“La crisis y el
miedo constituyen el horizonte insuperable de la gubernamentalidad capitalista
neoliberal. No saldremos de la crisis (…) por la sencilla razón de que la
crisis es la modalidad de gobierno del capitalismo contemporáneo.”[1]
“Una política de
emancipación se extrae del vacío que un acontecimiento hace advenir como
inconsistencia del mundo dado. Sus enunciados son nominaciones de ese vacío
mismo.”[2]
“El «no saber» no es la pasión por la
ignorancia, es la distancia irreductible entre la verdad y el saber, distancia
que debe ser habitada para que surja una invención.”[3]
Me abocaré a analizar cuatro
rasgos de lo epocal, sin pretender agotar para nada la investigación crítica
respecto de las coordenadas de “la época”. Me resulta interesante mostrar cómo,
el trasfondo de los planteos de los siguientes pensadores críticos, se engarza
con un compromiso de orden ético en cuanto lo que se denuncia del presente apunta,
evidentemente, a un interés por transformarlo. Es decir, a un deseo de
transformar esta realidad más allá de lo dado, de lo legitimado, de lo
establecido como “normal” o “natural”.
Estas cuatro características son: el
imperativo de transparencia, el semiocapital, el par acreedor/ deudor y el
horizonte neoliberal hacia el que tiende la subjetividad en estos tiempos. Creo
que además de ser rasgos muy importantes del mundo actual, están imbricados
entre sí.
El primer pensador que tomaré es el
coreano Byung-Chul Han quien, en su breve ensayo La sociedad de la transparencia (2012), da una serie de
características de la comunidad global a la que estimo muy precisa. Cada
capítulo del libro es un rasgo de esto que él llama «sociedad transparente».
Habla de una sociedad positiva, de la exposición, de la evidencia, porno, de la
aceleración, de la información, de la revelación, y finalmente, del control.
Dice este autor:
“La negatividad
de lo otro y de lo extraño, o la resistencia de lo otro, perturba y retarda la lisa comunicación de lo igual. (…) El
lenguaje transparente es una lengua formal, puramente maquinal, operacional,
que carece de toda ambivalencia.”[4]
La sociedad de la hipercomunicación e
hiperinformación actual gestan una escena de atrofia psíquica obscena puesto
que determinados órdenes esenciales de la subjetividad caen en decadencia o se
ven fuertemente perturbados al afectarse lo que este autor denomina su
negatividad. Niveles constitutivos del sujeto de la palabra –o si se prefiere, del
parlêtre- como lo son: la sexualidad
(el erotismo), la política, el pensamiento, la trascendencia y el valor
«cultual» (de culto) de las cosas, el habitar en el sentido heideggeriano. Plantea
Han:
“La teoría de la
obscenidad en Sartre puede trasladarse a los cuerpos sociales, a sus procesos y
movimientos. Estos se hacen obscenos cuando se despojan de toda narratividad,
de toda dirección, de todo sentido.”[5]
¿Qué significa que la época pierda o se
vea despojada de narratividad, dirección y sentido? A mi entender, eso es equivalente
a una degradación del orden simbólico. Como si dijéramos que el presente se
manifiesta como rechazo del inconsciente. Algo de la discursividad del mundo aparece
derruido por una primacía del signo, respecto del cual sabemos que no alcanza
para producir un sujeto.
Aquí es donde entra a jugar el
pensamiento del filósofo italiano F. Berardi y su concepto de
«semiocapitalismo». Según este pensador:
“Con la
expresión semiocapitalismo defino el modo de producción predominante en una
sociedad en la que todo acto de transformación puede ser sustituido por
información y el proceso de trabajo se realiza a través de recombinar signos.”[6]
Su tesis sostiene que “cuando la
digitalización transforma los procesos de trabajo en actividad recombinante que
se ejerce sobre unidades informativas abstractas, la producción semiótica se
vuelve la forma total del proceso de valorización del capital.”[7]
En economía, el valor de un producto es lo que hace posible el intercambio del
mismo en el mercado (no se puede intercambiar algo que no vale nada ni tampoco
algo que sea absoluto, es decir, que valga todo). Para Marx, aquello que opera
como vector esencial puesto que determina el valor es el tiempo, en el sentido
del costo que implica el proceso de producción de una cosa comercializable –aun
tratándose de un servicio. En nuestros tiempos informáticos, digitales y
comunicativos, la mercancía ya no es una producción material en el sentido
físico de la expresión sino que ha devenido una forma abstracta, icónica: más
concretamente, un signo. Ahora bien,
estos signos que constituyen aquello que se produce y que se acumula, están precisamente
atrapados en la lógica del capital, cuyo imperativo no es la producción de
significado sino, como decía recién, de valor. Aquí se produce un conflicto, un
choque de finalidades entre la semiótica y la economía capitalista. La primera
tiende a la producción de sentido. La segunda, a la producción de valor. Tal
como lo asevera Bifo: “El interés fundamental del capital es el aumento de la
productividad y la aceleración del ciclo de consumo para la realización y la
valorización del capital invertido.”[8]
Pero, en oposición a esto, “… la actividad semiótica tiene como finalidad la
producción de significado.” [9]
Es decir, “esta actividad no es calculable en términos económicos. No tiene
ningún interés calcular cuánto tiempo de trabajo hay dentro de una novela de
Tolstoi…”[10]
¿A qué conduce este choque de lógicas y
dinámicas tan dispares? El autor considera que el imperativo capitalista reduce
al máximo la densidad de todo mensaje, puesto que el significado es el principal
enemigo del semiocapital cuando se presenta como algo que enlentece la
transferencia de información. De allí, la exigencia de simplificación. Pero,
paradójicamente, esto trae consecuencias subjetivas forclusivas, dado que esa
atomización del sentido producto de una semiosis acelerada y masiva, es
vivenciada subjetivamente como saturación significante porque estamos hablando
de productos, mercancías, “objetos del deseo” fetichizados que se imponen desde
su valor económico.
También Maurizio Lazzarato plantea, en
otros términos, la misma problemática del capitalismo actual como forclusivo
del sujeto cuando sostiene que: “Las semióticas asignificantes (moneda,
logaritmos, etc.) funcionan con prescindencia del hecho de que signifiquen algo
para alguien.”[11]
Es decir, si “los flujos de signos (…) actúan directamente sobre los flujos
materiales, sin pasar por la significación, la denotación y la referencia”[12],
entonces, ¿qué lugar cabe, dentro de la máquina financiera, para un sujeto que es
efecto del lenguaje, puesto que es lo que
un significante representa para otro significante? Para este autor, dentro
de esta cantinela posmoderna, el único lugar posible para el sujeto está
definido por la dupla acreedor/ deudor, que ha venido a arrasar prácticamente con
la idea de clases sociales. En este sentido, la época del capitalismo
neoliberal postula un sujeto en falta pero tematizando esa “castración” (que
para nosotros desde el psicoanálisis es estructural y constitutiva) en términos
de deuda exclusivamente financiera:
“La falta actúa
como un poderoso vector de transformación de cada cual en hombre endeudado. La
deuda concierne a una mnemotécnica que contribuye a la construcción de una
(mala) conciencia y una culpa…”[13]
Es decir, se trata, como siempre en la
Historia de la humanidad, de la particularidad coyuntural a través de la cual
se presentifica el superyó –como faz
imperativa del lenguaje- que, a diferencia del proceso de gubernamentalización
descrito por Foucault en tanto ligado al cristianismo, se da por una vía laica
pero no por ello menos constrictiva y represiva. Esto nos lleva, finalmente, a la
perspectiva del psicoanalista Jorge Alemán.
Para este último autor lo que predomina
hoy es la producción neoliberal de subjetividad, la cual tendría como horizonte
una suerte de holofraseo que pretendería unificar la cadena simbólica (S1-S2)
en la búsqueda calculada de un sujeto cerrado, rígido, total, plano, autómata,
mecanizado, acrítico, mortificado y objetivado. Una especie de “hombre robot” o
débil mental programado alienado a los mandatos superyoicos del sistema
capitalista, sin margen para esfuerzo intelectual alguno ni posibilidad de
pregunta. El «crimen perfecto», para este autor, sería efectivamente lograr
producir un sujeto hecho-a-la-medida de las órdenes neoliberales. Ese sería “el
peligro” (término heideggeriano) epocal en una era de la hiperinformación e
hipercomunicación que pretende, ante todo, transparencia,
es decir, ni equivocidad, ni lapsus, que todo sean dichos sin decir (posverdad),
enunciados sin enunciación, saber sin falla, verdad toda, sin resto, sin
oscuridad. Sostiene Alemán:
“Las técnicas de gestión,
los dispositivos de evaluación, los coach, los entrenadores personales, los
consejeros y estrategas de vida son el suplemento social del sujeto neoliberal
producido por los dispositivos de la racionalidad neoliberal. El sujeto
neoliberal, viviendo fuera de su límite, en el goce de la rentabilidad y la
competencia y estableciendo consigo mismo la lógica del emprendedor está a
punto de fracasar a cada paso. El stress, el ataque de pánico, la depresión,
“la corrosión del carácter”, lo precario, lo líquido y fluido, etc.,
constituyen el medio en que el sujeto neoliberal ejerce su propio
desconocimiento de sí, con respecto a los dispositivos que lo gobiernan.”[14]
Como señalaba más arriba Lazzarato, “el”
dispositivo contemporáneo de dominio subjetivo y social, es el endeudamiento. Este se articula, a la
vez, con la propuesta de Bifo puesto que esa deuda impuesta violentamente parte
de este Amo posmoderno que representa el semiocapital. Sin embargo, por más
veloz y masiva que sea la acumulación y la transferencia informáticas propuestas
por la dinámica del semiocapital, el sujeto del inconsciente en su constitución
implica la articulación de significantes y no de signos. Esto significa que,
por más que el neoliberalismo se proponga como sostiene J. Alemán “producir un
neosujeto”, es impotente en realizarlo. La esencia de todo significante es su negatividad: ser lo que los otros no
son. No podemos definir al significante sino por oposición y diferencia. Ningún
significante, además, representa enteramente el ser del sujeto, que está
perdido por estructura y se liga al objeto a.
Esto conlleva necesariamente un margen de falta, de indefinición, de no saber,
que la época pretende sofocar pero no lo logra: desde la transparencia, desde
el semiocapital, desde la deuda entendida solamente como financiera, desde el
intento neoliberal de clausurar al sujeto produciéndolo del modo más próximo a los
imperativos capitalistas. Estas son, me atrevo a afirmar, tan sólo cuatro
vertientes del pensamiento único contemporáneo. Es decir, solamente cuatro
rostros de un mismo Amo.
Es interesante rescatar cómo J. Alemán discute
con la posición taxativa de Han:
“Sostener, como
hace Han, que en el Neoliberalismo ya no hay inconsciente, es confundir el
plano óntico-empírico de la producción de subjetividades, con la brecha, la
ruptura ontológica que el sujeto dividido del inconsciente implica. Una vez
más, no todo es apropiable por el Capital, al menos si deseamos seguir pensando
en lo político.”[15]
Agregando un poco más abajo:
“Los
dispositivos neoliberales que describe Han solo pueden ser efectivos si los
sujetos se atienen al tipo de mandato superyoico que los mismos implican.”[16]
Si la intención es “dar un combate con
respecto al proyecto de deshistorización y desimbolización que el
neoliberalismo comporta”[17],
hay que considerar que, según su perspectiva, “es la primera fuerza histórica
que se propone tocar, alterar, y volver a producir al sujeto, intentando
eliminar así su propia constitución simbólica.”[18]
Que lo logre o no, ya es otra discusión. Sin embargo, él está en contra de la
tesis que afirma que ese crimen perfecto se
hubiera consumado.
Como puntuación crítica de mi parte
hacia la propuesta de Jorge Alemán, diré que el autor enfatiza mucho el aspecto
«neoliberal» en la predominancia del sistema capitalista actual y sus efectos
sobre el sujeto del deseo. Pero, por ejemplo, el profesor Joseph Lajugie de la
Universidad de Burdeos, ya hace varios años establecía que
“… el
capitalismo es perfectamente concebible sin libertad económica. Si bien el
capitalismo liberal ha sido la característica del siglo XIX [y nosotros
agregaríamos: el neoliberalismo la del
siglo XXI], desde la primera guerra mundial se ha atentado muchas veces contra
la libertad económica, no para destruir el capitalismo, sino para salvar, por
el contrario, su fundamento esencial: la propiedad privada. El liberalismo no
es uno de los caracteres específicos del capitalismo; es sólo una de sus
modalidades posibles.”[19]
Es decir, parecería que el enemigo
último –para llamarlo de alguna manera- de la constitución y subsistencia del
sujeto del deseo inconsciente, sigue siendo la maquinaria capitalista, adopte
la forma que adopte, en tanto introduce una dimensión ligada al goce donde
parecería no existir corte posible. Por eso, es más bien un pseudo-discurso, en
tanto atenta contra el lazo social. Estas cuestiones están presentes en los
desarrollos de J. Alemán, sólo que, insisto, el significante neoliberal
adquiere un predominio que por momentos resulta excesivo, a la luz de estas
últimas consideraciones. Con esto, tampoco estoy desconsiderando tener en
cuenta la especificidad de este momento del Capital (el neoliberalismo) que,
efectivamente, le brinda una eficacia y una oscuridad temibles.
[1] Lazzarato, M.: “Léxico introductorio”
en Gobernar a través de la deuda. Tecnologías de poder del capitalismo
neoliberal. Amorrortu editores, Buenos Aires, 2015. Pág. 12.
[2] Badiou, A.; “Filosofía y
política” en Condiciones, Buenos
Aires, Siglo veintiuno editores, 2015. Pág. 210.
[3]
Alemán, J.; Soledad: Común. Políticas en
Lacan, Capital intelectual Ed., Buenos Aires, Año 2012. Pág. 57.
[4] Han, B. C.; “La sociedad
positiva” en La sociedad de la
transparencia, Herder, Buenos Aires, 2015. Pág. 13. Subrayado en el
original.
[5] Han, B. C.; “La sociedad de la
aceleración” en Op. cit. Pág. 59.
[6] Bifo: “Trabajo cognitivo y
capital recombinante” en Generación
Post-Alfa: patologías e imaginarios en el semiocapitalismo. Buenos Aires,
Ed. Tinta y limón, 2010. Pág. 107.
[7] Bifo: Op. cit. Pág. 108.
[8] Bifo: Op. cit. Pág. 109.
[9] Bifo: Op. cit. Pág. 108.
[10] Bifo: Op. cit.
[11] Lazzarato, M.: Op. cit. Pág. 24.
[12] Lazzarato, M.: Op. cit.
[13] Lazzarato, M.: “Ganancia, renta,
impuesto: tres aparatos de captura” en Op.
cit. Pág. 41.
[14] Alemán, J.: “Neoliberalismo y
subjetividad” en diario Página 12, 14
de Marzo de 2013 (contratapa de la edición impresa). Versión digital: https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-215793-2013-03-14.htm
[15] Alemán, J.; Horizontes neoliberales en la subjetividad. Grama Ed., Buenos
Aires, 2016.
[16] Alemán, J.; Op. cit.
[17] Alemán, J.; Op. cit.
[18] Alemán, J.; Op. cit.
[19] Lajugie, J. (1957); “El
capitalismo liberal” en Los sistemas
económicos, Eudeba, Buenos Aires, 2008. Pág. 64-5.
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