
básico: la pérdida de la habilidad de creer, en el sentido más elemental del
término. Lo que es impensable para ellos es la decisión sin garantías por la
que se instala toda auténtica creencia, una decisión que no puede basarse en
una cadena de razonamientos, en un conocimientos positivo.”[24]
Y, a continuación, el autor da
un ejemplo bastante contundente:
“…
el estatuto universal de los derechos humanos es el de una pura creencia: no
puede basarse en el conocimiento de la naturaleza humana. Es un axioma que
depende de nuestra decisión.”[25]
Por eso mismo, Žižek concluye:
“Esto
es lo que podemos aprender de Lacan acerca del ascenso del fundamentalismo
religioso: el verdadero peligro no reside en la amenaza que representa para el
conocimiento científico secular, sino en la amenaza para la propia creencia.”[26]
¿No estamos nosotros antes el
mismo panorama de alguna manera? ¿Será casual hasta dónde nos condujo el
movimiento antivacunas en su alianza con el tradicional antiperonismo local que
coparon las calles durante la “plan-demia”, es decir, durante la “infectadura”?
La abolición misma de la dimensión de la creencia, más el odio y el rechazo
endémicos de parte de nuestra sociedad hacia todo lo popular –indirectamente– le
terminaron haciendo la jugada al ascenso del fundamentalismo. Hoy, libertario. Mañana…
no se sabe.
¿2024 0 1984?
Freud decía que el poeta le
lleva la delantera al psicoanalista. Su intuición le hace crear producciones
que, muchas veces, adquieren un tono profético. El poeta, es decir, el creador
literario o artístico en general, muchas veces es psicólogo de su época, pero
también oráculo del mundo por venir.
En este sentido, en una de sus
obras, George Orwell da en la tecla con elementos del triste presente nacional.
Me refiero al clásico 1984, un libro
publicado en 1949. Es imposible no asociar al Gran Hermano con la figura del Presidente Milei y al modelo que
propone instaurar (una verdadera dictadura
civil libertaria)[27]
con el súper-estado totalitario de
Oceanía. Por ejemplo, el lugar que el odio ocupa en tal régimen es
fundamental:
“Cerca
de las once, en el Departamento de Registro, donde trabajaba Winston, sacaban
las sillas de las cabinas y las agrupaban en el centro del vestíbulo, frente a
la gran pantalla, preparándose para los Dos Minutos de Odio. (…) Un momento
después se oyó un espantoso chirrido, como de una monstruosa máquina sin
engrasar, ruido que procedía de la gran telepantalla, situada al fondo de la
habitación. Era un sonido que hacía rechinar los dientes y que ponía los pelos
de punta. Había empezado el Odio. (…) Lo horrible de los Dos Minutos de Odio no
era el que cada uno tuviera que desempeñar allí un papel, sino, al contrario,
era absolutamente imposible evitar la participación, porque los arrastraba
inevitablemente. A los treinta segundos no hacía falta fingir. Un éxtasis de
miedo y venganza, un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un
martillo, parecían recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica,
y convertían a cada uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador y vociferante.”[28]
Hacia eso parece que vamos,
ese parecía ser el modelo a seguir. Que todos y todas nos convirtamos en “locos
gesticuladores y vociferantes” porque así nos vamos a entender mejor. Una vez
convertidos en esos energúmenos, en esas máquinas irreflexivas de odiar, de
producir y consumir compulsivamente, pasaríamos a ser el robot perfecto, el
excelente autómata que se pretende consolidar como subjetividad de la época.
Una entidad acrítica que lo único que hace es satisfacer sus necesidades
básicas y trabajar cual esclavo mientras la virtualidad y demás espejitos de
colores le hacen creer que es “libre”, porque ya no hay Estado que lo oprima ni
populismo que lo manipule.[29]
Conclusiones provisorias (valga la paradoja)
En resumidas cuentas, tendríamos
un Gobierno al que podríamos comparar con la madre de Hamlet, Gertrudis quien
ante “lo podrido” en Dinamarca simplemente se abre de piernas, elige no ver[30],
hace la vista gorda. Porque en eso convierte un Estado cuando no cumple con la
función mínima de regular a los “peces gordos” de la sociedad y del mercado los
cuales, con total impunidad, tenderán progresivamente a devorarse primero a los
más pequeños y, de a poquito, a los medianos y a cualquiera que quede por
debajo de su poderío económico. ¿A dónde iremos a parar –si a esto no se le
pone un freno– si no a un mundo de unos poquitos mega-millonarios separados por
un gran muro simbólico (en principio) de una infinidad de abejas proletarias
conformando una “casta” casti-gadísima?
Insistiendo con el equívoco como método de
indagación, hay otro término muy cerca de “casta” al que aún no me he referido
y que es el significante casto. Según
la RAE, es un adjetivo y hace referencia a una persona que se abstiene de todo
goce… sexual. Esto es importante subrayarlo. Porque el término no habla de
alguien abstinente en todo sentido.
Se abstiene específicamente de ese
goce en particular. Lo cual no significa que no les dé lugar a otros tipos de
goces.
En este sentido, hay una frase
de Milei relativamente reciente, muy fiel a ese supuesto estilo de “hablar sin
pensar” lo que se está diciendo.[31] La
frase en la que quería detenerme especialmente dice: “Pareciera que, algunos
por sadismo y otros por corrupción, quieren mantener encadenados a los
argentinos que desean salir de la miseria”.[32]
Sadismo y corrupción, vaya amalgama. Hay un mecanismo psicológico archiconocido
que se llama proyección y que
consiste básicamente en endilgarle al otro algo que, en verdad, me pertenece a
mí (sólo que no estoy dispuesto a hacerme cargo). En este punto cómo no recordar
que muchas acusaciones realizadas por la derecha durante los últimos años
contra el movimiento nacional y popular, en la medida en que avanzaron las
investigaciones (siempre lentas y siempre condicionadas), terminaron develando responsabilidades
asociadas a los mismos sectores denunciantes. En resumen: todo muy paranoico.
Milei habla de sadismo… ¿quizá del suyo propio, de ese
que acaso no quiere ver? ¿Será que habla de la perversidad y del egoísmo de la
clase dominante argentina? ¿Qué otra explicación darle a este plan de
empobrecimiento sistemático donde, en un mes, ya la mayoría de los argentinos
somos el doble de pobres? ¿Cómo entender esta pérdida del poder adquisitivo y
este ensañamiento de convertirnos en una triste colonia al servicio de
intereses foráneos sin tener en cuenta el odio que las clases dominantes tienen
para con los sectores explotados? Odio y nada más que odio. Ese parecería ser,
en última instancia, todo el trasfondo de lo que representa Javier Milei si uno
le saca los oropeles y de más bisutería. Odio
y goce, es decir, angurria, voracidad, gula, apetito desmesurado de aquellos
que quieren toda la torta para sí (y de muchísimos otros que se identifican con
ese modelo individualista de “ganador”, de “exitoso”). Porque, revirtiendo su
lógica paranoica, cómo no darse cuenta de que la “casta” son ellos y ellas, Milei
y sus aliados que vinieron a saquear el País, para quedarse con todo, para
vender por dos pesos con cincuenta centavos nuestras tierras y recursos, para
destruir nuestra Cultura (nuestra compleja identidad), la Salud y la Educación
públicas (a las que detestan porque no pueden hacer sus chanchullos allí).[33] Vinieron contra la Política porque son
autoritarios y contra la Ética porque adhieren fanáticamente al sistema
capitalista anarco-financiero cuya esencia es pulsional, no conoce de
límites, no quiere saber nada con ningún tipo de puntuación, de freno, de Ley.
Si lo que civiliza es la abstinencia, eso significa renunciar a “Mi-Ley” para
adecuarme, por mucho que me pese, a la Ley como Ley compartida que nos
atraviesa a todos y a todas. Hacer una apología de lo ilimitado, siempre y
cuando uno pueda pagarlo, es darle rienda suelta a lo peor del ser humano, a
sus pasiones más oscuras. ¿Por qué querríamos vivir en una sociedad así? ¿Por
qué convertirnos conscientemente en
una “sociedad de la nieve”[34]?
¿Por qué elegiríamos abiertamente entrar al “juego del calamar”[35]?
¿Cuál sería ese goce que animaría a nuestro espíritu a ir por ese camino que
confina con lo que mejor no? ¿Acaso
no hay otra cosa?
Yendo al terreno sociopolítico,
que es sobre el que versan estas líneas, es preciso decir que había alternativas, no era necesario
elegir de entre todas las opciones la
más oscura, la más incierta, la más temible. Pero aun así una parte no menor del electorado se volcó hacia la
ultraderecha, es decir, hacia el voto autocastigo, en definitiva. Porque la
gran mentira consiste en pensar que este Gobierno viene a transformar algo en
lo tocante a la burocracia estatal, a los chanchullos que vinculan a los
funcionarios públicos (corruptos) con el sector privado (coimero). Este Gobierno no vino a cuestionar los
negociados de nadie, no vino a sanear ninguna corrupción (ni pública ni
privada). No vino a subvertir ningún
orden: vino a recrudecerlo, a intensificar más las desigualdades y a
ampliar siniestramente la enorme brecha entre los explotadores y los
explotados. Vino a sustituir la “grieta” por el abismo.[36]
Veremos qué sucede en los
próximos cuatro años. Esperemos que un mínimo hálito de humanidad
sorprendentemente ilumine a quienes no titubean a la hora de esquilmar a la
población. Si el proverbio griego advierte que a “aquel a quienes los dioses
quieren destruir, primero lo vuelven loco”, el Presidente debería tener más registro
del destino de su omnipotencia, del horizonte inevitable de su locura. Esperemos
que el “especialista en crecimiento” deje de ser tan infantil. Porque nos puede
arrastrar a todos y a todas a una debacle social sin precedentes. Esperemos que
quienes lo asesoran y lo acompañan, hagan bien su trabajo, logren contener su potencial
desborde emocional. De lo contrario, tendremos que padecer la hybris de un Nerón contemporáneo destruyendo
un país al que no supo ni quiso gobernar en términos humanos, equilibrados, justos
y éticos.
Luis Langelotti
Buenos Aires, febrero
de 2024.
Bibliografía
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autoritario. UNSAM EDITA, San Martín, Provincia de Buenos Aires, 2023.
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-
Žižek,
S.: Cómo leer a Lacan, Paidós, CABA,
2016.
[1] Mucha
gente se cansó de que se hagan rutas, se les pague el sueldo a los empleados
públicos, se construyan Hospitales, Escuelas y se produzca obra pública en
general “con la suya”. Por eso, por ejemplo, cuando un Gobierno prometió 3000
jardines y después hizo aproximadamente 700, no pasó nada, estuvo todo bien. Se
gastó menos “de la nuestra”. Pero, claro, la que se llevan por ejemplo los
Fondos Buitres no es “la nuestra”. Las riquezas que yacen ocultas en paraísos
fiscales, esos millones de dólares ganados acá, tampoco.
[2] Acorde a
sus intereses privados, es decir, “de clase”.
[3] Esta
supuesta contundencia de Milei, que venía con la motosierra a acabar con “la vieja política”, a los poquitos días de
perder las elecciones definitivas y de cara al balotaje se desplomó
estrepitosamente en tanto de pronto pasó a hacer alianza con un sector de la
política actual absolutamente responsable de la tan mentada decadencia nacional
en materia económica de los últimos años (el PRO). Un poco antes había
comenzado a negociar con un personaje siniestro no solamente de la “casta” sino
además de lo que se denomina el aparato,
o sea, con un mafioso: Luis Barrionuevo (autor de frases como “la guita no se
hace trabajando”). Finalmente se terminó aliando con otro: Mauricio Macri. Esto
no sorprende a nadie. Durante el discurso que dio Milei luego de salir segundo
en las elecciones generales del 22/10/23 hubo un significante que se destacó
entre muchos otros: “el cambio”. Para profundizar en la idea de “aparato”,
recomiendo la lectura del artículo “Aparato y política” de José Pablo Feinmann
en La condición argentina, Ed.
Planeta, CABA, 2017. Pág. 304. Un ejemplo de las definiciones allí volcadas: “El
Aparato es el poder real de la sociedad aparente. El Aparato es el poder que
sostiene a la sociedad. No es el gobierno. Ni es el Estado. El Aparato es la
transformación del territorio en cosa mafiosa.”
[4] Como sugirió
en una entrevista en Neura Guillermo
Moreno hablando con Fantino (18/09/2023).
[5] RAE.
Subrayado propio.
[6] El
espíritu del DNU 70/2023 que sustituye, modifica o deroga más de 100 leyes o
decretos es profundamente antidemocrático, además de ser anticonstitucional,
según lo que muchos expertos en la materia han expresado oportunamente. Se
trata de un conjunto de medidas cuyo objetivo principal, a primera vista, es
beneficiar claramente a un determinado sector social vinculado a los que más
tienen so promesa de que, en un futuro, beneficiaría a todos. El problema es
que, como decía Keynes, “a largo plazo estamos todos muertos” (citado por
Norberto Galasso en De la televisión a la
cacerola. Desventuras y replanteos de un hombre de la clase media de Buenos
Aires, CABA, Astralib, 2003).
[7] Pocas
cosas resultan más chocante –graciosa pero también indignante– que oír a Victoria
Villaruel (cuya posición negacionista en otras partes del mundo le acarrearía
serios problemas legales) decir que ellos están en contra del “pensamiento
único” que instalaron “los terroristas” porque, según ella, lo importante es
defender “la verdad completa”. Que diga eso justamente alguien que defiende a varios
de los principales responsables de haber diezmado a casi toda una generación por el hecho de pensar diferente, es lo
que más rechazo provoca. Si precisamente los militares no querían que algo se
supiera era la aberración en que consistieron sus crímenes de lesa humanidad
(¿o eso no forma parte de la “verdad completa”?). La desaparición forzada de
personas no tuvo otro objetivo más que tapar la atrocidad del genocidio, que no
queden rastros ni restos de semejante brutalidad.
[8] Figuretti fue un personaje que en los 90 hacía el humorista Freddy Villareal
en el programa Videomatch.
Básicamente lo que hacía era “robarles cámara” a los famosos a quienes tomaba
de sorpresa en tal o cual situación. Como el apellido ficticio mismo lo
indicaba, se trataba fundamentalmente de figurar,
verbo que hace alusión al exceso de ego por parte de un sujeto cualquiera que
lo lleva a realizar o decir estupideces con tal de que le presten un poco atención.
Hacer una conjetura en este punto puede resultar muy descabellado, pero la
falta de ternura, de sostén y, en definitiva, de amor en la temprana infancia
podría ser uno de los factores que hace que las personas tengan tanta añoranza
de reconocimiento. Es bastante conocido el drama del Presidente con su familia
de origen, en particular, con sus padres. Está claro que allí hay una cuestión no
resuelta en relación al maltrato y a los castigos que recibió de chico. Como
sucede muchas veces en esos casos, lo vivido pasivamente busca repetirse, pero activamente, es decir, tomando como
objeto a su vez a alguien tan indefenso como el sujeto lo estuvo en su niñez.
¿Será acaso el pueblo argentino quien pague los platos rotos por los traumas de
esta suerte de Gabriel Pasternak (Véase la primera escena de la película Relatos salvajes) de carne y hueso,
quien parece totalmente decidido a restituir su dañado narcisismo al precio que
sea, caiga quien caiga?
[9] Con esto
no estoy diciendo que no exista ni siquiera un votante de “La Libertad Avanza”
que no haya votado al actual gobierno de
buena fe, aunque realmente cueste muchísimo creerlo. Pero recuérdese que la
película La gran estafa (es decir: el
macrismo) tuvo una secuela que fue La
nueva gran estafa. Estimo que, en parte, un sector no menor del electorado
que eligió al pelífero está viendo exactamente ese film. Sólo resta esperar
cuánto tiempo va a tardar en darse cuenta.
[10] Esta
salvedad es harto pertinente. ¿Cuánto de la frustración de quienes, llenos de
odio, han elegido una opción política que simplemente vino a destruir a los que estaban antes no es,
en última instancia, producto de algo más que la insatisfacción para con un
modelo político y/o económico (llámese populismo, peronismo, kirchnerismo o lo
que sea)? Es decir, ¿la aventura de la existencia no implica también
frustraciones, decepciones, amarguras y desilusiones? ¿Qué sucede en las
sociedades contemporáneas que padecen la terrible dificultad de sobrellevar los
afectos penosos de la vida sin convertirlos rápidamente en ira, desprecio o
rechazo hacia algún chivo expiatorio contra el cual se carga (y se descarga) la
supuesta culpa de la propia infelicidad? Esta idea absolutamente infantil de
que un personaje en particular (Ej.: Cristina Kirchner) o que un grupo social
específico (los kirchneristas) serían los responsables totales de todos los
males que sacuden a un país, por ejemplo, ¿no es producto de la mismo lógica, a
saber, la necesidad imperiosa de situar en algún punto a un Otro omnipotente que
nos jode la vida porque le da la gana, con saña, con maldad, porque le gusta
jodernos y nada más? ¿No será que nosotros nos jodemos a nosotros mismos, por
ejemplo, cuando siendo trabajadores de los sectores populares compramos
espejitos de colores que nos prometen el oro y el moro pero que, en definitiva,
no son más que quimeras radicales diseñadas a los fines de mantenernos dormidos,
inermes, confundidos mientras por otro lado las políticas de ajuste propias del
neoliberalismo generan más desocupación, reducen la producción cultural, desfinancian
la Salud y la Educación públicas (aquellas a las que recurren en general las
personas con escasos ingresos), empobrecen al pueblo vía la devaluación al
tiempo de que le impiden a la gente ahorrar de algún u otro modo, habilitan el
saqueo de recursos y destruyen la industria local, entre otro montón de cosas
la gran mayoría todas ellas verificadamente
horrorosas para el conjunto de la población?
[11] Muñoz, P.:
El goce y sus laberintos. Ed.
Manantial, CABA, 2022. Pág. 228.
[12] Ibíd.
[13] El
analizante de Freud, en esa escena fantasmática, se identifica con el
torturado, con el torturador, acaso con las ratas que ingresan por el ano, etc.
Se trata de un verdadero montaje, nada natural ni instintivo. La pulsión de
muerte es lo más antinómico que hay a un instinto puesto que no apunta a la
conservación del viviente, sino que este la padece y la sufre. No es la
agresión del animal cuya supervivencia peligra, a lo sumo esto sería una
metáfora de cómo el capitalismo intensifica lo mortífero de nuestra
subjetividad. El goce es efecto de discurso, es decir, no tiene nada que ver
con algo del orden instintivo, natural, neurológico o genético.
[14] Está
bastante claro que no desean en lo más mínimo un “Estado de Bienestar”.
[15] Owen, D: En el poder y en la enfermedad. Enfermedades
de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años. Ed. Siruela - El
Ojo del Tiempo, 2008. Pág. 20.
[16] Ibíd.
[17] Ibíd. Pág. 26-8. El destacado me pertenece.
[18] Una
sociedad con esas características además es una sociedad que, tarde o temprano,
ha de sentirse culpable y el
capitalismo juega mucho con esos sentimientos de inadecuación: los utiliza.
También los líderes autoritarios al estilo de Trump, de Bolsonaro o de Milei que
se presentan como una especie de Padre
castigador (“perturbador del goce autoerótico”) que vendría a “poner en orden”
las cosas, le vienen a esa sociedad culpógena como anillo al dedo para recibir efectivamente
el cadalso por haberse entregado al caos. Pero sobre lo que esa misma sociedad
no reflexiona es que los castigadores mismos son muchas veces quienes fomentan la
anarquía a la que las sociedades se entregan. Y, por otro lado, se desconoce que
la disciplina represiva no es precisamente la mejor manera de salir de ahí. Las
soluciones extremas, sin medias tintas, sin flexibilidades suelen ser peores
que el problema que se pretendía resolver. El psicoanálisis puede dar fe de
ello: al síntoma no se lo suprime de
manera directa, eso lo único que produce es acentuar la represión. Lo que
hay que interrogarse es qué ha pasado mientras tanto con la dimensión del
deseo. A nivel social, qué ha pasado con las fuerzas instituyentes, a dónde ha
ido la energía que motoriza a las sociedades, que las hace progresar, evolucionar,
crecer, madurar, etc. (no sólo económica o técnicamente sino también ética y
espiritualmente).
[19] Žižek, S.:
Cómo leer a Lacan, Paidós, CABA,
2016. Pág. 23.
[20] Ibíd. Pág. 124.
[21] No sé cuán
democrático puede ser considerado un Gobierno que ha llegado al poder luego de
que la principal candidata del partido opositor (con una representatividad nacional
muy superior a la de Sergio Massa) haya sido proscripta unos meses antes por el
así llamado “Partido Judicial”. Democrático seguro que sí, ahora legítimo, dudosamente. Además, tanto el
actual Ministro de Economía, así como la actual Ministra de Seguridad, para
colmo de ridiculez (o de rigurosa lógica, según cómo se lo quiera ver), aparecen
indirectamente involucrados en el atentado sufrido por la ex Vicepresidenta,
caso cuya investigación ha demostrado una vez más las serias limitaciones y el
profundo deterioro de la actual Justicia argentina.
[22] Adamovsky,
E.: “El individualismo autoritario y el totalitarismo del capital” en Del antiperonismo al individualismo
autoritario. UNSAM EDITA, San Martín, Provincia de Buenos Aires, 2023.
[23] La pulsión
no es el deseo. El deseo es insatisfacción, por eso no hay mercancía que logre
adormecerle completamente. Su objeto está estructuralmente perdido. “Lo que
hay” remite a los objetos parciales con los que se satisface contingentemente
la pulsión. Toda pulsión es “de muerte”, en definitiva, porque apunta al cese
de la tensión (en eso consiste el principio de placer). Ahora bien, no debemos
olvidar nunca “el placer de desear”. Es decir, la posición deseante,
caracterizada por la falta, no remite a ninguna positividad, se contenta en la
negatividad del deseo que siempre es motor, búsqueda, relanzamiento. Lo que
apolilla, lo que aletarga entra siempre dentro del terreno del goce. El goce es lo que detiene al
sujeto en el camino de apertura a su deseo y a su falta en ser.
[24] Ibíd.
[25] Íbid.
[26] Íbid. Pág. 125.
[27] Una de las
horrorosas particularidades de la así llamada Ley Ómnibus, es la delegación de
facultades al Poder Ejecutivo que podrían convertir al Presidente en una
especie de monarca o tirano omnipotente. Ley cuyo nombre oficial empieza
diciendo “Bases y Puntos de Partida…”. Hubiese sido más honesto que pusieran: “BASES
Y CONDICIONES para la Libertad de los Argentinos (de bien)”. De todas maneras,
hay que reconocerle algo a la derecha: con la palabra “libertad” esta vez ganó apelando
a un significante menos trillado que el refrito ese de la “seguridad” con el
que suele machacar insistentemente a la población al punto de convertirlo en
una palabra totalmente hueca y vacía de significado alguno (sobre todo porque,
una vez en el poder, con el problema de la inseguridad que aqueja a nuestra
sociedad no hace absolutamente nada). ¿Lo mismo va a suceder con “la libertad”?
[28] Orwell,
G.: 1984, Ed. Maya, CABA, 2017. Pág.
16-20. Destacado mío.
[29] Nótese que el miedo sigue cumpliendo una función, es
la combinación: miedo y odio. Pero ese miedo es ambiguo, no es solamente hacia
el “enemigo”. Principalmente es hacia el Gran
Hermano. Porque sin intimidación el sistema capitalista en su versión
anárquica y financiera no funciona.
[30] Véase un
poco más abajo la cuestión de la proyección.
[31] En
realidad, mejor dicho, se trata de la ilusión de creer que se sabe lo que se está diciendo. Y cuando alguien está demasiado
seguro de lo que dice, muere por la boca como el pez. De hecho, hay cientos de
frases, comparaciones, analogías y demás figuras retóricas que el actual
Presidente ha utilizado durante la campaña y que merecerían un análisis crítico
aparte. Cada cual sacará sus propias conclusiones, sabiendo que siempre decimos
más de lo que queremos decir y que las ocurrencias del hablante hacen alusión
directa a su inconsciente, aunque el contenido manifiesto sea una deformación
(por ejemplo: vía la negación) de lo latente.
[32] Hablando
de goce, sadismo y perversión, citemos a otro gran referente de los violentos
jóvenes libertarios de hoy. Me refiero al politólogo Agustín Laje y a sus dichos sobre la represión que se desplegara
durante estos últimos días en torno al Congreso: “Cada balazo bien puesto en
cada zurdo ha sido para todos nosotros un momento de regocijo”. Lamentablemente,
no sorprenden las declaraciones de este personaje misógino y fascista. Un
provocador serial que deberá anotarse
entre los principales responsables de la escalada social violenta hacia la
que la ultraderecha y sus aliados quieren conducir al país (para justificar su
odio y su robo).
[33] Llegando al final de este escrito, pienso que es increíble que,
hasta el momento, en ningún lado se haya escuchado todavía la siguiente
comparación: la llegada al gobierno por parte del movimiento libertario con la
clásica y famosa novela de George Orwell La
rebelión en la granja (1945). De manera muy resumida, en la granja
Solariega de Howard Jones los animales se rebelan y toman el control alentados
principalmente por los cerdos quienes acusan a la “casta” humana de ser la peor
escoria del planeta tierra y la peor pesadilla de los animales. Ahora bien, una
vez que los animales toman el poder, gradualmente, los cerdos comienzan ellos mismos a convertirse en una
nueva casta que hace vivir en condiciones aún peores al periodo pre-rebelión al
resto de los animales de la granja, quienes quedan prácticamente sin reacción
ante semejante shock.
[34] Película
española del año 2023 que relata la tragedia de los Andes en la que un grupo de
jugadores de rugby uruguayos se vieron obligados a alimentarse de carne humana
para sobrevivir.
[35] Otro drama
de supervivencia versión surcoreano en formato serie (Netflix, 2021).
[36] Nada más
falso que pensar que Milei representa una superación
de la famosa “grieta” entre kirchneristas y macristas. Al contrario, en tanto
candidato de la ultra-derecha (cero moderada) vino a profundizar la distancia entre los sectores que se sienten más
cercanos a la derecha y aquellos ciudadanos que se sienten más representados
por las ideas socialistas o de izquierda. Vino a enfatizar el tristísimo e infantil
BOCA versus RIVER. A hacer que las personas tengan que definirse binariamente
lo cual no hace referencia al hecho de que en la vida hay que elegir y tomar
posición. Se trata de otra cosa, de la obligación de ponerse una camiseta sí o
sí al costo de la deformación exagerada de lo que en verdad se piensa. Los
extremos nunca son verdaderamente representativos de lo que siente y piensa una
sociedad. Los extremos solamente llegan al poder a través de la fuerza o de la
violencia cuando no militar, al menos mediática
y judicial como acaba de suceder en Argentina.
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