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Escena política – Domingo 23 de Octubre de 2016 - Crónica implicada



Introducción
A través de este texto, subjetivo, me propongo relatar un poco la experiencia que se dio en el marco del Congreso Transversal del colectivo ESCENA POLÍTICA, constituido por diversos artistas militantes de ningún partido político en especial, sino de la cuestión artística misma.
Mi asistencia se dio en el marco del día final en donde confluyeron cuatro talleres diferentes “para crear el Comité Cósmico de Crisis”:
Cartelismo
Cancionero
Corte de ruta y pasarela
Diseño de movimiento colectivo
Participé específicamente en el vinculado al Diseño de movimiento colectivo que estuvo bajo la coordinación del Foro de Danza en Acción. Posteriormente, me sumé a la caminata denominada “Salida a la Ciudad” de la que también haré un comentario líneas más abajo. Como puede verse, todo tenía un nombre específicamente delimitado, una denominación, una funcionalidad. Desde el vamos, quisiera dejar claro que esta es una crónica implicada, es decir, no será una mera descripción del acontecer sino una puesta en palabras de una perspectiva crítica y comprometida del hecho sucedido.

“Lo que se vio”
Antes de hablar concretamente del Taller al que asistí, relataré muy sucintamente qué cuestiones surgieron en los otros espacios, desde lo que se dejó ver, oír, sentir.
La primera impresión es fuerte, cuando uno se aproxima al hall del Torcuato Tasso, por cuanto rápidamente se muestra una decena de cuerpos semi-desnudos que caminan dentro de lo que fue el “corte de ruta y pasarela”. En este Taller predominaron los “cuerpos rebeldes” (sic), es decir, sujetos reivindicativos de la pluralidad sexual, críticos de la hetero-norma y afines a los movimientos “gay and lesbians”. Fue el más provocador de los cuatro, pero cada uno tuvo su importancia y su magia. El juego del contraste, que puede suponer cortar la ruta y hacer un desfile, apuntó a un efecto de descolocación del sentido común, para el que el piquete debe ser algo tosco, rudo, agresivo y totalmente lejano a un desfile de modelitos. Acá, por el contrario, se veían cuerpos juveniles intensos y sexuados, eróticos, vivos. Pero tampoco era un evento de moda sino una marcha política. Intentaba transmitir un mensaje de protesta.
En cuanto a los otros dos talleres, el cancionero y el de cartelismo, fueron quizá los menos originales, pero sobremanera necesarios a la hora de expresar el susodicho mensaje de un modo contundente, máxime cuando el colectivo se dispuso a intervenir en la vía pública. Hubo consignas en contra del fascismo, del macrismo, del machismo y a favor de la femineidad. También líneas de sentido que apuntaban a la construcción de «poder social». Un cartel decía “la publicidad arruina tu mente”.

Construir movimiento en masa
Ahora me dispongo a hablar de la actividad de la que efectivamente participé. Fue la primera vez que asisto a este tipo de experiencia. Se trataba de gestar un Uno entre varios, pero un Uno inestable, movedizo, fluyente: para nada al estilo Parménides. Heracliteánamente fuimos dándole forma a ese Uno del devenir, del movimiento y del deseo.
En primer lugar, jugamos a la conexión táctil ínfima, en grupo, conectando desde lo más pequeño, sintiendo y dejándonos llevar por la “información” que el cuerpo propio recibía del exterior. Apuntando a esa extimidad de la que tanto hablan los psicoanalistas. En otras palabras, buscando lo más íntimo en el exterior para dar con lo más ajeno dentro de sí.    
Caminamos de manera grupal, siguiendo la lógica del “contagio” en relación a la forma que realizaba el compañero, y de este modo fuimos un largo un gusano que reptaba por el espacio, derramando silencio, deformando la temporalidad habitual, por cuanto el reloj allí no tenía cabida en ese corte en acto que supone toda dramatización. Dramatización pura, sin guión más que el del fantasma individual (del que nada se dijo concretamente, por ser una investigación ajena a la propuesta del Congreso).
Hubo otro ejercicio que consistió en elegir un par con el que mirarse fijamente a los ojos, diez minutos. Diez minutos imaginarios, no necesariamente reales. Esta tarea supuso angustiarse un poco; ¿qué quiere el otro de mí? ¿qué represento ante su mirada? Detrás de esa mirada, sólo yace un ojo, un órgano biológico que denuncia que a fin de cuentas somos naturaleza y nada más – MUERTE – VIDA – NACIMIENTO – DESEO SEXUAL – EXTRAÑAMIENTO. El cuerpo como multiplicidad vertiginosa.
Como cuarta tarea, tuvimos que subir colectivamente una escalera. Nuevamente “gusaneamos”, rozando piel con piel. Para qué negarlo, hubo roces fuertes. Tetas, culos, pijas. Suspiros, ¿incomodidades? La verticalidad de la subida daba más lugar a las mismas, cosa que no había sucedido hasta el momento y que se perdió después, en la última consigna. Fue uno de los momentos de mayor esfuerzo físico también. Sirvió para soltarse y disfrutar mucho más de la escena final, en la terraza.
En la terraza nos soltamos bastante. Corrimos, nos abrazamos. Sinceramente, supuso una experiencia formidable. De creación, conexión, construcción, búsqueda, empatía, solidaridad, apuesta. Lo racional y yoico no tenía lugar en este estar-sin-sentido pero con un objetivo que era el de producir movimiento en masa. O sea, a fin de cuentas, tomar conciencia de aquello que estamos permanentemente haciendo, por ejemplo en un subte, pero desconectando la corporalidad del sufrimiento que involucra todo el eje del día en día, en su ritualización de conductas “coherentes” y esperables donde las Ideas – así con mayúsculas – pretenden imponer la dirección. Aquí quien marcaba la orientación eran la espontaneidad y la intuición.
Hacia el final se reflexionó sobre lo sucedido durante todo el taller y se pensó cómo sería la puesta en marcha del Comité.

Salida a la calle
No podía ser de otra manera, “cortar” con el sitio de origen supuso resistencias. Que nos olvidamos el cargador, el buzo, todavía no estoy lista, de quién son estos anteojos, falta serigrafiar unas remeras. Obviamente, hay una distancia importante entre estar ensayando acciones, practicando lúdicamente y sabiendo que uno se puede equivocar que, salida mediante, estar “a cielo abierto” bajo la mirada ya no de los otros inmediatos sino de esos más genuinamente otros. La alteridad de la vía pública. El vecindario nos recibió con amabilidad y sorpresa. Nos cruzamos tres Fuerzas de Seguridad diferentes: la Policía Federal. La policía metropolitana (que nos custodió una parte del trayecto, luego de que nuestra abogada hablara brevemente con unos efectivos). Por último, la Prefectura, ya en destino.
La caminata fue divertida, un poco híbrida en cuanto a la manifestación. El colectivo de diseño de movimiento se mostró algo inconsistente. Aunque es entendible que no es lo mismo estar dentro de un lugar destinado a su realización que la intervención y el despliegue en lo callejero. Las canciones amalgamaban declamaciones sexistas y sugerencias políticas. Todo se desarrolló pacíficamente y se dio fin para anunciar el cierre a cargo de la fiesta durante la noche, a la que no fui.

Escena Política y Política de la escena. Críticas, reflexiones, inconclusiones.  
Voy a tratar de no pensar mucho lo que sigue, para que fluya el libre discurrir de un discurso serio.
En relación con la salida al espacio común, yendo de atrás hacia adelante, a mi parecer falto mayor énfasis en lo que yo creo que es la esencia del “colectivo de artistas escénicos”, justamente, la lucha por el Arte, por la Escena que implica de por sí una Política. Cobró bastante relevancia (quizá por el momento actual del país), el tema de la crítica al “patriarcado”, aunque no hubo referencias específicas al NI UNA MENOS.
Yo entiendo al colectivo como un grupo destinado a demandar mayor intervención/ regulación estatal en relación las prácticas artísticas dentro de lo que es Ciudad de Buenos Aires. O sea, que el Gobierno se haga cargo de brindarle a los artistas la posibilidad de vivir de aquello que saben y gustan de hacer, sin tener que depender eternamente de un papá que banque la movida – la parte no denunciada del famoso Patriarcado, por cierto. El problema que acá se puede registrar, es que en el fondo hay una transferencia de la exigencia al padre hacia el pedido al Estado, que figura como un nuevo dady. Es decir, queda en suspenso una reflexión sobre la edificación de autonomía y autogestión. Me estoy basando en la charla que sostuvimos con algunos representantes en el Bar MU, aclaro.    
La pelea por los derechos culturales, no debe ser separada de la disputa en el terreno de lo que es la Salud y la Educación. En este punto, sinceramente, no creo que sea factible lograr muchos avances sin una estructura mayor tal y como lo son los partidos políticos, que desde mi punto de vista no son necesariamente algo negativo. Hacen posibles muchos avances legales que introducen efectos en lo real de las prácticas. Desde ya, cada cual reclama desde donde quiere y/o puede.
Otra crítica es que este tipo de actividades, por lo general, queda circunscripto a cierto sector social. En términos marxistas, clases medias e infiltrados de clases altas con conciencia de culpa burguesa. No hay pobres que se enteren de estas propuestas o que se interesen en ellas. El por qué, excede los límites de esta crónica aunque una conjetura es que la dimensión del deseo – propia de toda realización artística – plantea la condición de un “más allá de la necesidad”. Quizá los caminos de la difusión fueron muy acordes a los mismos senderos de siempre donde es difícil que se entere alguien que no está en el circuito. El círculo escénico termina muchas veces reproduciendo una lógica elitista bastante contraria a su propio espíritu de subversión.
Desde Freud, sabemos que sería delicado ponerse a opinar sobre las elecciones sexuales de cada ser hablante. Solamente agregar que para hacer un despliegue cultural tan elaborado y elevado, grandes cantidades de represión sexual son necesarias. Esto puede sonar a delirio, pero el pensamiento psicoanalítico es así de directo. Lo cual abre la paradoja respecto del grado de “liberación” subjetivo que realmente estaría en juego cuando se arman eventos de este orden.
Por otro lado, siguiendo la mirada de Michel Foucault, es importante interrogarse por la lógica disciplinaria. Si acaso no estamos siendo útiles a algún tipo de poder silencioso allí donde nos auto-convencemos de estar siendo súper-revolucionarios. ¿Esto es acción crítica o un mero divertimento posmoderno? Sé que son picantes estas preguntas, pero preferible hacerlas que no. Me hago cargo de las mismas porque también participé del Congreso y apoyé sus consignas.
Finalmente, Nietzsche nos advierte de la voluntad de poder que hay detrás de toda crítica al Poder consistente y detentado: ¿no buscaremos acaso enseñorearnos nosotros también detrás de nuestras diatribas colectivas en miras de posicionar nuestro vanidoso Ego más cerca del IDEAL que la época reclama (contemporaneidad de reality show, redes sociales, la imagen es todo, etc.)? Esto es, ¿no será que nuestro narcisismo nos engaña haciéndonos creer que buscamos un mayor compromiso colectivo cuando en verdad lo único que queremos es el crecimiento de nuestra fuerza individual?
Con este último interrogante, termino mi crónica.

Buenos Aires, Octubre de 2016.
         

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