La voluntad de dominio como trasfondo
de la voluntad de “conocimiento”. Falsa conciencia del sujeto epistémico
“Y
a usted: ¿cuánto le pagan?” - le pregunta una Psicóloga, de larga trayectoria
hospitalaria, en la guardia de un reconocido Hospital de “Emergencias
psiquiátricas”, a un consultante de ciudadanía boliviana que comenta de su
triste situación laboral - explotado execrablemente por compatriotas que lo
trajeron de su país de origen para hostigarlo aquí en uno de esos famosos “talleres
textiles” ultra-clandestinos en donde la sentencia “trabajar para vivir” se
troca en su contraria, esto es, “vivir para trabajar”. Pero: ¿a qué viene esa
“inocente” pregunta, querida Licenciada, sino acaso a poner de relieve que no
hay ingenuidad sino satisfacción allí donde el oyente cede en su deseo de ir más allá del sentido comúnmente admitido
a las palabras para quedarse en el significado corriente de las mismas por
cuanto construyen una escena entendible y en la cual, de algún modo, me puedo
representar? O sea: “Cuénteme un poquitito más de lo mal que la está pasando, de
lo sufriente que es su situación, claramente comprensible desde luego, por
favor, así puedo representarme en esa escena y gozar de y/o junto a Ud.” ¿A los
fines de qué semejante interrogante? ¿Qué interés motiva dicha pregunta? ¿No es
acaso un interesante artilugio que da cierta prima de placer, cierto plus de satisfacción, en tanto me
identifico con lo allí expuesto, tomando por objeto de goce lo que en realidad debería ser pensado en términos
de palabra, de significante? Lenguaje o palabra: diferencia crucial que Jacques
Lacan nos ayuda a sostener en múltiples lugares de su enseñanza en tanto distinción
clínica y ética fundamental.[1]
La
abstinencia del psicoanalista es abstinencia de saber, en primer lugar. Renunciar
a ese tentador camino que se le ofrece a quien ocupa un lugar de Saber y de Poder,
como en el ejemplo recién tomado, el lugar del profesional al que se le
consulta. Por exagerado que parezca, el mismo Lacan en la clase que nombrábamos
recién sintoniza la utilización objetivamente del lenguaje con la perspectiva nazi.
Es que, en efecto, esa pregunta tan simple y pura (“Y a usted: ¿cuánto le
pagan?”), es completamente “humana”, pero por eso mismo, terriblemente peligrosa. Merece ser denunciada y puesto en
circulación el hecho de que existan profesionales que las hagan en los
servicios públicos de Salud de nuestro país. No me cabe ninguna duda de que hay
cosas peores, desde luego. Pero ésta, no me parece poca cosa. Máxime cuando son
muchos los profesionales “psi” recientemente graduados que se dirigen a los
hospitales a formarse como psicoanalistas y que piensan que en eso consiste
serlo, en preguntarles a los pacientes cuánto les pagan.
Tomemos
otra “viñeta” para pensar un poco más hondamente esta cuestión. En el Diario Le Monde diplomatique del mes de Agosto
del corriente año, el diplomático Patrick Howlett-Martin nos cuenta lo
siguiente: “Foreign Cultural Exchange Jurisdictional Immunity Clarification Act
(“Ley de inmunidad jurisdiccional de intercambio cultural con el exterior”)”:
tal es el nombre de un sorprendente proyecto de ley estadounidense, presentado
por un demócrata y un republicano, aprobado en febrero último por la Cámara de
Representantes y actualmente en manos del senado para su estudio. (…) En pocas
palabras: el objetivo es impedir cualquier recurso a la Justicia para recuperar
obras cuya adquisición haya sido eventual o indudablemente fraudulenta. (…) Hay
que reconocer que hay un gran peligro en la permanencia museística: son
numerosas las apropiaciones más que dudosas, sobre todo gracias a las
expediciones militares de antaño, a las que se sumaban arqueólogos y expertos expresamente
encargados de proveer a los museos de bellas piezas. Algunos ejemplos son
famosos: la piedra de Rosetta (…) fue trasladada a Gran Bretaña luego de la
victoria inglesa de Abukir. Hoy sigue en manos del British Museum y Egipto la
reclama periódicamente.”[2]
Resulta más que interesante tomar esta cuestión que indaga el diplomático en
tanto nos ayuda a pensar en cómo por detrás del supuestamente desinteresado y
encantador deseo de “conocer” en pos del Saber Universal, se oculta muchas
veces lo peor de una sagaz voluntad de dominación, de apropiación y de
avasallamiento. Siguiendo la lógica de la nota de Howlett-Martin, de expropiación y avasallamiento de la diferencia, desde luego: “En 1911, el
arqueólogo Hiram Bingham, profesor de Yale, encontró en Machu Picchu cinco mil
piezas. Inmediatamente después del descubrimiento, Perú las prestó para su
estudio y restauración; sin embargo, las piezas siguen en el museo de Peabody,
en New Haven (Estados Unidos), y la universidad de Yale, que alberga el museo,
no autorizó a los arqueólogos peruanos a acceder a ellas. Perú viene pidiendo
su restitución desde 1920.”[3]
Nietzsche
siempre sospechó de la tendencia humana a la “verdad”, de la inocencia del alma
que quiere tener-por-verdadera alguna
cosa dada. Veía en la disociación platónica entre un “mundo verdadero” y un “mundo
aparente”, por ejemplo, una perspectiva enfermiza y despreciadora de la Tierra
y del Hombre real, ya que éste es Multiplicidad y Devenir y no Unicidad y Ser,
tal como lo pretendía el filósofo griego. Nietzsche creía que la voluntad de
conocer, la voluntad de verdad, en última instancia, no difería mucho del
sentido primitivo de querer adueñarse de lo des-conocido, en suma, hacerlo
“conocido”, “familiar”, meterlo en mis
esquemas metafísicos de conocimiento anticipado. Algo no muy distinto de la
estratagema neurótica en relación a lo real.
Si
tomamos como referencia la nota que escribe Howlett-Martin, podríamos decir que
los intereses de los arqueólogos norteamericanos, y de los arqueólogos “primermundistas”
en general, por muy loables que se presenten desde la lógica de la Academia,
desde otro punto de vista, están en estricta sintonía con una modalidad conquistadora,
colonialista, antidemocrática y renegadora de la Multiplicidad. En términos del
psicoanálisis, se trata del rechazo de la castración, de la diferencia, del
impulso narcisista del ego de «egocentralizar»
lo real (lo Otro), que angustia, en
tanto puede derribarme del “Centro”. Nada hay menos interesante para el
psicoanálisis que el deseo centralizador
que busca captarlo todo para sí, que “nada se le escape”, que quede “todo bajo
control” y “calculado”.
En
líneas generales, el elemento común con la anécdota de la Psicóloga
hospitalaria, pese a las distancias que pueden suponerse, la comunidad de
estructura entre una viñeta y otra, es ese secreto impulso del Hombre de hacer,
de lo Otro, lo Mismo, de incluir totalitariamente lo ajeno en lo propio, de
expropiar despóticamente lo alter,
deshumanizarlo, objetivarlo, hacerlo mío, meterlo en mi Museo, en mi narcisismo,
gozarlo. Metáforas todas del goce materno
incestuoso - que exige una Ley que venga allí a frenar tanto desenfreno voraz
y desencadenado (el nazismo como Gran Madre violentadora de lo disímil de Mí-mismo,
avasalladora de lo que no sale “en el espejo”).
Hay
algo que se llama Ética y mal no vendría recordárselo a aquellos profesionales
cuyos intereses personales – fantasmáticos y ajenos a lo propiamente referido a
su quehacer –, vienen a interrumpir su quehacer mismo, a hacerlos tambalear en
su posición: ¿Hasta qué punto puedo ser cómplice de un saqueo cultural de neta
índole colonialista en pos de mi “deseo de saber” en relación a la Ciencia
arqueológica? Desde la Ética del psicoanálisis, ética del deseo cuya base no es
otra que la Castración, ha de concebirse como muy poco interesante esa lógica
imperialista de despotismo medieval implícita en la apropiación ilegal de piezas, objetos y obras de
arte que luego, encima, no se quieren devolver (ya que esto implicaría
reconocer su origen fraudulento). Para el psicoanálisis, la Ley es la Ley del
deseo. Todo acto “fuera de Ley” es renegación o rechazo de la castración, del
deseo del Otro. Máxime cuando esa apropiación tramposa tiende a la acumulación
narcisista de objetos del deseo (que desconoce el valor Sagrado, significativo;
en definitiva, el valor de causa del
deseo de esos objetos para los pueblos de origen).
Al
preguntarle la psicóloga al consultante cuánto cobra, correlativamente,
ningunea el significado personal que ese “sueldo” puede tener para él,
haciéndolo entrar en una lógica común (fálica) en función de la cual realizar
algún tipo de comparación con el suyo propio. O sea, todo lo contrario de lo
que la dirección de la cura nos plantea a los psicoanalistas.
Nuestro
psicoanalista argentino, Fernando Ulloa, distinguía interesantemente entre el
“saber curioso” y el “saber cruel”. Él
decía: “Empecemos por el segundo [el saber cruel] (…).
Puede tratarse de un saber cruel activado frente a lo distinto, por ejemplo,
una pauta cultural. Me importa enfatizar aquí, explícitamente, que ese saber,
respecto de esa pauta cultural distinta, perturba algún saber establecido en un
sujeto cruel, tal vez poniendo en actividad aquello de la disposición
universal. Ese saber perturbador cobra, además, un valor de absoluto, algo realmente
grotesco, de donde se infiere que el saber cruel es, nada menos, saber
ignorante. A partir de allí, el saber cruel y quien lo sostiene procurará, en
primer término, discriminar al portador de esa pauta cultural distinta. Al
mismo tiempo, mostrará fastidio – que tal vez alcance el grado del odio –
frente a quien sostiene una cultura extraña o un saber que niega lo que para el
cruel es un canon establecido. Finalmente, si las condiciones lo permiten,
traducirá lo anterior en una supresión, ya sea de la condición de prójimo, de
ciudadano o bien – extremo no tan infrecuente – de la vida.”[4]
Respecto del saber curioso, Ulloa
afirmaba: “… también tiene sus vicisitudes frente a
otro saber o quizás otra cultura, en la medida en que puede suscitarse allí cierta
confusión, sobre todo si algo se presenta como radicalmente distinto. Sin
embargo, y a diferencia del saber cruel, no por eso se apaga su intento de
avanzar sobre lo ignorado. Ocurre que la curiosidad es motor del saber, motor
anulado o enajenado por la crueldad, al menos en su forma epistémica. De no activarse ese motor, la tentación
será “colonizar” lo nuevo, imprimiendo en él aquellos puntos de concordancia
con el propio saber.”[5]
El
saber cruel es colonizador, objetivante y renegatorio de la diferencia. Cuando prima
el goce y no el deseo, es el saber cruel el que opera y no el saber curioso, la
ciencia gaya. El saber cruel va en la línea del sadismo y del masoquismo, o
sea, de la perversión, porque el énfasis está puesto en el goce del Otro. Este Otro puede ser el Saber Universal, Dios o las
Ciencias Psicológicas. Pero de lo que se trata es de defenderse del deseo del Otro, ya que angustia por
cuanto interpela mis investiduras narcisistas. La ciencia jovial remite al
saber curioso que deja lugar a un resto irreductible al Saber. Resto que puede,
por consiguiente, operar como causa. El
objeto a como causa del deseo es el
aporte original de J. Lacan al corpus
teórico del psicoanálisis y es allí en donde debe ser precisado lo que la
perspectiva psicoanalítica tiene más de subversiva en lo atinente a cualquier
campo del Saber, en tanto dimensión ética irreductible.
El Superhombre
en su diferencia con la dimensión del «Líder» como fantasma
“Las
verdades teóricas no sólo son discutibles, sino que todo su sentido y fuerza
están en ser discutidas; nacen de la discusión, viven en tanto se discuten y
están hechas exclusivamente para la discusión. Pero el destino – lo que vitalmente se tiene que
ser o no se tiene que ser – no se discute, sino que se acepta o no. Si lo
aceptamos, somos auténticos; si no lo aceptamos, somos la negación, la
falsificación de nosotros mismos. El destino no consiste en aquello que tenemos
ganas de hacer; más bien se reconoce y muestra su claro, rigoroso perfil en la
conciencia de tener que hacer lo que
no tenemos ganas.”
(Ortega y Gasset, La rebelión de las masas)
“En
los albores de la historia humana fue el padre de la horda primitiva el superhombre, cuyo advenimiento esperaba Nietzsche en un lejano futuro”. De este
modo entendía Sigmund Freud la propuesta del filósofo en cuestión, según nos consta
en Psicología de las masas y análisis del
yo - allí por 1921 -, mas no sin equivocarse profundamente, a nuestro
entender, en el sentido del planteo nietzscheano respecto de la cuestión del Superhombre, tal como ésta debe ser
entendida en el marco de una acepción menos simplista y reductora, tratando de
precisar una lectura un poco más elaborada. O, al menos, diferente. Nuestra
apuesta es que el Superhombre se
presentifica en el pensamiento nietzscheano como algo fuertemente alejado de la
figura del Líder, de modo tal, que también lo está del Padre Primitivo tiránico
“Omni-gozador” de la horda primitiva (el Líder, dice Freud, es la reedición de ese viejo fantasma de un
Otro primordial despótico y Total).
Vayamos
a algunos de los decires de Zaratustra en relación a esta profunda cuestión. Por
ejemplo, en el Prólogo, nos
encontramos con una referencia sumamente interesante en la que el Superhombre aparece como «Horizonte», lo
cual deja al Hombre no en un lugar de “meta” sino más bien en el de pasaje, instrumento a cuyo través algo superior
puede advenir: “El Hombre es una cuerda, tendida entre el Animal y el Superhombre
- una cuerda sobre un Abismo”[6].
Y más adelante afirma: “La grandeza del Hombre está en ser un puente y no una
meta. Lo que en el hombre debe ser amado, es esto, que es un Tránsito y un Ocaso.”
El
Superhombre se perfila como el rayo
que Zaratustra, en tanto mensajero, viene a anunciarnos. Quienes desean
perecer, hundirse en su ocaso, pasar al otro lado, son los hombres cuya
posición es de «dadivosa virtud» en el sentido de que no desean retener para sí
lo que es y ni siquiera buscan retenerse a sí mismos en su irrefrenable
multiplicidad, sino que se aceptan perecederos,
transitorios, irreductibles, efímeros, castrados,
o sea, antiplatónicos y anticristianos: “Yo amo a quienes, para hundirse en su
ocaso y sacrificarse, no buscan una razón detrás de las estrellas: sino que se
sacrifican a la Tierra para que ésta llegue alguna vez a ser del superhombre.”
Podemos
vincular esta propuesta nietzscheana con lo que el poeta Gabriel Celaya (1911-
1929) trasmite en su poema “A veces me figuro que estoy enamorado”, en donde plantea
lo siguiente: “… me complace saberme uno de tantos
y en ser vulgarcillo
hallo cierto descanso”.[7] “Uno de tantos”, “vulgarcillo”:
nombres estos de lo que se escapa a la lógica propiamente narcisista de falo
del Otro (DESEO DE LA MADRE).[8] El hombre que en cuanto
«espíritu libre» asume su perecer - su relatividad, su instantáneo,
fragmentario y azaroso ser - es al Superhombre lo que el neurótico identificado
al falo inexistente de la Madre (el miembro de la masa, el cristiano, el
barrabrava, el fascista, el «estulto») es al Líder. Pero se trata de dos
lógicas, de dos versiones radicalmente distintas. La una da lugar a la
falta, la otra es su renegación [Verleugnung].
Nietzsche aclara que el Superhombre es el sentido de
la Tierra. ¿Qué podemos entender por ello? Claramente, se trata del Superhombre
no como un Otro, un Caudillo, un Jefe o un Líder al cual el Hombre deba obedecer
ciegamente, sino como meta inalcanzable, asintótica, como ilusión conducente a
la transformación de mi ser dado y de mi realidad. Mi ser dado deviene
en formar permanente¸ no “soy” sino que acaezco y pereceré. Soy en el
movimiento de mi devenir transfigurador. El Superhombre representa la
aceptación, el asentimiento de la condición perecedera, temporal de la Tierra y
del Hombre. Dicha aceptación sólo es posible con la “muerte de Dios”, o sea, bajo
la condición de la aceptación (decir “sí”) de que el Otro está castrado.
El Líder en cambio, tal como lo transmiten muchas “Escuelas de liderazgo”
contemporáneas (y, por otro lado, la historia misma de la humanidad), sostiene
la quimera de que “todo es posible” (de seguir fielmente su palabra): “La
noción de lo imposible no existe para el individuo que forma parte de una
multitud.”[9]
Como lo señala Jacques Lacan en sus Escritos, si “Dios está
muerto” ya “no-todo está permitido”. Está permitido no-todo, es decir, el
sujeto puede pasar a ocuparse de lo que realmente le atañe, su Destino,
como lo dice Ortega y Gasset en la cita que ubicábamos más arriba, destruyendo
toda “ética del anhelo” epocal donde el deseo del Otro es reducido a un
mero “Yo deseo” neurótico y recalcitrante.[10] Este autor también nos
dice: “Envilecimiento, encanallamiento, no es otra cosa que el modo de vida que
le queda al que se ha negado a ser el que tiene que ser. Este su auténtico ser
no muere por eso, sino que se convierte en sombra acusadora, en fantasma, que
le hace sentir constantemente la inferioridad de la existencia que lleva respecto
a la que tenía que llevar. El envilecido es el suicida superviviente.”[11]
Finalmente, el Líder debemos pensarlo como esa ficción que gesta el
hombre para no responsabilizarse de su «voluntad de poder», proyectándola por
fuera de sí, reprimiéndola. El Líder es ficción correlativa, consecuencia de - y
herramienta para - la desimplicación subjetiva en relación a mi propio Destino.
Destino inseparable de mi irrepetibilidad como ser real y diferenciando del
rebaño humano. Estas cuestiones nos conducen directamente a nuestra próximo
entrega: «Wille
zur Macht» [Voluntad de Poder] versus
«Geist der Schwere» [Espíritu de la pesadez]. La dialéctica del goce y del
deseo en la experiencia del análisis.
[1] Véase
a este respecto: Langelotti, L.; “El Gran Otro de Jacques Lacan. Lectura de la
Clase XIX del Seminario 2” en El Øtro-psi. Año XVII, N° 174, Mayo de 2011. Dice Lacan en esta
Clase comentada: “Si la palabra se funda en la existencia del Otro, el
verdadero, el lenguaje está hecho para remitirnos al otro objetivado, al otro
con el que podemos hacer todo cuanto queremos, incluido pensar que es un
objeto…”. El Seminario, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica. Paidós. Buenos Aires.
[2] Howlett-Martin,
P.; “¿De quién es Nefertiti?” en Le Monde
diplomatique, N° 158, edición Cono Sur, Buenos Aires, Agosto de 2012. Pág.
32.
[3]
Howlett-Martin, P.; Op. cit.
[4] Ulloa,
F.; Fragmentos de Salud
ele-Mental. Con toda la mar detrás, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2012.
Fuente: Diario Página 12: http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-198429-2012-07-13.html
[5] Ulloa,
F.; Op. cit. Subrayado
nuestro.
[6] “Der Mensch ist ein Seil, geknüpft zwischen
Tier und Übermensch – ein Seil über einem Abgrunde.”
[7] “A veces me figuro que
estoy enamorado, y es dulce, y es
extraño, aunque, visto por fuera, es estúpido, absurdo. Las canciones de moda
me parecen bonitas, y me siento tan solo que por las noches bebo más que de
costumbre. Me ha enamorado Aaela, me ha enamorado Marta, y, alternativamente,
Susanita y Carmen, y, alternativamente, soy feliz y lloro. No soy muy
inteligente, como se comprende, pero me complace saberme uno de tantos y en ser vulgarcillo
hallo cierto descanso.”
[8] La histérica se queja de
que el hombre, en su deseo, la trate como a “una cualquiera”, ¡pero es
precisamente en el hecho de que la pueda tomar como “una [mujer] cualquiera”
donde descansa la posibilidad de que haya algún tipo de encuentro amoroso (“no
hay relación sexual”)! Esto es, en la medida en que ella no quede ubicada en el
lugar de LA (Madre), y él en el de ser su falo deseado.
[9]
Freud, S. (1921); “Psicología de las masas y análisis del yo”. Obras completas. Biblioteca Nueva. Pág.
2568.
[10] Ver
a este respecto: Pinkler, L.; “La estirpe humana no soporta mucha realidad” en Ficción y realidad en psicoanálisis, Revista Imago Agenda, Junio de 2011.
[11] Ortega y Gasset, José. La rebelión de las masas. Colección El Arquero N ° 23, Ediciones de
la Revista de Occidente S. A., Madrid, 1975. Pág.
165. “Llega a ser el que eres” decía Nietzsche en su Genealogía de la moral.
Texto publicado originalmente en Revista Imago Agenda: http://imagoagenda.com.ar/articulo.asp?idarticulo=1770
Comentarios
Publicar un comentario