“La mano me tiembla
aún. Sé que no estoy diciéndole ´no´ para siempre. Ciertas cosas me asustan. Son
mis ruinas, mis vicios. Quedar detenido, conformarme con poco. Quizá deba ser
mucho más paciente, bancarme la angustia. Sé que la amé y que mi deseo por ella
fue intenso. Pero no siempre lo que deseamos es lo más interesante para nuestro
bienestar. No lo sé. Pasamos un límite. La balanza se torció para mal. Su
indecisión, mi círculo ´tolerancia – intolerancia´ y no poder salir de ahí.
¿Volverá? ¿Volveré? ¿Qué
sentido tiene preguntarse esto ahora si, en rigor de verdad, no se sabe? ¡Shhh!
¡Silencio! ¡Demasiado ruido! ¡Poca claridad! ¿Por qué he de sentirme tan poca
cosa? ¿Por qué todo lo que se me ocurre es pensar que sin ella no podré? ¿Sin ella
no podré? ¿Qué demonio canta ese presagio siniestro? ¿Qué búho nocturno
pretende semejante ignominia?
Pasará el tiempo y
caminaré nuevas costas. Ya atisbo varios parajes y he olido dulces perfumes que
aun no me animé a probar. Mi cuerpo es incierto, ¡maldición! ¡Cómo saber si
mañana seré un león o una babosa! Tal vez, león o babosa sea una elección mía,
aunque yo no la pueda tomar como tal. ¿Saldré a pasear por el bosque en busca
de miel cantando la canción del hombre que quiere ver crecer su libertad? He
caminado un poco y la sed no ha cesado. Al regresar, las paredes que me rodean
suelen hacerse aplastantes. Vil tormento es que a todo esto se le agregue otra
ausencia inesperada. Resuena. Pues bien: ¡que resuene! Mañana rugiré más fuerte
que el búho y me levantaré y edificaré un Mundo Nuevo. Tropezar, caerse, errar,
arrepentirse, llorar. Sé de todo esto porque lo he vivido. Mi carne no es
inocente ni tampoco ingenua. Puedo salir. Lo sé.
Es cierto que la amé. Es
cierto también que jugué por ella cartas nunca antes jugadas. Que he crecido mucho
en este tiempo y ella, en parte, me ayudó a crecer. Pero, hoy por hoy, soy
conciente de que mis avances son causa mía y si ella repercutió en mí
provocándome más, fue porque yo le di ese lugar. Yo la busqué, la quise, la
deseé. Tonterías buscan hacerme creer que valgo poco, que para nada sirvo, que
estoy condenado. Si me dejo orientar por ese avance repentino de lo peor (siempre acechante a atacar
cuando uno ensaya una jugada y muestra cierta endeblez), pues caeré muy bajo y
me dolerá. Pero sé que eso no va a pasar. Por más de que lo peor redoble su
furia, jamás habría de sobrepasarme. La pulseada siempre la gano yo. No será
distinto esta vez.
Quizá no debí abrazarla
esa última vez. Ella rompió en llanto y sintió que lo nuestro era una despedida
sin retorno. Tal vez haya sido que sintió la
verdad. Es demasiado pronto para aventurarse a una respuesta contundente,
cuando nuestro ser es azar y caos. No sé si eso fue la verdad. Pero si sé que
fue un instante muy duro, intensamente duro para ambos. Claro que para mí
también. Mi enojo, mi desamor no me desalma. Pero predominó mi dolor, mi
frustración, sentir que no fui retribuido y que el tablero de mis apuestas fue
pateado, pisoteado. Ella habrá retribuido como pudo. Lo siento. Para mí fue
poco en comparación con el daño que me hizo su violencia, su agresividad, su
cerrarse a mi deseo. Creo que, de los dos, quien más se hizo cargo de la relación
fui yo. Hacerse cargo de la relación pero sin descuidar nuestra propia
película. Esto es crucial. Ella se olvidó de su película. Por momentos, yo me
volví el personaje protagónico de su película. Eso ya no es digno de llamarse amor,
ahora que lo pienso. Es otra cosa. No sabría cómo llamarle. Una historia donde
uno protagoniza la vida de dos… Es aquello que da lugar a un execrable desleimiento
subjetivo. Insisto, no sé si eso merece ya, llamarse amor. Por fuerza, el amor debería ser otra cosa. Quiero que sea
otra cosa.
Tendré que tomar el
vaso y lanzar los dados otra vez. Pero antes, reflexionar hondamente sobre mis
implicancias. Nada es casualidad. Nadie es el demonio del otro sin que uno
mismo dé lugar a ello. De ese modo, pues, uno mismo es su propio demonio. Es
posible maltratarse y desearse lo peor. Transitar un existir humano es confirmarlo,
tarde o temprano.
De todos modos, no
quiero exagerar y caer en una posición schopenhaueriana melancólica. Por eso
siempre preferí a Nietzsche. Porque su esperanzador cantar, ese tronar de un Zaratustra,
es decirle a todo fue un así lo quise. La culpa no es cómoda
morada para el alma Noble. Nobleza obliga y llama a la responsabilidad, esto es, a responder sobre los hechos. Los hechos
no son tales hasta que no los asumimos. Es decir, hasta que no los aceptamos de
derecho, podríamos decir. Hasta que no les damos un lugar genuino en nuestro
espíritu. No se trata de las solemnidades de la conmemoración. Se trata de no
negar los hechos. El único modo de transformar la realidad es aceptándola. Sólo
así hay crecimiento. Por un lado, está lo
que nos gustaría y, por otro lado, está lo
real. Creo que lo mejor es aceptar lo que fue y, por qué no, brindar porque ello haya sido así. Nada es
absolutamente en vano, aunque a veces queramos creer eso. Para decirlo sueltamente:
¡Quién te quita lo bailado!”
Buenos
Aires, 4 de Febrero de 2013
La imagen: "El caminante sobre el mar de nubes" - Caspar David Friedrich
Comentarios
Publicar un comentario